A veces los medios de comunicación deberían, deberíamos, apiadarnos de nuestros lectores, escuchantes y espectadores. Ya sé que la situación no está para dar saltos de alegría, pero es muy duro ser hoy en día un buen seguidor de lo que ocurre en nuestra Región, en nuestro país y en el mundo entero, por el afán ese, tan popular en otros tiempos, de ´estar bien informado'. Pongamos un ejemplo: supongamos que usted se acostó anoche después de ducharse, cenar y pasar una agradable velada viendo una buena película en la tele, comentándola con los suyos y picando algo dulce, un poco de chocolate, una galletita, de lo que tiene vicio, y en el que disfruta cayendo. Supongamos también que usted se acostó e hizo el amor con su pareja, quizás no el mejor momento sexual de su vida, pero si lo suficiente para que ambos pensaran que la cosa todavía funciona bastante bien. Más tarde leyó un rato ese libro tan bueno que tiene ahora en la mesilla, y finalmente apagó la luz y se durmió tranquilamente.

A las siete, suena el despertador y lo primero que hace es poner la radio que está, como siempre, en su emisora favorita. Inmediatamente una sarta de malas noticias comienza a llegarle a sus oídos. Lo del covid19 va fatal, hay tantos nuevos muertos en España, tantísimos en Europa y una pasada de fallecidos en el mundo. Los hospitales están llenos, las Ucis hasta arriba, los sanitarios exhaustos, las vacunas no van a llegar, se ha vacunado un primo de un concejal y la cuñada de un senador, saltándose la cola, han subido los contagios en el norte, se han disparado en el sur, se ha acabado el oxígeno en algunos hospitales, los países ricos se vacunan y a los países pobres les van dando. Las farmacéuticas están vendiendo dosis al mejor postor, y en Israel ya se ha vacunado el 70% de la población, mientras que aquí no llegamos al poco por ciento. Pero también estas emisoras deben darnos nuestra ración de alimento ideológico que para eso las tenemos sintonizadas, y, si con lo anterior nos habían provocado tristeza y miedo, ahora se trata de producirnos indignación, ira y ganas de tirarnos al monte. Resulta que el Gobierno está compuesto por una serie de gánsteres que quieren hundir el país, pero concienzudamente, no poco a poco, o quizás venderlo al oro de Moscú, o vaya usted a saber a qué oro, por ejemplo, al oro catalán, nombrando a Iceta ministro. Después toca la entrevista al más deslenguado de los políticos afines para que ´largue tela marinera'. Y ya, por fin, los tertulianos que suelen hacer una competición a ver quién dice la barbaridad más gorda.

Y lo mismo, pero al revés, en otras emisoras, donde se dice que Pedro Sánchez es guapísimo por más que tenga una cara últimamente que da pena verlo al pobre hombre. Y sacan a uno, o a una, que habla bien del Gobierno, sea el nacional, el autonómico o el local. Y critican a la mujer esa de Madrid que dice tanta tontería, y a nuestro paisano, tan comedido él, y al jefe de los otros, que cada día se le ve menos jefe, dicen.

Y unos se echan las manos a la cabeza porque Vox se ha abstenido en lo de los fondos europeos cuando lo que había que haber hecho, según ellos, es votar no, hundir al Gobierno y que los fondos no lleguen porque cuanta más hambre pasen los ciudadanos menos votarán a los que están gobernando, idiotas. ´Es que estos son nuevos', dicen.

Y usted, y yo, y todos esos que le damos al botón y saltamos de una a otra emisora nos vamos indignando según nos vamos afeitando, y, más tarde, quizás abramos un periódico y lo leamos de atrás hacia delante, viendo primero qué van a dar en la tele, si han fichado a Messi los del PSG, las cosas tan guapas de la Cultura, si dicen algo de lo de Paquirrín con su madre, la de las coplas, la que estuvo en la cárcel, en Sociedad, y, poco a poco ir acercándonos a la cruda realidad, que ya sé que es cruda, pero que no nos la sirvan sangrando tanto, leñe.