En esas esperanzas se mueven las aficiones de los cuatro primeros del campeonato pasado. Los dirigentes del Madrid, Barça, Atlético y Sevilla trabajan para conseguirlo y sus plantillas pelean por ser titulares o los primeros recambios. Ya no son once los privilegiados, sino quince o dieciséis aspirantes a minutos de calidad.

Esta temporada tiene, además, el acicate del inusual Mundial prenavideño, y eso hace que para los internacionales con posibilidades de jugarlo tengan una exigencia y urgencia primordial los primeros meses de competición. Es más, como consecuencia, la liga tendrá dos partes diferenciadas: el antes y el después. Por eso será tan singular como imprevisible y emocionante, aparte de estar más justificado que nunca lo de tener todas las posiciones dobladas con nivel competitivo; las segundas unidades adquieren gran relieve y de ahí el empeño de los grandes en fichar o retener calidad para el banquillo, e incluso de potenciar filiales. Esta Liga se puede hacer larga para quien la inicie sin los deberes hechos y el mercado de invierno, con el Mundial de escaparate, puede ser tan relevante como el veraniego. Más leña para el omnipresente fair play económico.

A confirmar llega el Real Madrid reforzando su bloque con fuerza y calidad en el medio campo y defensa. Por fin, el punto débil de carencia en el medio centro está cubierto por dos futbolistas de nivel. Casemiro tendrá que atarse los machos para que Tchouaméni no le arrebate su perenne liderazgo. Y atrás, Rudiger, quien sería titular adonde fuera, dota a la zaga blanca de una fortaleza incuestionable. Estará cara la titularidad y será complicado en cualquier caso hacerle ocasiones de gol.

Sin embargo, como suele suceder en estos casos, su punto fuerte Benzema puede ser también la debilidad. Cualquier contratiempo lastrará a los merengues porque las alternativas no llegan ni de lejos a la decisiva importancia del francés. Ya ocurrió la pasada campaña en partidos que pudieron ser claves, aunque luego quedaran en sustos puntuales. Pero la suerte o las confluencias de astros también en momentos clave no son santos a quienes se pueda invocar con garantías. Habrá que estar atentos a los goleadores del Mundial, por lo que decíamos, o tal vez sea Raúl de Tomás el tapado de Pérez. Un futbolista de la casa que estaría encantado de volver y quien sin las prestaciones del gabacho puede aportar goles a la potente y engrasadísima maquinaria blanca.

Revivir es lo que busca el Barça de Laporta y Alemany. Pero Xavi tendrá mucha tela que cortar en una plantilla tan remozada que hace cabalístico entrever su acople. Mezclar cantera con relumbrones de distinta escuela es complicado. Son visiones y filosofía de juego tan dispares que pueden resultar como agua y aceite. De ahí que la única apuesta segura culé sea Lewandowski. Sus goles pueden tapar incoherencias, y ahí se jugará Xavi el presente y el futuro del club, aparte del suyo propio. Está ante su prueba de fuego y con la espada de las urgencias sobre la cabeza. Si llega a noviembre descolgado, algún seleccionador que destaque en el Mundial puede ser nuevo objeto de deseo para Laporta, quien ha tirado una parte considerable del patrimonio del club por la ventana para remediar la endemoniada y ruinosa herencia deportiva y económica de Bartoméu. También él se juega, a las malas, que lo corran a gorrazos por la Diagonal hasta las Ramblas los todavía desengañados socios blaugranas.

Aunque también puede sonar la flauta por el enorme equipo que debe enjaretar Xavi; mimbres le han puesto de sobra, aunque sea otra forma de arrinconar a la Masía.

Minguella ha dibujado posibles horizontes luctuosos para el ansia diferencial barcelonista. Pueden pasar del más que un club a una irrelevante sociedad anónima si esa especie de huida hacia adelante no fructifica pronto. Año crucial para el Barça.

Simeone debe reverdecer laureles para que su estrella no siga declinando. Dos años seguidos frustrantes son demasiado para un Atlético de postín. El año pasado partía como favorito y este empezará encogido. Sin embargo, contradictoriamente, Morata puede resultar el inesperado revulsivo que enderece la dubitativa situación. El gol sigue siendo el bien más preciado del fútbol.

Finalmente, Monchi debe reinventar ilusiones empezando por cubrir el centro de la desarbolada defensa sevillista. Al pairo, Lopetegui chapotea entre tiburones confundidos; un club vendedor nunca será un grande por muchos Iscos que fiche.