Escuchen a La Lupe: Puro Teatro. Ya lo entonaba la cantante cubana: "Igual que en un escenario (...) tu drama no es necesario". Tampoco es muy imprescindible, que digamos, lo que se está viendo estos días con el caso de Daniel Sancho y la docuserie de Mario Biondo en Netflix. Los que se han convertido en protagonistas, por obligación, han sido Rodolfo Sancho y Raquel Sánchez Silva. En su caso no ha sido en los escenarios, sino en los platós o en las redes sociales.

Vale que la detención de Daniel Sancho entre en los espacios informativos de las cadenas. Por qué no. Ya se había hecho hueco a otros casos, como el de Artur Segarra, al que hace tres años el rey de Tailandia conmutó la pena de muerte por cadena perpetua -el español fue condenado por el asesinato del empresario David Bernat en Bangkok en 2016-, o el de Pablo Ibar, que tras tres juicios sigue en una prisión de Florida. El hispano-estadounidense lleva encerrado casi tres décadas por un triple asesinato que se perpetró en 1994, cuya autoría siempre ha negado. Su caso también llegó a las librerías de la mano de Nacho Carretero y a Movistar+, con el rostro de Miguel Ángel Silvestre: En el corredor de la muerte.

El caso de Daniel Sancho lo tiene todo para ser noticia: un crimen duro, un arrestado que se declara culpable, la posible pena de muerte a la que podría ser condenado en Tailandia, el hecho de ser hijo (y nieto) de un reconocido actor de nuestro país... y el morbo. Especialmente el morbo. Sentimos tanta fascinación por el mal, en general, como por tener un tema de conversación común.

Si alguien discrepa en esto último, basta con consultar los datos de audiencia, las palabras que se convierten en tendencia en los buscadores y las redes (como Tailandia), o con afinar el oído en una cafetería para escuchar qué se comenta en la mesa de al lado.

De los programas del corazón a los informativos

Además, tampoco es nada escandaloso que ocurra esto. Ya hemos visto a Isabel Pantoja abriendo informativos o a Ana Obregón en estos espacios y hasta en boca de políticos. Y había quien se escandalizaba con algunos de los pasos que daba Sálvame a Pedro Piqueras en Telecinco... Ver a Paz Padilla o a Anabel Pantoja compartiendo pantalla con el presentador y diciendo "os dejamos con Informativos Telecinco" a la vez que protagonizaban escenas surrealistas no era nada comparado con esto.

Una cosa es hacer un seguimiento de lo que está ocurriendo con Daniel Sancho en las noticias, pero... ¿hay necesidad de meter imágenes de archivo de Rodolfo Sancho diciendo lo orgulloso que está de su hijo? Uno ya no sabe si está viendo los informativos o Socialité. Es como decirle al actor de Sequía "cómete tus palabras". Como si no estuviese tragando ya suficiente: el dolor de ver a su hijo en esas condiciones, el de no reconocerlo por sus actos, el de saber encajar que merece un castigo, el de querer al mismo tiempo que sea lo más leve posible... Cualquiera sabe cómo se siente o qué mezcla de emociones carga.

Netflix 'da la cara' por Raquel Sánchez Silva

Daniel Sancho está en todas partes, pero tampoco eso significa que haya restado protagonismo a Las últimas horas de Mario Biondo, la serie documental de Netflix. Aunque, sin necesidad de participar en ninguno de los tres capítulos, el verdadero papel estelar de la docuserie es el de Raquel Sánchez Silva. Es una producción hecha a su medida, para sacar la cara en defensa de la presentadora de Falso amor, el reality emitido en... Netflix. Y era tan innecesario como las imágenes de Rodolfo Sancho en los informativos, porque la extremeña nunca ha sido condenada por nada (por si alguien todavía no lo sabe).

Habrá quien piense que, entonces, sí que era indispensable hacer esta serie, porque quien sí la ha juzgado es parte de la opinión pública, especialmente en Italia, donde la familia de su marido, que falleció en 2013, ha sido y es el azote de Raquel Sánchez Silva, y ha sembrado constantemente la duda sobre ella por la muerte de Mario Biondo en 'extrañas circunstancias', pese a que los informes forenses y las sentencias hablan siempre de "suicidio".

Sin embargo, Netflix se podría haber ahorrado Las últimas horas de Mario Biondo, porque no aporta absolutamente nada, más allá de lo que ya hemos visto. Lo normal, cuando se hace un documental, es mostrar todo y que sea el espectador quien se forme una opinión. En cambio, este es totalmente partidista. "Se ha ofrecido a Raquel Sánchez Silva participar en este documental. Decidió no hablar", reza al final de la emisión. Ni falta que hacía. Ya hablan los demás por ella.

Exponer, además de todo lo expuesto, las contradicciones de la presentadora cuando declaró en el Tribunal de Palermo no habría significado acusarla de nada. Allí dijo no conocer al traficante Nacho Leonardi, una de las últimas personas que habló con Mario Biondo. Supuestamente, ambos se habían conocido a través de ella. Asimismo, afirmó que su marido se comprometió a acompañarla a Plasencia, donde ella estaba la noche de su muerte, pero finalmente lo negó. No pudo ir, afirma también el documental, porque trabajaba al día siguiente en MasterChef.

La duda que se ha planteado siempre públicamente es si Biondo estaba solo o acompañado en el piso la noche de su muerte. Óscar Tarruella, la única voz del documental que no rema a favor de la extremeña -además de la familia del fallecido, claro-, sostiene que estaba acompañado. El criminólogo tampoco ha quedado muy contento con el resultado... Normal.

Ni rastro tampoco de dos polémicas que levantaron ampollas en su momento: que la viuda se fuera a Formentera, un viaje que tenía planeado hacer con el cámara por su aniversario, y los paparazzis la fotografiaran 'sonriendo' con sus amigos -dicen los padres de Biondo que "divirtiéndose"- o que cuando reapareció, en términos laborales, hablara de su marido y, al momento, promocionara un Sony Xperia.

La conclusión final es clara, de cara al espectador: la inquina de la familia de Mario Biondo hacia Raquel Sánchez Silva es indudable y no tiene límites. Se han hecho una tourné que no tiene fin en los platós de televisión; han puesto en duda el funcionamiento de la Justicia en España; han cuestionado todos los informes forenses y, para colmo, pronuncian frases en el documental que no los deja bien parados, como "¿con lo guapo que era no necesitaba irse de putas", dado que una de sus últimas paradas aquella noche fue un bar de alterne.

Además, el ataque hacia la presentadora es directo: "Ella le decía que tenía los espermatozoides lentos. Mi hermano no era impotente", "era diferente en la intimidad, ante las cámaras parecía afligida" o "tiene amigos muy poderosos porque es periodista". Así, la teoría de que quieren embolsarse el seguro de vida de Mario Biondo y no pueden porque su muerte fue por suicidio, de manera oficial, cobra fuerza.

Si ellos solos se retratan con todo esto, ¿por qué no mostrar también el resto de cartas? ¿Por qué no dar luz a TODAS las dudas que se han planteado durante estos últimos diez años? Según el diccionario de la RAE, un documental es "una película cinematográfica o de programa televisivo que representa, con carácter informativo o didáctico, hechos, escenas, experimentos, etc., tomados de la realidad". Pero el carácter informativo no es tal si se omiten hechos de importancia.

No es por el auge del 'true crime'

No se trata, tampoco, de pintar a Raquel Sánchez Silva como una viuda negra maligna, porque todo ha quedado muy claro: "En 10 años (2013-2023), 16 jueces españoles, 5 fiscales italianos, 2 jueces italianos, 13 peritos de parte, 2 exhumaciones, 3 autopsias. 0 condenas". Se trata de que, si la intención no es informar al 100%, sin omitir nada, es mejor no decantarse por el género documental. Igual se podría haber hecho una ficción inspirada en hechos reales.

Siempre se puede culpar al auge del true crime y lo bien que se vende. Aunque Fotogramas pudo confirmar que Guillermo Gómez, representante de Raquel Sánchez Silva durante años, es uno de los productores ejecutivos del documental, que parece patrocinado por Sony Xperia...

Una cosa es que nos fascine el mal y el morbo y otra es cómo abordarlo. Esto vale para el caso de Daniel Sancho y para el de Las últimas horas de Mario Biondo. Ay, si Truman Capote levantara la cabeza...