La Opinión de Murcia

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Festival

Litha Night: bienvenida nórdica en el Rock Imperium

Los fineses Moonsorrow y la danesa Amalie Bruun –al frente de Myrkur– adelantaron ayer, en el paseo del puerto de Cartagena, la celebración de la noche del solsticio de verano, pero lo hicieron a su manera:en un caso más metal, en el otro más folk, pero siempre con reminiscencias a la música tradicional del norte de Europa. Así dieron la bienvenida al Rock Imperium.

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Las imágenes del primer día del Rock Imperium: ambiente, recogida de pulseras y primeras actuaciones Iván Urquízar

Por fin. Ya es una realidad. La Región vuelve a tener un gran festival de rock y metal, y nada va a poder impedirlo ya a estas alturas. Porque la primera edición del Rock Imperium de Cartagena está en marcha. Atrás quedan el Leyendas, el Metal Lorca y alguna otra experiencia similar; aquellas citas son historia, pero la que se está celebrando esta semana en la ciudad portuaria es presente y, ojalá –por suerte, parece que todas las partes están de acuerdo–, futuro. Además, la apuesta de la promotora Madness Live! supera con creces a la de sus predecesores, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo.

Solo hay que echar un vistazo al cartel para descubrir la magnitud de la cita: con apenas un golpe de vista, enseguida llaman la atención los logos de algunas de las bandas más respetadas del panorama internacional en lo que a estos géneros se refiere (Scorpions, Europe, Whitesnake..., también grupos más modernos como Leproues). Pero la organización ha preparado un programa que, sin escatimar en decibelios, va ganando progresivamente en brillo mediático (que no intensidad, bien presente desde el minuto uno). Porque si bien la del sábado se presenta como la gran jornada de esta primera edición, la de hoy no flaquea; ni mucho menos. Como tampoco lo hizo la fiesta de presentación que tuvo lugar ayer en el escenario del Paseo del Puerto y que sirvió para, efectivamente, dejar claro que el Rock Imperium Festival ya está aquí.

Además, estos primeros compases no se plantearon como un mero aperitivo en el que un par de bandas –en concreto, Moonsorrow y Myrkur, de las que ahora hablaremos– probaran el equipo de sonido del festival (que, por cierto, rindió a las mil maravillas), sino que tenía una razón de ser. Con un alto porcentaje de bandas acarteladas procedentes del norte de Europa –donde el metal es religión–, Madness Live! quiso aprovechar la cercanía del solsticio de verano para celebrar la ‘Litha Night’, una noche de culto y celebración en la que los antiguos pueblos nórdicos se entregaban con júbilo y frenesí a celebrar la llegada del verano, y ahora, por qué no, del Rock Imperium.

Para ello, se escogieron dos propuestas que encarnaban a la perfección este espíritu: por un lado, la de los fineses Moonsorrow, que se encargaron de abrir la velada. Para los neófitos, hablamos de una de las bandas más representativas del pagan metal, aunque siempre sobre una base musical propia del black (lo que les da una potencia atronadora que hizo retumbar los cimientos del paseo). En Cartagena repasaron sus más de 25 años de trayectoria, mientras que Amalie Bruun –alma mater de Myrkur– se centró en su último trabajo, Folksange (2020), un disco con el que la danesa dio todavía más sentido a la Litha Night. Porque si Moonsorrow apostó por la brutalidad –sin perder de vista ese aura tradicional que se escapa entre la distorsión de las guitarras–, Bruun y los suyos convirtieron la noche en una auténtica fiesta del solsticio de verano con su amplia retahíla de instrumentos (acústicos) de origen escandinavo y su particular sensibilidad folk, dando lugar a un ambiente de película a orillas del mar.

Por todo ello, la de este jueves se sintió como una noche especial, mágica. Quizá no particularmente representativa de lo que hoy y mañana presenta el cartel del Rock Imperium, pero, sin duda, para el recuerdo de los muchos que allí de congregaron. Porque la ‘Litha Night’ fue, más que un concierto, incluso que una celebración; fue un homenaje a todas esas músicas que han inspirado y siguen inspirando a muchas de las bandas que hoy y mañana se subirán a ese mismo y a los escenarios de la cuesta de El Batel. En definitiva, una experiencia que transportó a los asistentes a otro tiempo, a otro mundo. Y que dejó a las claras que la espera ha terminado: que la Región vuelve a tener el festival de rock y metal que merece.  

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