Ya están aquí, ya ha comenzado el bombardeo, los polvorones llevan un mes en el lineal diciendo: cómeme; la parrilla de televisión lleva semanas lanzándose anuncios navideños, y ojo, como publicista no me deja en muy buen lugar lo que acabo de escribir, pero es que no sé si cada año empieza antes lo de volvernos locos, festejar y consumir o es que yo cada año estoy menos tolerante a este momento que se supone tiene que inundarme de espíritu navideño, hacerme mejor persona, que Mariah Carey y su All I want for Christmas is you y Wham y su Last Christmas se apoderen de mí durante un mes. 

Las luces ya están puestas en las calles, por los grupos de whatsapp ya rulan menús para comidas y cenas de amigos o empresa, esto ya huele a Love Actually y al maldito momento de la película con el cartel: To me you are perfect. ¡Socorro! 

Este año por si los haters de la navidad no tuviéramos suficiente con soportar los mazapanes y los renos, la falta de vidrio, tapones o etiquetas puede suponer un desabastecimiento de alcohol, y por ahí no paso. Esto ya es suficientemente duro como para pasarlo sobrio, así que espero que la crisis que hace unas semanas preocupaba esté solucionada y se están llenando con cantidades industriales de vino y bebidas espirituosas las estanterías de bares y discotecas para que podamos transitar por estos días lo menos conscientes posibles y que pase pronto. 

Si no tienes niños, que es por los únicos que merece la pena mantener la inocencia y la ilusión, estos días no pueden sentarle bien a nadie: comidas y cenas porque sí, con gente a la que en muchos casos no soportas, pero toca, porque es Navidad. Regalos que acabas cambiando a escondidas porque al amigo invisible que le has tocado te ha dedicado diez minutos en comprarte algo que no te vas a poner en la vida; no parar de comer y beber por gula, atascos, centros comerciales hasta los topes de personas que van a pasearse, ruido, mucho ruido y algo que nos invade que hace que no puedas parar de comprar.

Discúlpenme, pero no veo por aquí fraternidad, amor, ser mejores personas, compartir ni nada de eso. Jesús está apunto de nacer y yo, si fuera él, me lo pensaría, porque menudo panorama le espera. El mundo está hecho un solar y lejos de mejorar veo que como especie no tenemos mucho remedio. Me consolaré con la profecía de que después de épocas oscuras a lo largo de la historia, llega el despiporre y las orgías, y yo he cogido primera fila para no perderme nada y a ver si pillo algo, que la pandemia a los solteros nos ha dejado muy desamparados y ya toca volver a meternos mano. 

Pero no todo va a ser malo, vuelven los abrazos, podemos acompañar a nuestros mayores, las mesas de casa en Navidad se llenarán, olor a caldo con pelotas en la cocina o la crema de patatas de mamá que ahora me toca hacer a mí, papá abriendo botellas de sidrina sin parar, esconder regalos por casa para Elena y Chema, coger la mano de mamá mientras vemos Mujercitas en la tele, mirar a mi alrededor guardando momentos por si el año que viene algo deja de ser como siempre... 

Colocar los adornos que a mamá tanto le gustan, celebrar mi santo a las doce del 24 por la noche. Llorar a escondidas por hacernos mayores y haber perdido la inocencia de cuando éramos pequeños y llenábamos la casa de la abuela en Lorca. Cerrar los ojos y acordarme de Garrucha en invierno, la chimenea de Cuartillas, sentarme cerca del fuego hipnótico durante horas, comer trigo, beber pacharán con papá sentados viendo Mojácar, con nuestros perros a los pies. 

Vivir de recuerdos, y beberme el presente, en estas fechas uno se da cuenta que ojalá no crecer nunca y ser niños siempre.