En su rincón

Javier Cerezo: contagiar la alegría de vivir

Javier Cerezo en su galería de arte.

Javier Cerezo en su galería de arte. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

A medio tiro de la catedral en Murcia se encuentra la Galería de Arte Babel, una de las más prestigiosas y experimentadas de la Región. Su director y propietario es el incombustible Fco. Javier Cerezo Zambudio, una de las personas que más han impulsado la carrera de muchos artistas jóvenes, una buena persona que va regalando por doquier buen hacer y sonrisas y alegría a raudales. Su familia siempre se ha dedicado al comercio, lo lleva en la sangre: vendió telas desde joven y enseguida cambió los estampados por los colores sobre el lienzo. Hace medio siglo, empezó a salir a otros países europeos como Suecia, Francia, Alemania o Italia y a ciudades como Barcelona o Valencia, comprando y vendiendo obras de arte, fundamentalmente grabados y pinturas.

Estos días expone unas atractivas y singulares obras bajo el título de Rosalía y el Retrato como cortejo de José Carmona Ros, y tiene la trastienda repleta de obras almacenadas y en exposición de importantes autores porque ha recibido la visita de numerosos e importantes coleccionistas europeos. Distingo hermosas piezas de Cantabella, Peñalver, Balibrea, Tovar y Arribillaga, entre otros muchos y me confiesa: «muchas de estas obras me las llevaría a mi casa, pero no para siempre, yo soy un vendedor nato y no hay pieza que me guardaría para mí».

Nos tomamos un par de infusiones que acaba de hacer y nos sentamos a hablar. Como es tan inquieto, no para de hablar y a cada poco se levanta y me interpreta y dramatiza un montón de anécdotas que me va contando. Tiene don de palabra, no me extraña que publicara una novela (Doble Amanecer), ni que esté preparando otras dos. Disfruto de su locuacidad, pero de vez en cuando tengo que cortarlo porque se entusiasma con algo y a mí me quedan un montón de temas que preguntarle. «Mis raíces familiares vienen de Vizcaya y Burgos, pero nací en la casa de mi abuela en Barriomar, al empezar la carretera de Alcantarilla. Mi familia se dedicaba a la venta de textiles y yo con 17 años ya vendía corsetería», y me cuenta algunas anécdotas de sus métodos infalibles para acertar siempre con la talla de las clientas, sobre los que no me puedo extender ahora, pero me dice: «siempre se me han dado bien las relaciones humanas, incluidas las mujeres, pero eso no es tener éxito con ellas porque he tenido varias rupturas y aunque hayamos quedado como amigos, el dolor no se puede evitar».

Siempre trabajó mientras estudiaba, tanto en el instituto como en la carrera de Psicología, que nunca ha ejercido, aunque le siga interesando la indagación sobre el «alma» humana. «En el año 93 empecé a trabajar como vendedor en la Galería Babel, con mi primo Paco Cerezo y con Paco Vivo, que la habían fundando en 1991. En 1995 pasé a ser socio y director de la galería y ya en 1997 me quedé como propietario único. Mi vida como galerista siempre ha sido ir de reto en reto, reinventándonos siempre».

«Hemos pasado varias crisis y las hemos superado. Tuvimos que inventar los días de 26 horas y las semanas de 8 días», me dice con un sentido del humor y fina ironía que nunca le abandona. Y añade: «siempre hemos cuidado los clientes heredados, los clientes de la ciudad y la Región y los nuevos que hemos hecho en multitud de ferias. Hay que salir fuera a buscar el mercado y a nosotros nos ha llevado a países de Europa y, desde el año 99, a Méjico y a ferias en Miami. Es un trabajo duro, porque estar en una feria implica prepararte para ello, programar, transportar, montar, darlo todo en ellas y luego recoger y volver. No siempre compensa. La verdad es que cuando el trabajo te gusta, uno no descansa jamás, incluso cuando parece que no tienes nada estás pensando proyectos, hablando con clientes o con artistas». De sus viajes me cuenta anécdotas como esta: «en uno de nuestros viajes a Méjico, llevábamos un furgoneta cargada de obras de Yagües, Cantabella, Nicolás de Maya y otros y nos paró la policía. Nos dijo que había una ley nueva según la cual nos tenía que poner una importante multa, a no ser que le diésemos 200 pesos… Uno se extraña de estos casos de corrupción en los funcionarios de otros países, y sin embargo aceptamos otras corrupciones más grandes a nuestro alrededor», y me detalla que se salvó por un día de perder un montón de obra intervenida por aquel famoso escándalo de la operación Malaya de Juan Antonio Roca, quien le había solicitado un montón de piezas: «en España hay peligros como el de que te dejen un una gran púa. En Méjico, al menos, he visto gran respeto y cariño por el arte español, no como muchos funcionarios de nuestra Consejería de Cultura murciana, que no están preparados para trabajar sin amiguismos o para conocer nuevos artistas, aparte de los de siempre, y es que muchos se creen que están cumpliendo una misión con la historia y organizan unas exposiciones que terminan siendo invisibles para la gente. Los gobiernos, de todos los signos, tienen planes que están fuera de los intereses del ciudadano».

La conversación nos lleva a hablar de política, democracia y partidismo. «Esos que hoy se llaman liberales, esos que reclaman la libertad para tomar cervezas, pervierten el sentido de una hermosa palabra que siempre fue una alternativa al conservadurismo y la involución. Los que hoy se llaman liberales quieren desmantelar el Estado, salvo una policía y un ejército que defienda su propiedad y estatus, pero que les deje campar a sus anchar, pisoteando al que haga falta. Yo creo en el orden, la memoria y en el bien de toda la sociedad».

Me apasiona lo que me cuenta de que cuando tenía 15 años su abuelo le traspasó una caja con cartas manuscritas que había recibido, a su vez, de su abuelo. «Empecé a ordenarlas, eran de importantes personalidades de la historia, la cultura y la política españolas. Eso me ha reafirmado en lo absurdo de una guerra civil y en la necesidad de una democracia participativa, no meramente representativa». Empezó en el Arte enamorado del orientalismo y de Fortuny, le gusta la literatura y no le entusiasma demasiado el urinario de Duchamp ni los críticos que hablan más de sí mismos que de las obras de los artistas. Único y genial.