Reportaje

El efecto Matilda: Lily Renée

La dibujante Lily Renée.

La dibujante Lily Renée. / L. O.

Comencé esta serie de relatos con el propósito de visibilizar el trabajo de tantas mujeres artistas que la historia borró sin ningún tipo de contemplación hasta el punto que en pleno siglo XXI nos hicieron creer que el arte había sido solo cosa de hombres; la historia es demasiado fácil de manipular… Ahora que hace ya dos años, miro hacia atrás y siento con orgullo que necesitaría más de una vida para poder hablar de todas las que fueron, de todas las que en realidad son y sin ninguna duda siempre serán.

Hay quien cree que el dibujo es algo así como la hija pobre del arte, una disciplina que por sí misma tiene poco valor, siendo simplemente el paso previo a la pintura, aunque en realidad sin ella nada tendría sentido, pero es en ese pequeño cajón de la indiferencia donde la ilustración se ha mantenido igualmente como un arte menor, así que no hay mejor manera de celebrar que éste es mi artículo cincuenta que recordar a una de las pioneras del cómic en su Edad de Oro: Lily Renée. Ilustradora, dramaturga y escritora, incansable contadora de historias donde mujeres fuertes y valientes arriesgan su propia vida para salvar el mundo, en realidad para ella siempre fue algo así como una forma de venganza, al tiempo que una manera de vivir una vida de fantasía aunque solo fuera en el papel.

Se podría decir que el rumbo de su vida quedó en cierta manera reflejado en las historietas de sus heroínas, la realidad y la ficción parecen desvanecerse creando un mismo universo en el que estas intrépidas protagonistas nunca dejan de luchar, superando todos los obstáculos que la vida se empeña en cruzar en su camino. Disfrutó de una niñez fastuosa donde la cultura ocupó un lugar primordial, arte, música, teatro, y sobre todo el dibujo, llenaron su infancia, incluso fue elegida en un casting para hacer una película aunque su padre le prohibió seguir ese camino. Una felicidad interrumpida cuando en 1939 los nazis invaden Viena, le prohíben seguir estudiando por ser judía y comienza una locura que llevó a muchas personas de su entorno a los campos de concentración. Temeroso, su padre consigue embarcarla con la excusa de visitar a una amiga en Inglaterra y así pudo salir del país y llegar a Leeds. Con catorce años, sola, sin familia, con miedo, y sin nada, a excepción de la ropa que llevaba puesta y una cámara Leica que su padre le dio a modo de tesoro, tuvo que sobrevivir como pudo.

Durante los dos años que estuvo allí trabajó de sirvienta, niñera, vendedora de caramelos, fueron tiempos difíciles, no solo por la soledad y la incertidumbre, sino porque los propios habitantes de Leeds sentían cierto recelo hacia ella, una refugiada de aspecto desaliñado que llevaba una valiosa cámara colgada del cuello. Fue precisamente ese último regalo de su padre lo que la colocó en el punto de mira de Scotland Yard.

Uno de los cómics de Lily Renée.

Uno de los cómics de Lily Renée. / L. O.

Tras muchos intentos por encontrar un trabajo a sus padres para poder estar juntos, por fin tuvo noticias de su familia, intercambiaron con los nazis dos edificios que todavía eran de su propiedad por dos billetes en un barco rumbo a Estados Unidos. De inmediato trató de viajar para reunirse con ellos pero no la dejaron, era motivo de una investigación por ser persona sospechosa, pero finalmente consiguió escaparse en un tren nocturno a Londres y embarcar hacia Nueva York.

Alojados en un diminuto apartamento, la familia vivía una situación económica muy precaria, su madre cosía vestidos, el padre se hizo contador certificado, y Lily también contribuía con todo lo que surgía, desde pintar cajas de madera para una tienda hasta posar para ilustraciones de moda y dibujar el catálogo publicitario de los famosos almacenes Woolworth. En ese momento, finales de 1942, cuando su madre le muestra un anuncio de la editorial Fiction House solicitando dibujantes de cómics y aunque ella nunca había hecho ninguno siempre se le dio bien dibujar así que se presentó con algunos de sus dibujos, donde había uno de Tarzán y Jane; de inmediato fue contratada. En la cadena de producción de historietas, su trabajo era el más insignificante: borrar las líneas sobrantes a lápiz de los otros dibujantes antes de ser entintados. Aunque lo que realmente le interesaba a Lily era el diseño de vestuario y decorados teatrales, aquello le permitía ayudar a su familia y eso era más que suficiente, a pesar de tener que sufrir los continuos comentarios denigrantes de sus compañeros y las notas obscenas en los márgenes de los dibujos. 

Uno de los cómics de Lily Renée.

Uno de los cómics de Lily Renée. / L. O.

La presencia de las mujeres en el mundo del cómic era en general inexistente, hasta que la Segunda Guerra Mundial obligó a los hombres a alistarse y entonces ellas comenzaron a ocupar su lugar ya que había una gran demanda de estas historias. Lo que la guerra le quitó en un momento dado, ahora se lo daba ofreciéndole la oportunidad de hacerse un hueco en un mundo predominantemente masculino y su perseverancia pronto la llevó a crear unas primeras historietas para el personaje de Jane Martin, una intrépida enfermera que cuidaba a los soldados en plena guerra.

La editorial le ofrece encargarse de la serie The Werewolf Hunter, un trabajo que nadie quería hacer por tratarse de las andanzas de un cazador de monstruos, pero ella consigue convencer al guionista para cambiar el enfoque hacia esa tradición de hadas alemanas que Lily tan bien conocía, creando todo un imaginario de seres fantásticos.

Justo después, en 1944, llega el que sería su proyecto más importante, Señorita Río, un cómic que narra las aventuras de la estrella de Hollywood Rita Farrar, convertida por las noches en un agente secreto que lucha contra los nazis. Su manera de concebir las viñetas con un estilo que fusionaba el realismo mágico y sus influencias del expresionismo alemán y el nuevo uso que hizo de las cuadrículas con ángulos y perspectivas diagonales, el elaborado diseño de vestuario de sus heroínas y su capacidad para hacerlas salir de la propia estructura esquemática del cómic la convirtieron en una de las pocas mujeres destacadas de la época; aunque al firmar como ‘L. Renée’ todos asumieron que se trataba de un hombre. 

Uno de los cómics de Lily Renée.

Uno de los cómics de Lily Renée. / L. O.

Dos matrimonios fallidos la llevaron en 1949 hasta Randolph Phillips, con quien tuvo dos hijos, y un año más tarde deja el mundo del cómic para centrarse en la escritura, otra de sus grandes pasiones, aunque nunca dejó de pintar y siguió realizando alguna ilustración para libros infantiles, lo que la hizo permanecer en el olvido por más de cincuenta años. Las cosas grandes pasan muchas veces por causalidad, y así fue como el destino quiso que su nieta, al descubrir aquellas historietas contactara en 2006 con la historiadora de cómics Trina Robbins para contarle que su querida abuela era Lily Renée, y ahí fue cuando por primera vez ocupó el lugar que por derecho le correspondía, pero esta vez como mujer.