eDsde la adhesión de Portugal y España a la Unión Europea, en 1985, los dos países ibéricos dejaron de darse la espalda para colaborar en numerosos ámbitos regionales y transfronterizos, impulsados por las políticas comunes y, más tarde, por el mercado interior y el euro. La voluntad de las Administraciones y los fondos europeos han fomentado redes de transporte, infraestructuras para las comunicaciones, servicios comunes a un lado y otro y, sobre todo, las mejores condiciones con el fin de potenciar un mercado único para competir globalmente.

Con este espíritu nació hace doce años la Fundaçao Luso-Espanhola, impulsada por el profesor Ernâni Lopes, ex ministro de Finanzas con Mario Soares, y el abogado portugués de origen español, y actual presidente, José Antonio Silva e Sousa. Ocho empresas portuguesas y seis españolas, con gran presencia internacional, sobre todo en Iberoamérica, apoyaron esta iniciativa de la sociedad civil que, entre otras actividades, organiza reuniones periódicas de sus directivos, celebra los foros de Derecho bancario y empresarial, informa a los inversores sobre convenios de doble imposición, y lleva a cabo los programas Iberstud para universitarios hispano-lusos, y Fleit sobre el desarrollo de las tecnologías de la información.

La importancia que las economías de España y Portugal tienen entre sí, hace cada vez más necesaria la cooperación para convertir la Península Ibérica en un referente económico y cultural a nivel europeo y mundial. Nuestro país exporta al país hermano lo equivalente a lo que exportamos a América Latina. Y El Corte Inglés, a pesar de la grave crisis, se dispone a abrir su tercer centro portugués, en Cascais, que creará 6.000 puestos de trabajo.

Recientemente se reunió en Madrid el Consejo de la Fundación Luso-Española, en el que participaron representantes de algunos de sus patronos: GALP, EDP, Santander Totta, El Corte Inglés, y Estudio de Comunicación. Raimundo Pérez-Hernández, director de la Fundación Ramón Areces, y anfitrión del encuentro, manifestó que las dificultades actuales de los Gobiernos para mantener el Estado del Bienestar han reforzado el papel de la sociedad civil. Y puso un ejemplo. Cuando el Gobierno español redujo la financiación para sus profesores de castellano en las universidades portuguesas, su Fundación, en colaboración con la embajada de España en Lisboa, acudió a financiar este programa.

Esto no significa que la actual crisis vaya a reducir la importancia de los Estados. Al contrario, paradójicamente, como escribió en 1989 Michael Bratton, profesor de la Universidad de Michigan (Estados Unidos), cuanto mayor es el papel de la sociedad civil, más legitimados en el ejercicio de su poder se pueden ver los Estados, por favorecer buenas prácticas de pluralismo en la vida asociativa. Fundaciones, centros filantrópicos, organizaciones no gubernamentales, etc., pueden favorecer una mejor distribución del bienestar ahora que las arcas del Estado y los bolsillos de los ciudadanos están más vacíos.