Entrevista | María Cristina Núñez Parra Investigadora del grupo de Farmacología Celular y Molecular del IMIB

"Es impensable que en nuestro país se llegue a los niveles de prescripción de opiáceos de Estados Unidos"

Defiende que el uso médico de fármacos como el fentanilo "está  justificado siempre en situaciones que minimicen el riesgo de adicción"

María Cristina Núñez Parra, investigadora del la UMU y del IMIB.

María Cristina Núñez Parra, investigadora del la UMU y del IMIB. / La Opinión

Adrián González

Adrián González

La investigadora de Farmacología Celular y Molecular de la Universidad de Murcia y del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) ofrece esta tarde a partir de las 18.30 horas en la sala de ámbito cultural de El Corte Inglés de Murcia la conferencia ‘Los opiáceos: de analgésicos a la droga de una sociedad enferma’, donde hablará de temas como la adicción a fármacos como el fentanilo, sus peligros al ser consumidos como droga y la investigación sobre los posibles tratamientos que permitan disminuir precisamente su potencial adictivo.

¿Sobre qué tratará la conferencia de esta tarde?

Más que una conferencia, será una charla divulgativa e intentaré que sea lo más entretenida posible. En el tema de los fármacos opiáceos, uno de los principales problemas que condicionan su utilización clínica es el potencial adictivo que tienen. Hablaremos sobre esta adicción y del problema que se ha generado en Estados Unidos con estos fármacos como el fentanilo. También de algunos resultados que son prometedores...

Se habla mucho del fentanilo y su uso como droga, sobre todo en Estados Unidos, donde su consumo se ha disparado...

El fentanilo es adictivo, como todos los opiáceos. Su problema es, fundamentalmente, que, con una pequeña cantidad, los efectos son muy potentes. Además, es muy fácil de sintetizar, se necesita poca cantidad. Por lo tanto, es un muy buen fármaco como analgésico y muy buen sedante para su utilización clínica, pero es cierto que los estragos que causa en el mercado ilícito son muy importantes.

¿Desde cuándo se viene utilizando su uso como analgésico?

Es un opiáceo sintético, no se encuentra de forma natural. Desde que se sintetizó en la década de los 60, prácticamente desde entonces se utiliza en clínica. Al principio solo se utilizaba durante la anestesia en el ámbito hospitalario porque era muy potente. Posteriormente se han ido desarrollando nuevas formas de administración que permiten una liberación prolongada y en situaciones muy controladas. Eso ha permitido que el fentanilo se pueda utilizar ya fuera de los hospitales para el tratamiento del dolor, pero evidentemente en España, por lo menos, esto se hace en situaciones muy controladas. Necesita, por supuesto, prescripción ya no solo del médico de familia o del especialista, sino que normalmente a esos niveles ya son las unidades del dolor las que gestionan todo este uso como analgésico. 

¿Su uso en el ámbito clínico conlleva algún riesgo?

 En principio no hay problema. Es verdad que los opiáceos son los mejores analgésicos y ahora mismo no hay otros que puedan competir con ellos. Su uso clínico, siempre en situaciones que minimicen el riesgo de adicción, está justificado. El problema es cuando se consume como una droga. Al igual que ha ocurrido en Estados Unidos, cuando no se han tenido en cuenta o se han minimizado los riesgos de adicción. Normalmente cuando se utilizan con fines médicos, el ‘potencial adictivo’ se disminuye, aunque no se anula nunca. El problema que tienen en Estados Unido es que esto lo dejaron un poco de lado y prescribieron opiáceos sin, digamos, control y para situaciones para nada justificadas en medicina. 

¿Qué peligros puede suponer su consumo como droga? 

El principal problema es que la motivación de la persona va a cambiar y lo único que va a buscar es el consumo de la sustancia de la cual es adicta. Eso lo lleva en muchas ocasiones a poner en riesgo su vida, aparte de que el consumo crónico de la sustancia pueda producir alteraciones en su organismo. Se relaciona el consumo de opiáceos de forma crónica con una disminución de la actividad del sistema inmune. Así, las personas adictas dejan de valorar su vida y lo único que les importa es consumir la droga, a pesar de que saben y son muy conscientes de que ese consumo puede acabar perfectamente con su vida. El fentanilo, cuando se sintetiza de forma ilegal, no cubre ninguno de los controles de calidad. Esas pequeñas cantidades y variaciones está claro que pueden poner en riesgo su vida.

"Cuando se utilizan con fines clínicos, el 'potencial adictivo' disminuye, aunque no se anula nunca"

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¿Cree que lo que se ha vivido en EE UU con esta droga puede llegar a darse en España?

No. No digo que no pueda haber ya fentanilo, probablemente esté ya aquí en el mercado ilícito. Pero a nivel médico, llegar a los niveles de prescripción de opiáceos que se observan allí, lo veo impensable. No creo que aquí pueda hacer los estragos que ha hecho allí. Sí que es cierto que en la Agencia Española del Medicamento el consumo de opiáceos de prescripción se ha duplicado en cuestión de diez años, pero cuando miramos en la encuesta de edades, no vemos que aumente especialmente la adicción a esta sustancia. Esto se debe a que hay nuevas formulaciones y nuevas formas de administrar opiáceos que permiten hacerlo de forma más segura y sin que aumente el riesgo. 

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Hablaba antes de «resultados prometedores»... ¿Está trabajando en alguna línea de investigación sobre esta cuestión?

Nuestro grupo de Farmacología Celular y Molecular investiga los mecanismos mediante los cuales los opiáceos producen adicción y también los fármacos que puedan ser útiles para tratar esa adicción. Tenemos diferentes líneas abiertas, pero en una de ellas contamos con resultados prometedores con un grupo de fármacos, concretamente con uno que es un antagonista del receptor dopaminérgico D3. Estos resultados preliminares en modelos animales parece que demuestran que este fármaco puede ser útil para evitar las conductas de búsqueda de droga o de consumo de droga que están promovidas por la necesidad del adicto de evitar el síndrome de abstinencia.