Los estudios no mienten. Universidades de todo el mundo, realizando rastreos y comparativas internacionales, han llegado a una conclusión: cada millón de habitantes produce 3000 perros abandonados cada año.

En sus informes añaden que es cuestión de conciencia. Por eso, los países con un nivel formativo más alto y una mayor concienciación cívica son los que, tradicionalmente, menos animales abandonan. En esos países, como por ejemplo Holanda, Bélgica o Alemania, puedes encontrar albergues o refugios de animales, prácticamente, vacíos. Los únicos perros o gatos que acogen son, principalmente, el de aquellos que pertenecen a personas fallecidas o ingresadas en centros especiales que carecen de familia.

Veamos, en España hay 47 millones de personas. Aplicando las matemáticas y la estadística antes mencionada, nos encontraríamos con el dato de que aquí se abandonaría algo más de 140.000 animales al año. Sin embargo, el dato es falso.

Las distintas fuentes, fundaciones e instituciones públicas que cada año intentan acercarse a la cifra real de animales abandonados, establecen que en nuestro país se abandonan anualmente 300.000 animales abandonados. Aunque, desgraciadamente y de nuevo, el dato es incierto. En esta última cifra no se contabiliza a todos los animales que alguien se encuentra y se queda en su casa, ni a todos los miles que acogen albergues que funcionan sin estar oficialmente dados de alta y, tampoco, a los cientos de miles de perros y gatos atropellados en las carreteras españolas cada año, que mueren en las cunetas contabilizados al peso como toneladas de desechos y basura.

Nuestros datos doblan y triplican los de otros países, por eso rompen y elevan la media. Al fin y al cabo, ya se sabe cómo funcionan las estadísticas: si tú tienes 10 coches y yo ninguno, los dos tenemos cinco.

Por tanto, dos cosas están claras. La primera es que somos una potencial mundial en aban-dono de animales. La segunda es que no, no es cuestión de dinero, es una cuestión, sobre todo, de educación.