Perdone que le moleste, pero he llegado tarde al entierro. Supongo que ya conocerán ustedes quién ha ganado las erecciones, pero cuando escribí este artículo aún no sabíamos si era el del coñete o la del intelecto discutible. Aún no sé porqué algunos dicen que escribo de política, cuando no conozco a ninguno de los que se presentan. Ni al niño de las panzás a comer ni a la niña de las licenciaturas.

Los gerentes de los bares y restaurantes de Estrasburgo han estado orando toda la noche del sábado para que ganara el candidato pitufo. Al parecer, se agotaron los flagelos en la página web. Dicen que muchas familias dependen de sus tragaderas para poder pasar los fríos inviernos. El tío parece ser que se come hasta las esquinas de las lavadoras.

Tambien me han dicho que los radiólogos apoyaban al señor de las lorzas, porque si ganaba la princesa de la rosa se iban a quedar sin trabajo por acumulación de encefalogramas planos. Cómo son algunos, la verdad. A mí personalmente la premio Nobel me divierte y me da energías. Es un modelo a seguir por los mediocres y, cómo no, por los astrónomos. Aún están esperando el segundo Big Bang ese de Zapateitor desde que lo anunció la ínclita.

La tía ha demostrado tenerlos muy bien puestos. Después de la sarta de estupideces y tonterías que ha dicho en su dilatada trayectoria, todavía la vemos, como cabeza de lista, para ganar un sueldazo y vivir del cuento en nombre de los españoles. Eso es, querido amigo, ser muy buena en lo suyo.

A mi particular priapismo, la erecciones europeas no le dicen nada. Las películas porno allende los Pirineos me parecen un huevo sin sal. Lo que sí me ha gustado es la campaña que han montado los diferentes partidos políticos para catapultar a sus afamados lumbreras hacia Estrasburgo. Murcia es claro ejemplo de ello. La cuna del fervor partidista. Acostumbrados a exportar verduras, ahora hemos enviado un pimiento morrón al centro de Europa, para que crezca, y un señor imputado sin hambre a Madrid, porque dice que ya ha 'senado'.

Me da mucha pena saber que la mayoría de los ciudadanos no comprenden la importancia de botar. El botar a más de uno de su acomodado palacete. El Parlamento Europeo es el futuro y no nos damos cuenta. Es donde residen los que nos recortan hasta los bajos del pantalón. Y para eso es necesario que enviemos desde aquí unos afiladores a sueldo. Mejor que nos fusilen el bolsillo los nuestros, que aquí somos muy abertzales.

Estos últimos días, las calles de nuestras ciudades parecían un excalectrix. Los vehículos contratados por las diferentes formaciones para dar a conocer su programa, programa, programa, como decía Julio Anguita, pasaban día tras día por el mismo sitio. Con más moral que el Acoyano. Eso sí, los acongojados chóferes iban con las lunas tintadas.

Uno de Beniel me dice que a Uropa sólo van los listos; el tío me ha dejado pensando, descolocado, buscándole el significado a la sentencia.

Yo, el pasado domingo, voté a Torrente. Creo que es una de las personas más capaces. No hay ser humano en la arena política con un intelecto más desarrollado que el suyo. Es un número uno de la negociación. Como él no hay nadie en media Europa. Ya me lo imagino en los lavabos de señoras cerrando un acuerdo sobre la exportación de la carne en barra.

Lo que sí está claro es que estas elecciones nos han hecho sentir más europeos, mucho más. Yo ya voy, lo que se dice sintiendo, como me va entrando Europa y sus euro-sinvergüenzas por el túnel ojetal a lo sado. Se me está poniendo la aorta a punto de ebullición. Antes éramos un país de caraduras. Ahora, como nos sobran, los exportamos.

Pero, queridos amigos, anímense que ya ha pasado todo. Ya han ganado los más votados. Ya se están calmando las aguas. Volvemos a la normalidad. A nuestro paro, a nuestros sobres genoveses, a nuestros sindicalistas corruptos, a nuestros preferentistas engañados, a nuestros amados imputados, a nuestras cuentas en Suiza, a nuestros duques descarriados, a nuestras mamás asesinas, a nuestras banderas azules, a nuestras paellas por encargo, a nuestras televisiones basura, a nuestros cultos filósofos, a nuestras redes asociales, a nuestras putas en nómina, a nuestros maestros de los textos, a nuestras hijas de la ouija. En definitiva, ya no nos van a martillear con falsedades, medias verdades y huecas palabras. Ya no veremos los coches con los altavoces dando la porsaguera, las fotos de mentira en los carteles, las amables palabras. Ya han conseguido seguir viviendo de puta madre unos cuantos años más y no nos molestarán hasta las siguientes erecciones.

Así que, querido amigo, una cosa está clara: no se nos levantará hasta la próxima. Y, créame, falta un año para las erecciones municipales. Nos hacemos mayores. Como dice mi suegro, el deneí no engaña.