El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu ha impuesto fianzas de 16 y 3 millones de euros a los expresidentes de Caja Madrid Miguel Blesa y Rodrigo Rato, respectivamente, para asegurar las responsabilidades pecuniarias y les concede tres días para pagarlas si no quieren ser embargados.

El magistrado ha tomado esta decisión a instancias de la Fiscalía Anticorrupción al considerar que las conductas de los imputados se podrían tipificar como un delito continuado de administración desleal, que sanciona a los administradores de una sociedad que causen perjuicios, con abuso de las funciones propias de su cargo, han informado fuentes jurídicas.

Para calcular la cuantía de las fianzas se ha tenido en cuenta el dinero que durante su mandato como presidentes se gastó de forma presuntamente ilícita, más el 25 % mínimo de más que recoge la ley que se puede imponer, una cifra que alcanza los 16 millones para Blesa y los 3 millones para Rato.

Así, en el caso de Blesa, los gastos cargados en total a esas tarjetas ascendió a 12,5 millones y en la de Rato a 2,6 millones.

La cuantía de estas fianzas sirve para asegurar las responsabilidades pecuniarias, que comprenderían tanto la responsabilidad civil como las multas que se puedan imponer en el procedimiento en caso de ser condenados.

Andreu les ha dado tres días hábiles para que depositen esas cantidades con el apercibimiento de que si no lo hacen en este plazo de tiempo se procederá al embargo de sus bienes.

Blesa y Rato han declarado ante el juez Andreu como imputados durante algo menos de una hora por el escándalo de las tarjetas opacas, con las que 83 exconsejeros y exdirectivos de la entidad cargaron 15,5 millones entre 1999 y 2012, de los que 15,25 millones fueron sufragados por Caja Madrid y el resto por Bankia.

La declaración de Rato

En su declaración, Rodrigo Rato ha asegurado que la tarjeta para uso personal que se le entregó el primer día que llegó a la entidad formaba parte de su retribución y estaba sujeta a retención fiscal como cualquier otro concepto salarial.

"La tarjeta era un instrumento de pago que formaba parte de mi retribución salarial y como tal la acepté". Por lo tanto, argumenta, estaba incluida en su salario y respondía a su contrato.

Además, siempre según su versión, en su declaración de esta tarde en la Audiencia Nacional ante el juez Fernando Andreu, ha explicado que la tarjeta estaba sujeta a retención como cualquier otro concepto salarial, "siendo plenamente coherente" con su retribución neta anual.

Rato, que no obstante ha devuelto los gastos cargados a Bankia y ha consignado los asumidos anteriormente por Caja Madrid, sostiene que la tarjeta era un instrumento de pago "público y conocido" que se había adoptado para los miembros del consejo y del comité de dirección de la caja desde hacía "al menos 15 años".

La tarjeta era nominativa y estaba emitida por Caja Madrid en un contrato estándar con visa, con lo que sus movimientos quedaban "perfectamente registrados" y "no podían ser, en ningún caso, ocultos".

La tarjeta para uso personal, al margen de la de representación, se entregaba a cada beneficiario "a iniciativa de la entidad como instrumento de pago de una parte de sus retribuciones", ha añadido.

Rato ha trasladado que la entidad conocía el uso detallado de la tarjeta y tenía en su poder, "como se ha comprobado", el detalle de cada operación, y era el departamento tributario y fiscal de la entidad el responsable y el encargado de aplicar las retenciones a las tarjetas y al conjunto de las retribuciones.

"Como con el resto de mis retribuciones por distintos conceptos, siempre di por hecho que lo que gastaba con la tarjeta en cuestión formaba parte de mi retribución global y que tanto ésta como sus retenciones estaban incluidas en mi certificado anual de retenciones, como no podía ser de otra manera al formar parte de mi salario", ha subrayado.

El también ex director gerente del FMI ha contado que Caja Madrid dio de alta su tarjeta el día de su incorporación a la entidad y, tras la creación de Bankia, fue ésta quien procedió a dar la baja el mismo día de su dimisión como presidente de este último grupo.

"Era, claramente, una tarjeta conocida, controlada y ligada al cargo", y quedó anulada junto con la de gastos de representación el mismo día de su marcha, cuando renunció a cualquier indemnización que legalmente le pudiera corresponder, incluida la de dos anualidades que figuraba en su contrato por no concurrencia.

En su declaración, el exministro ha asegurado también que en ningún momento durante su presidencia ningún responsable ejecutivo o consejero le planteó dudas o cuestiones sobre las tarjetas ni sobre las partidas en que se contabilizaban los gastos de las mismas.

Defiende que ha actuado, "en todo momento", conforme a la normativa de las entidades y muestra su total disposición a colaborar con las entidades legales o regulatorias pertinentes.

Eso sí, añade que, "si, al parecer, en una inspección realizada en 2007, Hacienda planteó la necesidad de que estas tarjetas no fueran contabilizadas como gasto de la entidad", a él jamás se le hizo llegar esta circunstancia ni se lo planteó ningún miembro de la entidad.

Rato ha aprovechado también para explicar que la fusión de Caja Madrid en BFA, la matriz de Bankia, no supuso extender la práctica de las tarjetas para usos personales a otras personas, consejeros o ejecutivos, procedentes de las otras cajas.

Por eso, sólo tres ejecutivos, "todos procedentes de Caja Madrid", mantuvieron la tarjeta hasta 2012, "a la espera de definir un futuro modelo retributivo homogéneo" para todo el grupo.

La declaración de Blesa

Por su parte, Miguel Blesa ha defendido la legalidad de la tarjeta a la que cargó 436.688,42 euros porque era un complemento retributivo "de libre disposición" a su sueldo, aunque ha dicho que ha regularizado su situación ante Hacienda al comprobar que sus declaraciones no eran correctas.

El exbanquero ha afirmado que las tarjetas presuntamente opacas e institucionalizada en la caja desde mucho antes de que tomara las riendas en 1996, han informado fuentes jurídicas.

Asimismo, ha añadido, según las fuentes consultadas, que él jamás entregó a nadie ninguna tarjeta porque era una cuestión del departamento de Recursos Humanos y que aunque, sí que les dio su visto bueno, él no tomaba ningún tipo de decisiones y elevaba el asunto al comité de medios.

Preguntado por el fiscal por la cuenta "de fraudes" a la que se cargaban de manera manual todos los gastos generados por las tarjetas B de los 86 exconsejeros y exdirectivos de la entidad, ha subrayado que "no hay ninguna cuenta opaca" porque todo es visible a "quien lo analiza" y que la Auditoría Interna lo debía de conocer.

Blesa ha aportado datos concretos de actas anteriores a su llegada, facilitadas por la Fundación Caja Madrid, en las que se menciona la emisión de unas tarjetas para consejeros y miembros de la comisión de control, pero que no incluía a directivos, como después ocurrió.

Así, se ha remitido a una acta de la comisión ejecutiva del 23 de mayo de 1988, bajo la presidencia de Jaime Terceiro, otra del consejo un día después, el 24, en el que se delegó en el presidente el establecimiento de un sistema de aumento de retribución para consejeros al margen de dietas.

Posteriormente, en 1994, se estableció que fuese Recursos Humanos el departamento que propusiera estas tarjetas, que las aprobaba finalmente el Comité de Medios y que las entregaba su entonces director, Manuel Gutiérrez, y él se limitaba a dar su visto bueno a las cuantías.

A preguntas del fiscal Anticorrupción Alejandro Luzón, Blesa ha asegurado que nunca fue consciente de que el importe que tenía asignado no se incluyera en su certificado de retenciones.

En todo caso, ha añadido, suponía solo un 2 % de su retribución, que en su último año al frente de Caja Madrid ascendió a 3,5 millones.

Pese a que no alcanza a entender por qué debería devolver los más de 430.000 euros de los que disfrutó al tratarse de una retribución complementaria a su sueldo, ha subrayado que ha regularizado su situación desde el punto de vista fiscal al darse cuenta que sus declaraciones no eran correctas tras el estallido del escándalo.

Según las fuentes consultadas, el exbanquero ha insistido en todo momento en que nunca nadie le dio explicaciones sobre la manera en que se gestionaban las tarjetas, a lo que el fiscal le ha respondido con dureza: "las explicaciones las tiene que dar usted".

También se ha interesado el fiscal por si el Banco de España conocía este sistema, a lo que Blesa ha contestado que él no se ocupaba de las relaciones con el supervisor pero que suponía que alguien se lo habría comunicado.

La declaración de Barcoj

Antes de la declaración de Blesa y Rato, el juez ha podido escuchar al ex director financiero de Caja Madrid Ildefonso Sánchez Barcoj, que se ha desvinculado de la creación de las tarjetas opacas de la entidad con la que 86 exconsejeros y exdirectivos cargaron 15,5 millones de euros entre 1999 y 2012.

Durante su interrogatorio, que se ha prolongado durante una hora y diez minutos, Barcoj ha asegurado al magistrado que esta práctica ya existía cuando él ingresó en Caja Madrid en la década de 1980, han informado fuentes jurídicas.

Asimismo, ha alegado que sus gastos correspondían al ejercicio de sus funciones, y ha incluido sus viajes, como uno que realizó al centro de Europa coincidiendo con el cierre del mercado.

Barcoj ha llegado a la Audiencia Nacional poco después de las 14:30 horas en taxi, vehículo en el que también ha abandonado el tribunal a las 16.25 horas.

Tras su declaración, el antiguo directivo de Caja Madrid ha declinado dar a Efe su versión de los hechos.

Según la documentación que obra en manos del juez, Sánchez Barcoj no solo era el principal responsable de la gestión de las tarjetas, sino que fue su principal beneficiario, cargando 484.200 euros a Caja Madrid y otros 98.789 a Bankia, que ya devolvió.

También se ofreció a devolver lo sufragado por Caja Madrid a la Fundación del mismo nombre, heredera de la obra social de la entidad, pero terminó por consignar la cifra en una cuenta del juzgado de Andreu.

En el escrito en el que acompañaba el cheque, ya se desligaba de la gestión de esta tarjeta al afirmar que se le entregó como un complemento "muy poco significativo" de su salario y que ya se usaban en los años 1980.

Además, subrayaba que es "rotundamente falso" que haya intervenido en la creación de las tarjetas, "oportunidad de su uso, determinación de las personas a las que debía asignarse, límite económico anual y la forma con que habrían de ser utilizadas".