Toros

Tristán Barroso pasa a la final de las novilladas de Blanca

Diego Bastos mostró buenas maneras ante un encierro de Pablo Mayoral de una excelente presentación

Tristán Barroso cerrando una media.

Tristán Barroso cerrando una media. / Enrique Soler

Gillópez

Más de tres cuartos de entrada en la primera semifinal del III certamen de novilladas de la Feria de San Roque de Blanca, donde Tristán Barroso s se clasificó para la final, después de desorejar al cuarto de la tarde, el mejor del encierro y que curiosamente entró en sustitución de otro novillo, que fue apartado por tener problemas de visión.

Abrió plaza Bastos, quien dejó estelas de su corte de torero: poderoso, dominador y valiente. Salió a su rival con dos largas cambiadas. Con la muleta hizo un derroche de poder ante un buen novillo, muy mermado en sus facultades debido a una mala brega de picar y suerte de banderillas. Cuajó una buena actuación, sobre todo por la derecha, con un matiz muy torero, que sin embargo no tuvo eco en el palco de la petición de oreja. Concluyó de una estocada caída, dando una vuelta al ruedo. Premio corto para los méritos que puso sobre la arena. A la hora de apuntillar, el banderillero Felipe Peña resultó prendido por un derrote del novillo, cuando ya estaba en el suelo. Según el parte facultativo del doctor Pedro Galindo, sufría cornada de dos trayectorias en la pierna derecha, de 15 y 20 centímetros respectivamente.

En su segundo, lanceó en los medios sin demasiado brillo para proseguir con la franela tanteando al novillo con derechazos, aunque el toro se quedaba corto a media embestida, dejó estocada trasera.

Tristán Barroso tiene en su figura y su toreo aires andaluces con apuntes de pellizquito. Saludó con garbo a su primero en verónicas. Y con la muleta su novillo se volvió pegajoso y le fue difícil ligar los muletazos, obligándole a un toreo ‘arrebatao’. Cerró con una estocada caída al quinto intento, siendo ovacionado.

Con el que cerró plaza, lanceó de manera vistosa, cargando la suerte. Severo el castigo recibido en varas al enorme astifino y bravo novillo en un puyazo interminable, poniendo en apuros después a los banderilleros, incluso llegando a prender a uno cuando saltaba al olivo. Alegre y vistoso corriendo la mano en la muleta cerrando la faena con una tanda a pies juntos y derecho como un palo, aunque terminó por los suelos. Mató bien al segundo intento en la suerte contraria, consiguiendo desorejalr a su rival.