LA CONTRACRÓNICA

Ábalos, Sánchez y el otro lado del espejo

La ausencia del ya diputado del Grupo Mixto marcó la sesión de control al Gobierno, en la que Sánchez tiró de su manual de resistencia

Pedro Sánchez, junto a la ministra Teresa Ribera, en la sesión de control al gobierno de esta mañana.

Pedro Sánchez, junto a la ministra Teresa Ribera, en la sesión de control al gobierno de esta mañana. / EP

Roberto Bécares

18 minutos fueron los que le duró el mal trago a Pedro Sánchez. Normalmente, en la sesión de control al Gobierno, se suele quedar un poco más allá después de responder a sus preguntas. Hoy no. Tras sus intervenciones cogió las de Villadiego con su portafolio marrón. No parece estar pasándolo bien estos días el presidente del Gobierno, al que esta mañana vino a apoyar la plana mayor de su Ejecutivo. Incluso Teresa Ribera, que no tenía por qué venir. 

Entró Sánchez al hemiciclo puntual, con cara larga, mientras los ministros Urtasun y Mónica García intrercambiaban bromas, ajenos al drama del PSOE, y Feijóo, recostado a un lado, dibujaba una media sonrisa, como el que sabe que tiene todo el tiempo del mundo mientras ve hundirse el Titanic. 

El principal protagonista del día no estaba, sin embargo. El ínclito Ábalos, que ayer se negó a entregar su acta de diputado por el ‘caso Koldo’, evitó sentarse en su nuevo escaño del Grupo Mixto, donde Ione Belarradijo que será recibido, cuando venga, “con total normalidad”, con lo que ello quisiera significar. Ábalos estuvo ausente, pero presente a la vez, porque las ‘perlas’ que soltó en la entrevista que contraprogramó con Alsina, que trasladaban el asunto a un terreno tragicómico para quien lo ve desde la barrera, se convirtieron en la comidilla de los chats de periodistas. Fue más Ábalos que nunca.  

Pero volvamos al Congreso y al presidente del Gobierno, que en sus intervenciones estuvo dos tonos por debajo de lo habitual, tenso, con los ojos muy fijos en un punto, como el que tiene temor a lo que tiene alrededor, incluso cuando estaba respondiendo a Aitor Esteban sobre las conferencias sectoriales, que, por ahora, no tienen nada que ver con la trama de las mascarillas, pero vaya usted a saber.  

Realidad paralela

Fueron 18 minutos sólo, pero se le hicieron ‘molto longos’, como los 90 del Bernabéu. Y eso que tiró de Manual de Resistencia para cruzar, como Alicia en el país de las maravillas, al otro lado del espejo, habitando otra realidad paralela a la que reflejan los medios de comunicación estos días, presentando a un partido que “es implacable” contra la corrupción, que hace asumir las responsabilidades políticas “más allá de las judiciales” y no le tiembla el pulso para abrir una comisión para investigar la trama de mascarillas del que era el hombre de máximo confianza de Ábalos.

En contraposición al PP, que hace, dijo, lo contrario, “tapando la corrupción” y defenestrando a quien la denuncia. “Está usted ahí porque Casado denunció la corrupción en su propio partido”, le espetó a Feijóo Sánchez, que recordó al líder popular que destruyeron las pruebas de la corrupción -en referencia al disco duro de Bárcenas- “a martillazos”, algo que no podía pasar en este caso, porque cualquiera que haya jugado a piedra, papel o tijera, sabe que una mascarilla de papel sólo puede ser destruida con una tijera.

Feijóo salió bravo de toriles -arrancó con un “usted lo sabía y lo tapó” o “la caída de Ábalos no le protege, le desnuda”-, tan bravo que se le pasó el tiempo sin poder acabar su intervención, aunque esta vez, como en otras, no se airó mucho, que esto va para largo. De hecho, en sus interpelaciones a Sánchez y a otros ministros, los diputados del PP volvieron a sacar la trama, acusando al presidente del Gobierno de conocerla y de callarse. Los ministros socialistas estaban ya para entonces también en el otro lado del espejo, el de la realidad paralela, donde el PSOE lo hace todo bien y el PP todo mal. “Cuando tuvimos la información, colaboramos con la Justicia”, dijo Bolaños. “Me repugna la corrupción”, repitió varias veces el ministro de Justicia, al que se le vio abrumado, sabedor de la que se les viene encima y el espejo puede romperse en cualquier momento, sino está roto ya.