El Real Murcia es el nuevo líder del grupo I. Ahí, al frente de la clasificación, le verán ustedes hoy. No solo ustedes, también los asturianos, cántabros, gallegos... que sigan habitualmente la Segunda B. Si los granas ya imponen por nombre, su nueva condición posiblemente hará que den miedo. Sin embargo, una cosa son las impresiones, y otra muy distinta la realidad. Todo lo que el Real Murcia, que ayer se veía beneficiado por el empate del Logroñés y la derrota del Oviedo, manda en la clasificación; queda en muy poco sobre el terreno de juego. Lo reconoce José Manuel Aira y ha quedado patente en las últimas jornadas. Frente a rivales frágiles e inseguros, que, como diría Joaquín Caparrós, vienen a Nueva Condomina a que no les pasen por encima, el Real Murcia no es capaz de dar el golpe sobre la mesa que tanto necesita para creérselo, para dejar atrás su papel de patito feo y descubrirse a sí mismo como un precioso cisne.

Bien es cierto que cada semana el equipo de Aira, con un esquema o con otro, sale a ganar. Su comportamiento en los primeros minutos es de un niño lanzado a descubrir el mundo, que se siente cómodo con cada paso que da. Ayer, con Carrillo como novedad en el once, volvía a ocurrir. La primera media hora solo tuvo un color, el grana. Era tanta la superioridad de los locales, que parecía que solo existía un equipo sobre el campo. Todo el juego transcurría en el terreno de juego de los gallegos, que más que jugar actuaban de pared. Repelían como podían los golpes, pero no daban ni un solo paso al frente.

A los cinco minutos muchos veían el 1-0 en el electrónico. El árbitro señaló penalti por unas manos dentro del área y Javi Flores, llamado a convertirse en la gran referencia ofensiva de los murcianistas, cogió el balón y lo colocó cuidadosamente sobre el césped. Pero su disparo fue tan tímido que hasta Reguero se sorprendió de la facilidad con la que lo detuvo. La historia de Compostela se repetía.

Pese a ello, el error no pasó factura a los de Aira, que continuaron comiéndose al Somozas en el centro del campo. Solo faltaba lo de siempre, el último pase, la cerilla que encienda la mecha. Pero esta vez no hizo falta esa asistencia para abrir el marcador. Diez minutos después de desaprovechar el penalti, Flores cogía el balón en la banda y, sin apoyarse en nadie, fue abriéndose hasta tomar posiciones. Cuando se encontró cómodo, envió el esférico allí donde Reguero no podía hacer nada. Un gran gol que tapaba y de qué manera el desacierto anterior.

El Real Murcia, que desde la jornada 1 no marcaba un tanto tan temprano, lo tenía todo a favor para convertirse en el rey de la fiesta, para brindar la primera gran victoria a una afición falta de besos. Una goleada para alejar el sufrimiento. Y, viendo el planteamiento del Somozas, todo parecía posible. Diez minutos después del gol, en una acción a balón parado, la cruceta repelía un remate de Sobregrau. Javi Flores quiso aprovechar el rechace, pero era tal el lío formado en el área que el esférico prefirió huir a territorio más tranquilo.

Tan malo es no creérselo que creérselo. Y el Real Murcia vive un momento en el que aún no sabe quién es. El equipo dominador pasó en un momento a ser dominado. Era como una marioneta de cuyos hilos no tiraba Aira sino el Somozas.

Los gallegos despertaron y se dieron cuenta que el Real Murcia no sabe mandar, que cuando le aprietas un poco se pone nervioso y no es capaz de dar tres pases seguidos. Como esos hombres que nunca llevarán los pantalones en casa. Armando y Garmendia, que ayer de nuevo ganó la partida en el once a Arturo, desaparecieron; todo el equipo dio un paso atrás, convirtiendo a los visitantes en locales. Aunque claro, otra cosa muy distinta, es que los gallegos, muy limitados, pudieran superar la línea defensiva murcianista. Héber y Antas apenas calentaron los guantes de Fernando.

Pero con un resultado tan corto todo podía ocurrir. El paso por vestuarios afectó todavía más al Real Murcia. La desidia hacía presagiar lo peor. Y en una falta lateral, Jordi Martí despertaba de golpe a los granas. El empate a uno ensuciaba un partido que parecía ganado incluso antes de que Javi Flores abriese el marcador.

Por una vez en doce jornadas, la efectividad se alió con los murcianistas. En la jugada siguiente a la del tanto del Somozas, Carrillo se inventaba un gran control y con una de esas asistencias que es medio gol servía para que Joseba Garmendia se estrenase como goleador murcianista.

Con la lección aprendida, el Murcia no volvió a dar un paso atrás. Aunque, con la nueva ventaja, tampoco fue capaz de tranquilizar el juego y combinar, eso que tanto reclama Aira desde el principio de temporada. Y es que el centro del campo murcianista no es capaz de aportar tranquilidad, de convertirse en la vela que ilumine el camino al área contraria. Sin embargo, la entrada al campo de Jairo, primero, y de Arturo, después, demostraron que nadie quiere quedarse atrás, que todos están dispuestos a luchar por la titularidad. No aprovechó el arreón final Gerard Oliva, que volvió a dejar patente que a los delanteros les sigue fallando el olfato.