Visto que no me ha tocado la lotería de Navidad, (no escarmiento), pero al menos he contribuido un año más, a pagar las pensiones vitalicias a González y Aznar, pensaré qué puedo hacer para que el año 2022 sea mejor que el infectado año que muere. Tres vacunas, más la de la gripe, y posiblemente una cuarta, como en Israel, más un resfriado, y aún parece ser que me puedo contagiar del virus, a pesar de la obligatoriedad del uso de mascarilla en espacios abiertos. Algo desde luego está fallando en todo ese no control de la pandemia. Pero, en fin, ni mando ni soy científico, ni tengo ni idea de si esto es o no normal.

Aunque como ciudadano de a pie, y sufridor de restricciones, algo me chirria y no sé qué es. Hágase un test de antígenos antes de cenar en Nochebuena. Y resulta que se agotan y no hay existencias. Y cuando al final llegan son más caros. Pero, ojo, que ese test no es de fiar, pues puede dar negativo y estar usted contagiado hasta la muela del juicio. Mejor, una PCR y te dan cita pasada la Nochebuena, aunque si quieres te puedes gastar cerca de cien euros por la privada y ya está. De todas formas, todos los comensales deberán colocarse a más de metro y medio de distancia, con las ventanas abiertas, mascarillas puestas, salvo el momento de meterte el tenedor en la boca. Y a ser posible cuatro como mucho en la misma mesa. A pesar de eso, suben las infecciones en España y en nuestra Región. O somos unos desahogados y no hacemos caso de nada, que también puede ser o no se tiene ni idea cómo parar esta pandemia, que también puede ser.

Como no soy supersticioso, salvo navegar los martes y 13, pasar por debajo de una escalera (sobre todo si están haciendo una mudanza en el quinto piso , o que un espejo se haga trizas, me dispongo a hacer todo lo que esté en mi mano, y la tradición humana exija esta Nochevieja para tener un venturoso año nuevo. Buceo en esas costumbres y me encuentro con que trae muy buena suerte hacer estas cosas. La principal, es besar a tu pareja a la vez que brindas por el nuevo año. Y si no la tienes, ponte un espejo y bésate a ti mismo, salvo que tu vecino/a/e, te permita que se los hagas a él/ella/ello. En cualquier caso, siempre debe hacerse con todas las puertas y ventanas abiertas de la casa, y con los ojos maquillados. También, puedes barrer toda la casa para expulsar las malas vibras, la negatividad y las penas. Al menos tendrás la casa limpia, aunque no sirva de nada para atraer la buena suerte. Si además quieres ser rico, debes dejar siempre seis monedas debajo de la alfombra de la puerta principal y colocar un billete dentro de tu zapato; es una forma de ahorrar, no muy higiénica pero tan válida como la hucha del cerdito.

Si usted es una de esas personas que le gusta ser la primera en todo, conecte con la Isla de Navidad, en el Pacífico, que es donde primero llega el nuevo año. Y si es de los que piensan que los últimos serán los primeros, sintonice a Hawai. Y si ya lo que quiere es no saber nada y pasar de la Mochevieja, mejor ir a la India, China, Etiopía, Bali, Arabia Saudita o Irán, donde hoy no es Nochevieja. Por mi parte, seguiré la tradición española iniciada en 1909, para aprovechar la gran cosecha de uva de ese año, y me tomaré una tras otra las doce, al son de cada campanada, a ser posible de la forma más tradicional desde la Puerta del Sol, sea quien sea quien las presenten en La Uno. Me niego a comer lentejas u otros productos como si estuviera fuera de España. Y al año que viene Dios dirá, quizás nos recomienden doce pastillas contra la Covid.