25N

En el corazón de una casa de acogida para mujeres maltratadas de Murcia: "Aquí somos libres y hermanas"

"Esto es un piso compartido donde hay normas, horarios, reparto de tareas y turnos", explica Toñi García, responsable de la asociación Beto

25 víctimas de violencia machista y 15 niños se refugian en estos momentos en una de las 15 viviendas de la Comunidad

Las mujeres se abrazan, serenas, en la terraza de la casa de acogida Beto mientras atardece en la huerta murciana.

Las mujeres se abrazan, serenas, en la terraza de la casa de acogida Beto mientras atardece en la huerta murciana. / FRANCISCO PEÑARANDA

Ana Lucas

Ana Lucas

Malyna (nombre ficticio) tiene 44 años y hace siete que salió de la casa de acogida de Murcia en la que entró para refugiarse de la violencia que ejercía sobre ella el que era entonces su compañero sentimental y padre de su hija. «Tuve la opción de quedarme en la casa en la que estábamos de alquiler, pero preferí irme», rememora la mujer, que encontró, entre las paredes de la vivienda, «apoyo moral y una forma de dejar atrás el miedo». Su hija cumplió 4 años al poco de entrar en la casa: ahora tiene 11. 

Aunque Malyna ya no vive en el hogar que le sirvió de refugio (reside en un piso de alquiler y trabaja como envasadora de limones) no ha perdido el contacto con su familia de Murcia (sus parientes carnales están en Bulgaria). «Las compañeras se quieren como si fuesen hermanas: se crea un vínculo tras la convivencia aquí, se crea una familia», subraya María Antonia García, presidenta de la Asociación Beto. García, que lleva más de dos décadas volcada en ayudar a mujeres que lo necesitan, coordina en una pedanía murciana la casa de acogida que abrió sus puertas a La Opinión a propósito del 25N. Un hogar en el que Malyna aprendió «a poder ganarme la vida sin miedo y a salir adelante», afirma.

En la casa, con vistas a la huerta y al monte, las mujeres (algunas de las cuales viven ahí con sus hijos menores) asisten a talleres de habilidades sociales, costura, cocina y empoderamiento. El fin: que sean conscientes de que son válidas. Educadoras, voluntarias y una traductora (muchas son extranjeras) las ayudan a formarse para su futura inclusión laboral. «Se les enseña a tramitar documentos y papeles y se les trabaja la autoestima», manifiesta la coordinadora del hogar. 

Dos mujeres, en una de las estancias de la casa que Beto tiene en el municipio de Murcia.

Dos mujeres, en una de las estancias de la casa que Beto tiene en el municipio de Murcia. / FRANCISCO PEÑARANDA

«Esto es un piso compartido donde hay normas, horarios, reparto de tareas y turnos», enumera María Antonia García, que añade que «los talleres obligatorios son los de habilidades sociales y empoderamiento». 

«Desayunamos, comemos y cenamos todas juntas», desgrana la responsable de Beto, al tiempo que precisa que «a las once de la noche, la puerta se cierra». Actualmente son ocho las mujeres que residen en este lugar. En el conjunto de la Región, hay en estos momentos 25 víctimas (con 15 menores a su cargo) viviendo en 15 casas de acogida, según los datos facilitados por la Consejería de Política Social.

Maltratadores en la puerta

García admite que más de una vez se han visto en la coyuntura de que algún ex violento se ha plantado en la casa. «Una vez vino una chica de Alicante con sus dos hijas, la trajeron a Murcia por seguridad: vino el marido y vino el suegro, hechos unos energúmenos», rememora una mujer que no se achanta ante este tipo de hombres violentos. No quiere trasmitir miedo a las habitantes de la casa.

Una de ellas es Fátima (nombre ficticio), de 32 años, a la cual su esposo ya golpeaba en su Marruecos natal, antes del llegar a España. «Me rompió la mandíbula ahí», detalla. Tras denunciar lo que le pasaba y pedir ayuda, gracias a Beto encontró «otra vida» en la cual «todo es bueno». 

"Yo no me tengo que esconder de nadie, el que se tiene que esconder es él"

Fátima está con sus dos hijos en la casa. Su prioridad, «aprender español» y «cocina española», esto porque está haciendo un curso en la Escuela de Hostelería de Murcia. «Somos como hermanas, no como amigas», resalta sobre sus compañeras, mientras que de María Antonia, a la que todas conocen como Toñi, dice que es «la madre de todas nosotras». 

Alika (nombre ficticio) aún se emociona al relatar qué le pasó. Tiene 29 años y lleva apenas un mes viviendo en la casa de Beto, donde apuesta por «poder olvidar el pasado». Con lágrimas en los ojos, se levanta y tiene que parar un momento para seguir explicando que en el hogar «no me falta de nada». Su victoria: «Poder sentirme libre». El mes que viene celebrará su 30 cumpleaños con sus hermanas de la casa. 

Las mujeres, en una escalera en la casa que Beto gestiona en Murcia.

Las mujeres, en una escalera en la casa que Beto gestiona en Murcia. / FRANCISCO PEÑARANDA

En una de las dos espaciosas cocinas de la casa cuelga un cartel con las tareas de limpieza a llevar a cabo una vez por semana. En el corcho, un listado de los teléfonos de Emergencias. Por si acaso. En la terraza, ropa tendida, mesas y ceniceros, por si alguna quiere echarse un cigarro. Las mujeres se abrazan, serenas, mientras atardece en la huerta murciana.  

«No es lo mismo una mujer sola que con hijos, ni es lo mismo que tenga o no formación. Aquí se las ayuda a conseguir un trabajo y, cuando lo tienen seguro, y algo de dinero ahorrado, se las ayuda a alquilar una vivienda», enumera Toñi García, que deja claro que todas las usuarias siempre «van a tener el apoyo de Beto».

En este sentido, apunta que «este año han salido cuatro mujeres de la casa, las cuatro con su trabajo y con un lugar donde vivir».

"Que no aguante"

A la pregunta de cuánto tiempo de media suele estar una víctima en el recurso de acogida, García (cuya labor fue distinguida en la edición ‘Premios 8 de Marzo 2023’,) comenta que «más de un año no se suele quedar nadie»

Sentada junto a media docena de mujeres, en el patio de la vivienda, Toñi García transmite a las chicas: «Yo no me tengo que esconder de nadie, el que se tiene que esconder es él». «Ellas tienen que ser mujeres libres», insiste.

El mensaje que quiere que llegue a todas es que «hay recursos». Y decir «a toda mujer que se encuentre en pareja con alguien que no le deje ser ella misma: vete, que tienes recursos y sitios donde te podemos ayudar». «Que no aguante, que busque la salida para ser libre», hace hincapié.