Opinión | La Feliz Gobernación

¿Dónde está Joselu?

Joselu celebra uno de sus dos tantos ante el Bayern.

Joselu celebra uno de sus dos tantos ante el Bayern. / EFE

No sabía yo que el Madrid tenía un jugador invisible, al que los comentaristas nunca nombran, que la noche del miércoles salió de las sombras para marcar los dos goles que remontaron al triunfo. A lo largo de varias semanas he visto los partidos del Madrid que había que ver y puedo prometer y prometo que no sabía nada de la existencia de Joselu.  

Joselu. Un nombre de club de los años 70 o de equipo contemporáneo de Segunda División. No tiene la resonancia de esos otros timbres de la aristocracia madridista: Vinicius, Camavinga, Bellingham, Modric o incluso Carvajal. En medio de tanta sonoridad sonora, que diría el poeta, aparece providencialmente Joselu y marca dos goles en cero coma, al mismo borde del llanto y el crujir de dientes. Un ángel, producto nacional, es decir, bien escaso, con sendos balones en cada ala. 

Joselu es el as en la manga, uno que pasaba por allí, el que no se le espera pero está, el que brega pero no brilla. Encima es auténtico, porque lleva un nueve y no es falso. Si desesperado miras al cielo para rogar el maná, te cae Joselu. Es Clint Eastwood disparando a la soga en el instante en que arrean al caballo. La pesadilla de Jota Jordi, la viagra de Roncero, el calmante de Florentino, el de la desaladora. Es quien detiene por unos minutos el tráfico de influencias en el palco del Bernabéu. El Madrid acababa el partido con la canción de Telefónica: ir a bailar sin saber qué canción va a tocar, y la tocó Joselu. 

Joselu es el tertuliano que no lleva el carné en la boca, el mitinero que no mete más fango, el político que se atreve a decir una verdad, el estudiante que se manifiesta contra un genocidio, el ciudadano que expresa solidaridad con el inmigrante, la mano que se une a otras para hacer un corro alrededor del Mar Menor. Es decir, lo inesperado, lo excepcional, la feliz sorpresa que nos saca del pasmo y del entontecimiento. Aquello que creemos que no puede suceder y, sin embargo, sucede. La chispa de la vida. 

Ignoramos su presencia por la intensidad de lo otro, pero Joselu existe, está ahí, juega el partido y a veces lo resuelve. Necesitamos un regimiento de Joselus.

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