La Opinión de Murcia

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Pasando la Cadena

Casemiro y el Madrid de siempre

José Luis Ortín.

En enero de 2016 empezó la brillante historia de Casemiro en el Real Madrid. Recuerdo una columna que titulamos ‘Casemiro y diez más’, copiando a Del Bosque refiriéndose a Busquets en la selección, porque si bien el equipo de Benítez era el máximo goleador de la Liga, aún yendo tercero por detrás del Barça de la ‘MSN’ y del Atlético, también encabezaba la estadística más encajadora entre los grandes de las ligas europeas. Era el ancla que podía asegurar la defensa blanca.

Y mediada la competición, su sustituto Zidane lo vio fenomenal, dándole la alternativa y la continuidad necesaria hasta iniciar la segunda etapa más gloriosa merengue en Europa con sus tres Champions seguidas. Es cierto que el madrileño lo puso ahí antes, pero no aguantó las presiones de la grada y dicen que del propio Florentino para reconsiderar su apuesta por el entonces desconocido y rudo mediocentro brasileño. Algunos aficionados lo veíamos como uno de aquellos caballos blancos para el medio campo que siempre tuvo el Madrid, frente a quienes solo apreciaban a los finos medias puntas que tanto gustan a la mayoría y al propio presidente merengue. También recuerdo los encendidos debates que aquella circunstancia provocó entre amigos de charlas futboleras.

Era una época en la que dábamos estopa a quien llamábamos ‘Capo di tutti’ blanco, por Pérez, quien llevaba unos años intentando superar su debacle galáctica, deportivamente hablando, tras volver al Madrid después de la deshonrosa huida del club en 2006 por imposibilidad manifiesta de gobernar al amplio manojo de estrellas que aglutinó en una institución más acostumbrada a la senda del coraje y los trofeos que a la alfombra roja de las celebridades del couché.

Y ahí empezó a cuajar tanto la leyenda de Casemiro en el Madrid como los mejores años de Florentino Pérez, quien con Zidane a los mandos superó definitivamente su ramplona apuesta inicial por el Mourinho provocador y vocinglero que tan lamentables espectáculos provocó en sus tres años, con solo una Liga y una Copa que llevarse a la boca tras desembolsos multimillonarios en busca de eclipsar al mejor Barça de la historia, el de Guardiola del sextete.

Pero en el Madrid, como en la poesía de Machado, todo pasa y todo queda. Casemiro ya es historia pasada y el club hace y seguirá haciendo historia. Un buen negocio para el jugador y para el Real, sin duda, y veremos si para un Manchester United que olvidó hace tiempo aquello de cocinar a fuego lento los buenos equipos.

Y aunque en Vigo necesitó adelantarse en el marcador de penalti para vislumbrar lo que este Madrid puede dar de sí —los goles siempre son el mejor bálsamo—, su sustituto natural, Tchouaméni, dejó buenas pinceladas de las capacidades y clase que atesora: siempre en su sitio, duro, correoso, elástico y con excelente salida de balón. Más algo relevante que le distingue positivamente del brasileño: tiene solo el balón como objetivo y será bastante menos sancionado que su antecesor en un puesto clave de cualquier equipo, junto al portero, al organizador y al de los goles; la columna vertebral del fútbol.

Florentino Pérez ha aprendido con el tiempo y ahora maneja el club desde su doble función, presidir y fichar, con buen criterio y con el futuro como destino desde la realidad presente. Dirigir cualquier empresa o institución es dirigir su futuro. Dirigir el presente es solo administrar. Y ahora, el hombre orquesta blanco es excelente en ambas cosas. Lejos quedan aquellos controvertidos años en los que usó la mejor marca de España como su departamento de relaciones públicas profesional y personal. Ya ha colmado el hombre sus aspiraciones desde que llegara al Bernabéu con el nuevo siglo, cuando no lo conocía nadie y su cuenta corriente era modesta, comparada con la que se le presume ahora. Inteligencia clara, aunque haya tardado veinte años en cuajar como aspirante a encumbrar el podio madridista junto al mismísimo Santiago Bernabéu. El almanseño, sin embargo, tardó solo dieciséis, de 1943 al 59, en hacer del entonces segundón Real Madrid el mejor equipo del mundo, partiendo de casi nada y de la ruinosa postguerra civil —Pérez cogió en 2000 a un bicampeón de Europa con Sanz en tres años— y murió tan austera y modestamente como vivió. En esos aspectos son incomparables.

Los futbolistas y dirigentes pasan, como Casemiro, Bernabéu, Sanz y en su momento Pérez, pero el Madrid seguirá siendo el Real. El de siempre.

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