El celador del geriátrico La Caritat de Olot Joan Vila, el asesino confeso de once ancianos que estaban a su cuidado, ha intentado, desde su detención en el a´ño 2010, presentarse como alguien que actuaba por compasión, como si fuera un ángel de la muerte. Joan Vila confesó que, entre 2009 y 2010, asesinó a once ancianos hasta que fue descubierto, cuando a su última víctima le detectaron quemaduras en la boca que se atribuyen a la lejía o ácido que el homicida le hizo tragar.

Después de su detención vinieron las confesiones, hasta hilvanar una relación de once ancianos asesinados, aunque la defensa sólo acepta tres y alega que el estado de putrefacción de los cuerpos exhumados impide confirmar el resto de casos sospechosos.

El jurado popular declaró ayer por unanimidad culpable al celador de los once asesinatos -tres con enseñamiento y alevosía-. Según el veredicto, cometió los crímenes desde agosto de 2009, sin que haya sido acordada alteración psíquica, aunque sí que se le contempla en todos los casos el atenuante de confesión. Vila se enfrenta a una pena de 194 años de cárcel, según la petición del fiscal encargado de su caso.

Joan Vila ha actuado, en todo momento, en función de sus intereses y se ha presentado como una persona sensible, que cuidaba con cariño a los residentes de La Caritat y a quien le resultó imposible percibir que acabar con la vida de terceros, indefensos, resulta del todo injustificable. Pero, de una u otra manera, los once crímenes convierten a Vila en uno de los asesinos en serie más destacados de la historia reciente de España.

El celador de Olot pone su nombre por detrás del de Manuel Delgado, 'El Arropiero', que reconoció que había acabado con la vida de 48 personas entre 1964 y 1971; José Antonio Rodríguez, 'El Mataviejas', que mató a dieciséis ancianas entre febrero de 1987 y abril de 1988; y Francisco García Escalero, quien confesó trece muertes en Madrid entre 1987 y 1993.

"Moralmente, pensaba que estaba actuando correctamente, aunque legalmente no era correcto", fue la declaración de Joan Vila durante el juicio que se siguió.

El celador reiteró que sólo tuvo conciencia de sus crímenes en la cárcel y que, anteriormente, nunca se sintió culpable, porque creyó que daba "paz" a las víctimas. La falta de móviles económicos ha sido también esgrimida por la defensa del celador, cuya actitud con los enfermos ha sido elogiada por la mayoría de familiares de ancianos y por sus compañeros. Ángel de la muerte o asesino ha sido la verdadera cuestión lanzada durante dos semanas a los miembros del jurado con una declaración final de Vila: "Sólo quiero pedir perdón por todo lo que he hecho", aseveró.