El delantal, un biquini y los pinceles son las armas veraniegas de la edil de Cultura y Patrimonio, María Ángeles Mazuecos. Su veraneo ha sido por fascículos, porque había que ‘rematar’ la programación de otoño e invierno del Teatro Guerra, pero también en estos días se diseña la recta final del año en cuanto a exposiciones y conferencias en cada una de las salas de la ciudad. “Y tenemos a la vuelta de la esquina el Congreso internacional de Eliodoro Puche, que se celebrará en septiembre y que estamos ultimando para presentarlo en los próximos días. Va a ser impresionante”, explicaba.

Visto lo visto, no había opción alguna a viajar, aunque Nines, como todos la conocen, no es muy de abandonar el litoral de la Región en verano. “Soy una apasionada del mar. No me busques en una piscina. Me gusta el mar, la arena, el sol… Y de toda la vida he veraneado en Fransena en Águilas y, desde hace unos doce años, en Calarreona, un lugar que me parece idílico”, relataba.

Aprovecha el verano y las vacaciones para hacer lo que habitualmente echa de menos. “Me encanta leer, cocinar, pasear… Lo que no puedo hacer a lo largo del año. Disfruto mucho del verano en familia. Para mí, es un lujo poder comer y cenar con mi hijo y con mi marido, porque el resto del año cada uno tiene sus quehaceres y es difícil coincidir a diario”. Lo que a buen seguro pocos saben es que entre sus pasiones está la pintura. Y que es en verano cuando echa a volar su imaginación para plasmarla en un lienzo en blanco. “Me gusta pintar en la playa, solo en la playa, porque la luz es impresionante. Disfruto haciéndolo en vacaciones, porque puedes coger los pinceles sin prisas y resulta la mar de relajante”.

No tiene prisa alguna en terminar el cuadro que comenzó el pasado verano. “Me gustó una vista de un pueblo de la costa italiana. Es de pequeñas casitas agolpadas con muchos detalles. El pasado verano pinté el cielo y el mar y este año estoy con el pueblo, repleto de casitas con unos colores muy vivos y mucha luz. Y es en Calarreona donde me gusta pintar. No sé si lo terminaré este verano o el que viene. Estoy disfrutándolo”, contaba.

Curiosamente vive muy cerca del presidente del Partido Popular, el edil Fulgencio Gil Jódar. “Y tan cerca, como que aparcamos uno al lado del otro y los dos vivimos en el tercero, aunque en diferentes edificios, pero en la misma urbanización. Nos vemos a diario, pero no solo en las zonas comunes, sino también en la playa”, reía divertida. Madruga y acude a Águilas a la cafetería Bambú en Las Yucas, donde también se encuentra a un buen repertorio de lorquinos. “Casi todas las mañanas coincido con Tana García Mínguez, Javi Campoy… Nos vemos cada día en Lorca, pero también en vacaciones en Águilas. Me parece de lo más divertido”.

De vuelta a casa, coge la toalla y a la carrera se marcha a la playa. Allí pasa la mayor parte de su tiempo, hasta que llega el mediodía y se mete en la cocina. “Disfruto haciendo asados, arroz… y mucha verdura”. No es de dormir la siesta, aunque alguna vez lo hace, y aprovecha estos días para reunirse con la familia. “Nos llegamos a juntar hasta más de treinta en San Juan de los Terreros, porque acuden casi todos mis primos”. Está en Calarreona, pero hace frecuentes visitas a Fransena para ver a su padre. Allí pasó las vacaciones de su niñez y juventud. “Mis veraneos eran los de los maestros, desde comienzo de verano hasta septiembre. No paraba. Era una niña un tanto movidita”, señalaba divertida.

Le gustaba bucear y estaba todo el día para arriba y para abajo a bordo de una piragua. “Íbamos nadando hasta el faro y nos tirábamos desde la Aguilica. Era un poco la terremoto de las hermanas. La promotora de todas las aventuras. Si alguien tenía que caerse, esa era yo. Si a alguien le pasaba algo, era a mí, pero claro, era porque no paraba de inventar”. Le gustaba pescar con su padre. Lo hacía en el puerto, pero también en el embarcadero de El Hornillo. “Y con el curricán”.

A ella y su grupo de amigos se les conocía en Águilas como la pandilla de Verano Azul. “Íbamos a todas partes, juntos en moto. Yo no tenía, por lo que me tocaba ir siempre de paquete. Por la mañana, a bañarnos, y después de comer, a jugar a las cartas al Hotel Madrid”. Sus vacaciones de entonces se repartían entre Fransena en Águilas y La Carolina, en Jaén. “Mi madre es de allí y aprovechábamos el verano para ir a ver a mis abuelos. Hacíamos cursos de natación y dábamos paseos, porque con el calor estábamos aletargados hasta que caía la noche. Entonces, comenzaban nuestras aventuras que consistían en ir a la plaza del pueblo y poco más”, relataba.

Está de vuelta, aunque la casa de Calarreona sigue abierta para disfrutar de lo que resta del verano. “Procuraré darme algún que otro baño en el poco tiempo que me quede libre, porque este septiembre viene repleto de acontecimientos”. Los viajes tendrán que aguardar a mejores momentos. “Aunque, de verdad, no los echo de menos, porque tenemos un mar y una costa envidiables”, concluía.