Conviene y es oportuno advertir que en el Primer Salón Erótico de Levante, que se celebra en Torre Pacheco, subyace un trasfondo tanto o más estrictamente cartagenero que levantino. Pues si volvemos la vista a los años 20 del siglo pasado, la figura del escritor cartagenero Joaquín Belda (1883-1935) es de por sí más que relevante como para haber propiciado la ubicación del citado Salón Erótico en la comarca de Cartagena. Sin olvidar la edición de algunas colecciones de novela corta, de efímera vida, como El Cuento Levantino (Cartagena, 1913), El Cuento Decenal (Cartagena, 1916), o La Novela Levantina (La Unión, 1921), donde encontramos contados relatos de perfil erótico; así como, más recientemente, la esporádica experimentación erótico-pornográfica del poeta José María Álvarez (Cartagena, 1942) con sus novelas La caza del zorro y La esclava instruida, finalista y premio, respectivamente, en 1990 y 1992, del concurso convocado por la colección La Sonrisa Vertical.

Pero es la obra de Joaquín Belda la que constituye, sin lugar a dudas, uno de los máximos exponentes del erotismo literario en España y allende de nuestras fronteras (traducida al alemán, francés e italiano). De modo especial en cuanto que supone, en unas fechas en las que tuvo su máximo esplendor la novela galante, erótica, sicalística o pornográfica, con destacados autores, ilustradores y colecciones específicas (La Novela Pasional, La Novela Sugestiva, Frú-Frú, etc.), sentar las bases de un erotismo pleno de humor, sátira e ironía. Es decir, un singular erotismo con el que supo establecer los límites precisos para no caer o, en todo caso, difuminar lo pornográfico en cuanto a su contenido soez y meramente descriptivo. Y para ello se sirvió de una amplia panoplia de registros retóricos: el equívoco, el juego de palabras, la comparación, la hipérbole, o la parodia, entre otros. Una serie de efectos incardinados en una peculiar ´vis cómica´ que, constantemente, jalonan todos sus relatos; aunque ello implica, justo es de reconocer, una cierta desarticulación en el desarrollo lineal y argumental de sus narraciones, sobre todo en sus novelas cortas. No obstante, el manejo de tales recursos y técnica narrativa eran del gusto de numerosos lectores de la época. Como se constata por el hecho de ser Belda uno de los autores más cotizados y con mayor número de ventas. Lo que le convirtió en un escritor prolífico, cuya producción, pese a su relativo temprano fallecimiento, a los 53 años, superaba las 47 novelas, las 85 novelas cortas, además de múltiples cuentos y artículos jocosos en periódicos y revistas. Una amplia producción no exenta de altibajos en cuanto a calidad literaria. Algo, de otra parte, que apenas le preocupaba. Pues según manifestó en más de un a ocasión, se debía a lo que sus lectores le demandaban, no preocupándole, en exceso, la perfección y elaboración estilístico-literaria. No obstante, y al decir de críticos de la época, y como se aprecia en alguna de sus novelas y novelas cortas, era poseedor de unas excelentes dotes narrativas como para haber aspirado a cotas literarias muy superiores.

Entendemos, por tanto, que la creación literaria de Belda debe ser valorada en referencia al Salón Erótico de Levante, no tanto por el conjunto de su obra sino de manera significativa porque tras sus viajes, a partir de 1924, por distintas ciudades de países extranjeros (París, Biarritz, la Costa Azul, Italia, Cuba, México o Nueva York) nos legó diversas obras, por su cosmopolitismo, merecedoras de ser atendidas como testimonio de las tendencias eróticas en esos lugares: El carnaval en la Habana, Monsieur Cornell, Una española en México, Memorias de una máscara, etc. Y a las que habría que añadir las que recrea en el mundo de la antigüedad greco-romana: La suegra de Tarquino, Alcibíades Club, etc. De tal modo que si por medio del Salón Erótico de Levante se pretende incentivar la cultura del erotismo, hoy tan devaluada, sobre todo literariamente, por el uso y abuso de la hiperponografía en Internet y televisión que están transformando la articulación de la fantasía erótica, no estaría demás un mínimo recuerdo a la narrativa de Belda en cuanto que nos ofreció un conjunto de textos capaces de activar el sobrentendido y la imaginación.