Sa equivoca la alcaldesa. Tendría que haber expulsado al portavoz de Movimiento Ciudadano, José López, de la sesión del pleno municipal del pasado jueves. ¿Qué hubiera hecho si cualquier otro concejal la hubiera llamado golfa, garrula o corrupta, como hizo él? Lo hubiera echado, seguro, no se lo hubiera permitido y habría ordenado a los agentes que velan por el buen desarrollo de la sesión que lo desalojaran, que para eso están.

Desconozco la normativa que regula la celebración de los plenos, pero seguro que otorga a quien los preside la potestad de expulsar a quien no tenga un comportamiento adecuado. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué aguantó que López la insultara y le faltara al respeto de ese modo? Se equivocó Arroyo al tratar de dialogar y debatir con él, con quien no la escucha, al intentar darle explicaciones y, al final, cayó en la trampa y estuvo desafortunada al responderle que se tomara la pastilla.

La disculpa que debe ser complicado mantener la calma y la compostura cuando alguien te busca de esa manera, máxime si es alguien que lo hace constantemente y traslada la legítima pugna política a lo personal, aludiendo a los familiares de sus rivales y sus supuestos favoritismos y corruptelas una y otra vez.

La disculpa que no quiera convertirlo en una víctima, que no quiera darle más protagonismo del que ya obtiene con estos episodios que nos regala de cuando en cuando, aunque llevaba un tiempo bastante calmado y comedido.

Esta vez la lio con las ventanas del salón de plenos, que habían cerrado instantes antes, porque el ruido de una protesta de trabajadores del Ayuntamlento en el exterior impedía el normal desarrollo de la sesión. Para paliar esta situación, en el escenario Covid que nos encontramos, se abrieron las puertas, para que corriera el aire. López reclamó entonces que volvieran a abrir las ventanas, porque se iban a contagiar del coronavirus. Adivinar sus intenciones reales es harto complicado, pero no harían mal en apostar que lo que perseguía en realidad era que la manifestación laboral contra el Gobierno local molestara a sus integrantes. En tal caso, resulta ruin y mezquino esgrimir una pandemia mortal como la que aún nos tiene atemorizados para generar más crispación.

El líder cartagenerista se volvió a descontrolar, o tal vez sus trifulcas están más que controladas, más que calculadas. Además, cuando Arroyo le reprochó lo grotesco y vergonzoso de su etapa como alcalde, él sacó pecho con su victoria en las últimas elecciones. Y esa es la realidad de nuestro municipio, la del bochorno de un líder político que pierde las formas a menudo, que cuenta en su haber con dos sentencias fruto de un comportamiento que deja bastante que desear, pero que contó con el respaldo mayoritario de los cartageneros en los comicios de 2019 y a quien algunas encuestas publicadas le otorgan una victoria aún mayor en la próxima cita con las urnas, aunque falta ver si sería suficiente para gobernar.

Así que, para bien o para mal, tenemos bochorno para rato y nuestro binomio de alcaldesas ya debería estar curado de espanto. Porque no van a cambiar a López, no van a conseguir que deje de menospreciarlas con insultos y otras lindezas ni van a lograr que sus acérrimos defensores le afeen sus exabruptos. Lo que sí pueden hacer es no pasarle ni una, especialmente, ante situaciones y escenas tan graves como la de este jueves. No basta con un receso que amanse los ánimos. A alguien que se comporta así, directamente, hay que echarlo, como ocurriría con cualquier persona que actuara del mismo modo en cualquier reunión seria en el mundo. Allá él si luego quiere ir de víctima o aprovecha para lanzar acusaciones de supuesto autoritarismo. Y allá aquellos que no solo lo apoyan, si no que lo justifican y hasta le aplauden estas salidas de tono.

Lo peor es que las mociones y preguntas previstas, con cuestiones más o menos relevantes, los problemas y situaciones reales que vivimos y sufrimos a diario en nuestra ciudad pasaron otra vez a un segundo plano por el enésimo rifirrafe, incluida la protesta del personal del Ayuntamlento por la falta de acuerdo en las condiciones laborales, con lo que flaco favor le hizo el portavoz de MC al desviar la atención hacia su protagonismo.

La alcaldesa se equivoca. Como nos equivocamos los juntaletras de este nuestro país, al caer en la trampa de la política y fijarnos más en la disputa continua que en las cuestiones realmente importantes y en los problemas de verdad. O como dice mi amigo Javier, somos tan rematadamente tontos que nos fijamos más en el dedo índice estirado hacia arriba que en la inmensidad de la luna a la que señala.