Auge del gigante asiático

El presidente palestino visita China tras la propuesta de Pekín para mediar en el conflicto con Israel

El país, que fue de los primeros en reconocer a Palestina, secunda sus reclamaciones históricas y critica las políticas recientes de Israel

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. / EP

Adrián Foncillas

Con la visita del presidente palestino, Mahmoud AbbasChina acentúa su rol de pacificadora global y su huella en Oriente Medio. No son cuestiones menores para su diplomacia tras el largo paréntesis pandémico. Abbas llega dos meses después de que Pekín se presentara como mediadora en el conflicto palestino-israelí tras haber resuelto el de Arabia Saudí e Irán y mientras se esforzaba en llevar la paz a Ucrania. No lo tiene fácil en Oriente Próximo por la misma razón que no avanza en Ucrania: influye menos en un acuerdo de paz la destreza del mediador que la voluntad de las partes.

Abbas pasará los próximos cuatro días en China y se entrevistará con su presidente, Xi Jinping. La prensa nacional le ha dedicado a su primera visita desde 2017 un espacio notable, con alusiones al "buen y viejo amigo de China" y recordatorios de que es el primer líder árabe en ser invitado este año. "China siempre ha apoyado con firmeza la justa causa del pueblo palestino para recuperar sus legítimos derechos territoriales”, recalcaba el Ministerio de Exteriores esta semana. El embajador chino en la ONU, Geng Shuang, exigía el mes pasado que Israel detuviera "las provocaciones e incursiones" en Cisjordania. La sintonía china con Palestina trasciende el protocolo.

Los intereses de China en Oriente Medio son variados. Es una zona capital en su Nueva Ruta de la Seda, la macroiniciativa comercial con el sello presidencial, y el sosiego aceita los negocios y protege las inversiones. Xi prometió más yuanes para Palestina y cooperación en una zona industrial en construcción y proyectos de energía solar. Su comercio con Israel casi se ha doblado en una década, desde los 9,8 mil millones de dólares hasta los 18,2 mil millones. Pesa también su nueva estrategia por involucrarse en la gobernanza global y a Oriente Medio, bajo la tradicional influencia estadounidense, no le escasea el simbolismo. Pekín ocupa el hueco que deja Washington, más inquieta ahora por Ucrania y el Asia Pacífico, y ha acelerado las reuniones con líderes árabes.

Precedente de Arabia Saudí e Irán

China ya apadrinó este año el acuerdo de Arabia Saudí Irán para restablecer sus relaciones diplomáticas. Ambas confiaron en Pekín, principal comprador de su crudo, y dieron la espalda a Washington. China dispuso del decorado para la foto después de que las partes hubieran dialogado durante dos años con la mediación de Irak y Omán.

El conflicto palestino-israelí es más simbólico, antiguo y complejo. Las partes no negocian desde 2014 y el cuadro se agrava sin pausa. El volumen de los asentamientos en Cisjordania imposibilita ya la solución de los dos Estados y cualquier acuerdo está trabado por la derecha beligerante del Gobierno israelí y la escasa legitimación que le queda a Abbas por tanta corruptela. La deriva y la desconfianza israelí lastran cualquier negociación.

China fue de los primeros países en reconocer a Palestina, secunda sus reclamaciones históricas y critica las políticas recientes de Israel. Su propuesta mediadora mereció los inmediatos aplausos por ambas partes pero el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, marcaba días después los límites: "Respetamos a China pero tenemos una alianza indispensable con nuestro gran amigo, Estados Unidos". Tampoco ayudan los nexos de China con Irán, vista como una amenaza desde Jerusalén.

No será fácil que Pekín apacigüe la zona pero su giro intervencionista no carece de efectos beneficiosos. Estados Unidos anunció ayer su reingreso en la UNESCO (la organización de la ONU para la educación, ciencia y cultura) tras un lustro de ausencia y el pago de los 600 millones de dólares en cuotas adeudadas. Había dado el portazo junto a Israel por la admisión como miembro a Palestina. La razón de su regreso, admite Washington, es el peso creciente de China en una organización que fija los estándares globales en sectores clave como la inteligencia artificial.