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Personajes del Cortejo

Diego José Mateos: “Me pide el cuerpo gritarle un viva al Cristo de la Sangre”

Este año volverá a ver al titular del Paso Encarnado desde la presidencia “a pesar de estar rabiando por meterme bajo mi varal”

Diego José Mateos: “Me pide el cuerpo gritarle un viva al Cristo de la Sangre”L. O.

A veces es difícil, muy difícil, guardar las composturas cuando quien se acerca es a quien desde hace largos años ayudas a sacar en procesión. “Cuando estoy en la presidencia y veo llegar a lo lejos a mi Cristo de la Sangre, me pide el cuerpo ponerme en pie y gritarle un viva. Y hasta saltar a la arena y meter el hombro. Me quedo rabiando por ocupar mi lugar debajo del varal”, afirma Diego José Mateos Molina. Es blanco, pero también encarnado. “Mis primeros recuerdos del Paso Blanco son cuando mi padre me llevaba en brazos, aun siendo un bebé, el Domingo de Ramos. Como buen blanco, vestido de hebreo. Y encarnado desde que mi amigo José Luis Ruiz Guillén me animó a vivir ese sentimiento encarnado desde dentro, algo que le agradeceré siempre”.

Este domingo se echaba a la calle con los blancos para proclamar la participación del Paso Blanco en los próximos Desfiles Bíblico Pasionales en el tradicional ‘Anuncio’. “Es el preámbulo de la Semana Santa. El anuncio, nunca mejor dicho, oficial de la celebración de nuestras procesiones, nuestros desfiles. Creo no haber visto nunca un desfile tan multitudinario. Y el de la mañana también lo fue. Lorca tiene ganas de Semana Santa, de echarse a la calle el primer día de desfiles y de no abandonarla hasta el final. Este año va a ser, sin lugar a dudas, la mejor Semana Santa de la historia, la mejor Semana Santa del mundo”, asegura tajante.

Su particular Semana Santa comenzó hace dos meses con los primeros ensayos. “Esos primeros días son momentos de reencuentro, porque hay muchos costaleros que tras la Procesión del Silencio no vuelves a ver hasta el año siguiente. Procuro no faltar a ninguno de los ensayos. Ajusto la agenda precisamente en función de los días en que tenemos que meternos debajo del varal. Hay una camarería, un ambiente…Allí soy Diego y no el alcalde de Lorca. Bromeamos, comentamos… Ese tiempo en cada ensayo me sirve para evadirme de todo”, cuenta.

Los primeros ensayos tienen lugar en la nave del Paso Encarnado junto al cauce del río Guadalentín. “Los hacemos en el patio, en la explanada. Ensayamos una y otra vez todos los movimientos. Alzamos el trono a lo más alto, lo bajamos para ensayar la entrada y salida de la iglesia de San Cristóbal, pero también para tener previsto cualquier contratiempo que puedan provocar los cables que en ocasiones cruzan alguna de las calles por donde transita el cortejo”. Se considera un “devoto” del Santísimo Cristo de la Sangre, del que señala que es “fiel”. En el Paso Encarnado, argumenta, encontró a “una cofradía auténtica, con gente muy cercana”, aunque reconoce que su vinculación también se debe a su padre y su hermana que “viven en el barrio de San Cristóbal”.

Ocupa un espacio en el varal izquierdo, en la parte de atrás del trono. Sus compañeros han ido cambiando en los últimos años. “Uno de los que estaban conmigo era José Luis Ruiz Guillén, pero sus ocupaciones como concejal de Seguridad Ciudadana y de Semana Santa, le hacen muy difícil seguir procesionando. Eso me ha dado oportunidad de ir conociendo gente nueva que me acompañan desde ese lugar”.

Cumple a rajatabla con las tradiciones del Barrio. Entre las paradas obligadas el Bar del Momo, “cuando los ensayos son en la iglesia o su entorno”. Y mientras que son en la nave, la visita es “al Déficit. Allí nos tomamos el refrigerio”. Entre las anécdotas que se suceden está que en el Paso Encarnado las órdenes las recibe de Pedro Sosa, el portavoz de Izquierda Unida Verdes. “Es el cornetín de mando, el que transfiere las órdenes del jefe de varales, por lo que todos tenemos que estar pendiente de sus toques”.

El ‘Encuentro’ entre los tronos de las imágenes titulares de la Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, Paso Encarnado, es uno de los instantes más emocionantes de la Semana Santa. “Ese momento en que se encuentran la Virgen de la Soledad con el Señor de la Penitencia y el Cristo de la Sangre en la Plaza de la Estrella es único. Me sorprende cada año que la zona está cuajada de fieles y parece imposible que los tres tronos puedan ocupar ese espacio para protagonizar el ‘encuentro’. Los costaleros avanzan y el público se va abriendo hasta lograr el propósito. Miro hacia arriba y los balcones y ventanas están repletos y en las caras de la gente se refleja la emoción. Estoy recordándolo y se me están poniendo los pelos de punta”, cuenta.

Llegar a la Procesión del Silencio es una “auténtica odisea” para todos, reconoce, ya que el desfile de Jueves Santo termina tarde y hay que emprender el camino hacia el Barrio. “Es una imagen que se repite cada año. Es el abandono masivo de la carrera, cuando termina de procesionar el Paso Morado, hacia el Puente Viejo del Barrio. Una auténtica muchedumbre emprende el camino, casi corriendo, para ocupar el mejor lugar posible para ver la Procesión del Silencio. En mi caso, la prisa es por llegar al interior de San Cristóbal y meterme debajo del varal que me corresponde”.

Aún no sabe si este año saldrá en la Procesión del Silencio. “Lo estoy valorando. Me gustaría, porque quiero acompañar al Cristo de la Sangre desde mi lugar como costalero, aunque como alcalde debo presidir el desfile”. De la procesión dice que su trayecto está repleto de emoción. “La salida es impresionante. Los costaleros tienen que llevar el trono casi a ras de suelo para permitir cruzar el umbral del templo. El silencio es sepulcral con el fin de que las órdenes lleguen claramente. Es un esfuerzo físico impresionante, porque bajamos lo máximo posible hasta rozar nuestras manos. Y de inmediato, nada más salvar el dintel de la puerta, lo alzamos hasta lo más alto en una explosión de alegría, júbilo, vítores… Uf, llego a emocionarme, porque parece que lo estoy viviendo”.

Y la recogida también está repleta de emoción. “Por un lado, la vives con alegría, porque el desfile ha salido bien, pero, por otro lado con tristeza, sabes que tendrá que pasar todo un año para ver, de nuevo, al Cristo de la Sangre recorriendo las calles del Barrio. Es un conflicto de emociones”. Durante ese periplo por las calles de San Cristóbal el desfile pasa por la puerta de la casa de su padre. “Desfilamos ante su casa y se asoma para vernos”. Y sueña con llevar a su Cristo de la Sangre por la carrera principal de la Semana Santa. “Llevarlo un Viernes Santo es único. Cruzar el Puente Viejo del Barrio camino de la ciudad, protagonizar el encuentro con la Virgen de la Amargura, con la de los Dolores… A pesar del largo recorrido, del esfuerzo, es una sensación única. Me gustaría tener tiempo y poder hacerla en algún momento”.

Nunca ha ocultado que es blanco. “Algunos me insistían en que lo escondiese para, en cierto modo, revestirme de neutralidad, pero siempre lo he tenido claro. Soy blanco y como blanco participo de los actos del Paso Blanco. Miguel Navarro era azul y Francisco Jódar, blanco. Los lorquinos son blancos o azules. No se puede ser de los dos colores a la vez, pero tampoco se puede ser indiferente. Eso, precisamente, es lo que nos hace diferentes”.

Y apuesta por mantener esa “sana rivalidad” entre blancos y azules. “Esa es la verdadera esencia de nuestra Semana Santa. Lo que nos hace, repito, diferentes. Hay que mantener esos ‘piques’ entre cofradías, porque son el motor de nuestra Semana Santa. Si un paso hace una carroza, el contrario hace otra y procurando ampliar su tamaño o incorporando novedades de las que carece la primera. Esa rivalidad está presente en las caballerías, carros, carrozas, bordados… y debe continuar. La carrera perdería su esencia sin esa rivalidad entre uno y otro lado del graderío”, recalca.

Es hombre de costumbres y tradiciones. “Suelo ir a la Pastelería Navarro del Barrio y me tomo un café y un pastel de crema antes de emprender camino hacia el asilo de San Diego para recoger al Cristo de la Sangre. Y a la vuelta, chocolate y bizcocho de las clarisas, que venden las encarnadas en la tienda del Paso”. Y el Domingo de Ramos, como manda la tradición, “comemos trigo con caracoles. Antes lo hacía mi abuela. Y, ahora, lo hace mi madre, que le sale buenísimo”. Como ocurre en las casas de todos los lorquinos la suya se llenará de gente estos días. “Siempre viene familia o amigos. Los llevamos a visitar las sedes religiosas de cada cofradía, las casas del paso… En Semana Santa procuro no perderme ni uno de los actos que se convocan. El paso por las cuadras es obligado, como también por las naves. Es un no parar, pero se recibe con satisfacción cuando echas la vista atrás y recuerdas lo que hemos pasado con la pandemia”.

En su corazón dos imágenes ocupan un lugar especial. “La Virgen de la Amargura y el Cristo de la Sangre.En mi despacho cuento con dos fotografías a las que le tengo gran cariño. La primera me la regalaron el presidente, entonces, del Paso Blanco, Lázaro Soto, y la que fuera presidenta del Coro de Damas de la Virgen de la Amargura, María del Carmen Gallego Ramírez. La tengo muy presente, como también al Cristo de la Sangre”, concluye.

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