Opinión | Erre que erre (rock 'n' roll)

Cuidar a los que te cuidan

No se me ocurre nada más ridículo que sentirse superior por una cuestión genética, lo de mostrar odio explícito es de ser un indeseable

Unsplash

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De poco sirve un gesto de protesta colectivo como el que hemos tenido en el centro de salud donde trabajo si la prioridad de un país no es que tanto la sanidad como la educación sean absolutamente preponderantes.

Nada puede dar más valor a una sociedad que experimentar con certeza el cumplimiento de las necesidades humanas si estas logran una convivencia pacífica y cargada de oportunidades para progresar. Dicen que saber retroceder también puede resultar un ejercicio de sabiduría, pero si el impulso resultante, tras dar un paso atrás, es para patear fuertemente a un igual por una cuestión racial, no me valen prendas.

La discriminación étnica entre seres humanos, los únicos, por cierto, capaces de pronunciarse en tal idiotez, es la expresión máxima de un retraso mental extremo, aderezado con la inseguridad de no sentirse por encima del que tiene una piel diferente y, permítanme, altas dosis de miedo y cobardía. No se me ocurre nada más ridículo que sentirse superior por una cuestión genética, lo de mostrar odio explícito es de ser un indeseable. Porque el racista es solo eso, alguien completamente infame cuya exacerbación es equivalente a ser gilipollas integral, sin escala moral adecuada y sin un mínimo de conciencia ni holgura en una sociedad creada por tres culturas.

Si además ese individuo, que bastante tendrá con aguantarse a sí mismo, es capaz de agredir a una mujer médico, que acude rauda y veloz a atender una llamada de socorro para auxiliar a alguien enfermo, es tonto a las tres y merecedor del peor de los castigos posibles: no tener acceso en su mediocre vida al lujo que supone una sanidad universal, pública y gratuita como la que tenemos en este país.

La profesión sanitaria se ejerce desde una perspectiva humanitaria y compasiva, el compromiso queda patente desde el primer segundo en el que se tiene delante a un paciente. Y este agresor en potencia sabe que si mañana vuelve a necesitar la atención de una ‘negra de mierda’, la tendrá. Porque la ética profesional de esta negra no contempla otra disciplina que no sea la filantrópica y misericorde.

Así pues, me permito la licencia de darles un consejo: cuiden a quien les cuida, o tal vez un día puede ser demasiado tarde. Son muchas las columnas que he escrito sobre agresiones a profesionales de la salud; demasiados los insultos y vejaciones que, lejos de cesar, aumentan cada día casi con total impunidad. Es tan necesaria la concientización entre la población que asusta. Nunca sabes que tipo de energúmeno puede estar esperando para cubrirse de gloria.

Solo en el centro de salud dónde ha ocurrido este lamentable hecho, otras dos doctoras han pedido traslado debido a una situación de insultos y amenazas continuadas.

La ecuación tristemente no falla, mujer y negra, independientemente de que sea la mejor en su oficio. ¿Quién da más para que un psicópata, racista y machista comience a salivar?

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