Medio ambiente

Un laboratorio sísmico en la Falla de Alhama para predecir terremotos

Investigadores del IGME han logrado detectar picos de temperatura y de emisión de gases minutos antes de producirse un seísmo en la Sima del Vapor, una cavidad única en el mundo cuyo estudio podría ayudar a Turquía y Siria

Investigadores del IGME, en la Sima del Vapor, con Alhama de Murcia al fondo.

Investigadores del IGME, en la Sima del Vapor, con Alhama de Murcia al fondo. / IGME

Alberto Sánchez

Alberto Sánchez

Una cueva peculiar, muy característica y única en el mundo. La Sima del Vapor en Alhama de Murcia es el ‘epicentro’ de una de las investigaciones en sismología y geología más importantes de España, pero también de todo el mundo. Los investigadores del Instituto Geológico y Minero de España tratan de averiguar en esta cavidad qué señales permitirían aventurar la llegada de un terremoto. Y es que desde hace más de diez años hay equipos de científicos midiendo, analizando y recorriendo la falla de Alhama para saber más acerca de su actividad tectónica, y todo a raíz de los fatales terremotos de Lorca de 2011.

La Sima del Vapor presenta unas características geoquímicas muy interesantes para los expertos. La temperatura de la cueva está entre los 37 y 39 grados, hay poco oxígeno (un 21%) y emite unos gases que llegan desde grandes profundidades, a unos 15 o hasta 20 kilómetros, en la litosfera superior, desde donde se generan elementos radioactivos como el radón, que no supone ningún peligro para la población cercana.

Por otro lado, este gas sí que imposibilita una estancia larga dentro de la cueva (no más de nueve horas), y bien lo sabe el investigador del IGME Raúl Pérez López, una eminencia en el estudio de la actividad sísmica a nivel estatal y a quien se pudo ver divulgando el trabajo del instituto científico durante la erupción del volcán de La Palma.

El terremoto de Turquía fue 1.500 veces menos energético que el de Lorca en 2011, según las mediciones del instituto

Los análisis y la toma de datos realizados hasta ahora han permitido obtener un primer avance a la hora de perfilar qué señales son válidas para prevenir un movimiento de la tierra. Con la peculiaridad de esta cueva ubicada en el cerro de Alhama de Murcia, los científicos han registrado picos de temperatura dentro de la cavidad, así como un aumento de las emisiones de gases de dióxido de carbono y radón, minutos antes de que se produjera un movimiento de las placas tectónicas.

Operarios trabajando para realizar prospecciones en Alhama.

Operarios trabajando para realizar prospecciones en Alhama. / IGME

Sincronizar los medidores

Sin embargo, esta alerta en forma de calor y gases que llega desde las profundidades de la corteza terrestre también se ha ‘activado’ poco tiempo después de originarse un terremoto. «Debemos ser capaces de sincronizar los medidores dentro de la cueva con el sistema central del Instituto en Madrid para obtener resultados más exactos que nos permitan anticiparnos a un terremoto», remarca Pérez. A esto se suma la necesidad de obtener «series temporales de datos más largas».

La emisión de estos datos a tiempo real es uno de los objetivos que se marca ahora el equipo que estudia la cueva, que ha recibido una dotación de 150.000 euros del Ministerio de Ciencia para continuar con esta labor. Otro de los objetivos es continuar con los sondeos a lo largo de la falla de Alhama para medir a 60 metros de profundidad la emisión de gases. Hay uno realizado en Lorca, otro previsto en Puerto Lumbreras, y la intención es llevar a cabo un tercero. «No somos capaces de parar un terremoto, pero queremos ser capaces de poder predecirlo», una tarea enormemente difícil para la comunidad científica pero donde puede jugar un papel esencial la Región de Murcia.

El investigador Raúl Pérez, en la Sima del Vapor.

El investigador Raúl Pérez, en la Sima del Vapor. / IGME

Trasladar resultados

La falla de Alhama es un ejemplo a nivel mundial en el campo de la sismología. Tras el seísmo que ha asolado varias poblaciones de Turquía y Siria hace escasos días, la atención de los geólogos se centra en la fractura que se ha producido en la falla, apreciable a nivel de superficie. Una situación similar sería complicado que se diera en el Valle del Guadalentín «ya que no hay evidencias», remarca Pérez, de que se pueda producir una rotura parecida del terreno. Aunque, por la profundidad y los 90 km de longitud de la falla de Alhama, sí se pueden llegar a disparar terremotos de magnitud 6 (el de 2011 alcanzó los 5,1 grados). «El terremoto de Turquía fue 1.500 veces más energético que el de Lorca», explica el científico del IGME.

El equipo de científicos trata de validar señales geoquímicas que ayuden a aventurar un movimiento sísmico

La ministra de Ciencia, Diana Morant, se hizo ayer eco de estas investigaciones: «La ciencia pública española está desarrollando un proyecto pionero para predecir actividad sísmica y anticipar catástrofes. En caso de éxito, y si se dieran las condiciones adecuadas, el estudio podría exportarse a otras zonas y anticipar terremotos como los de Turquía y Siria». Las señales geoquímicas que se validen en la sima de Alhama, ya que es la cueva natural más radiactiva de España por la presencia del gas radón, se podrían emplear en otras zonas del mundo con una elevada actividad sísmica, pero para ello haría falta encontrar cavidades que reúnan unas condiciones similares.

Raúl Pérez: «No somos capaces de parar un terremoto, pero queremos ser capaces de poder predecirlo»

«Creo que a todos nos gustaría ir a explorar ese terreno», donde entran en contacto la placa Arábiga y la subplaca de Anatolia. «La compleja situación en la zona, con conflictos bélicos de por medio, hacen bastante imposible que se puedan trasladar allí grandes investigaciones», aclara Raúl Pérez. El científico tiene que volver al Guadalentín para recoger los últimos datos obtenidos en la sima y en el sondeo de Lorca.

Handicaps

Las dificultades, o «handicaps» como los denomina el investigador geológico, están en los propios materiales. «Hay sensores que se rompen en la cueva, pilas sulfatadas, hemos tenido problemas en aclarar los rangos de medidas...», señala Pérez, que también recuerda inconvenientes como el robo de aparatos del IGME en los diferentes trabajos que se llevan a cabo en toda la comarca y hasta Almería.

El Instituto analizaba a finales del pasado año muestras de agua obtenidas en el sondeo de Lorca para estudiar la presencia de gas radón a determinadas profundidades. En paralelo, también intentan «determinar la posición de la traza de la falla de Alhama en profundidad», así como la composición química de la roca que compone esta rotura.