Personajes del Cortejo

Juan Francisco Martínez: “He salido de ‘armao’, Julio César… solo me queda montarme en un caballo”

Azul y morado, representaba en el Vía Crucis a Poncio Pilato que se lavaba las manos antes de enviar a Cristo a la cruz

Juan Francisco Martínez Carrasco, centro, de teniente de la Infantería Romana, conocida popularmente como los ‘armaos’ en el Paso Azul, en la Cuesta de San Francisco camino de la carrera principal.

Juan Francisco Martínez Carrasco, centro, de teniente de la Infantería Romana, conocida popularmente como los ‘armaos’ en el Paso Azul, en la Cuesta de San Francisco camino de la carrera principal. / L. O.

El quinto prefecto de la provincia romana de Judea, Poncio Pilato, fue –según los evangelios canónicos- responsable ejecutivo del suplicio y crucifixión de Jesús de Nazaret. ‘Pontius Pilatus’, el gobernador de Judea, fue actor crucial en la muerte de Jesús. El Evangelio de Mateo recuerda que se lavó las manos antes de enviar a Cristo a la Cruz. Lo hizo diciendo: “Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis”. La frase no es ajena a Juan Francisco Martínez Carrasco. La ha repetido una y otra vez en su papel de Poncio Pilato. “Es una faceta quizás un tanto desconocida de mi vida que a muchos les sorprenderá. He tenido la oportunidad de participar en el Vía Crucis viviente como actor algunos años. Representaba a Poncio Pilato, que me parece un personaje muy significativo de la Semana Santa, porque fue el responsable de la condena de Jesús de Nazaret a la cruz. El año pasado ya no pude participar, porque la vida no me da para más, pero espero retomar esta faceta algún día”, asegura.

Su participación en el Vía Crucis se debe a su pertenencia a la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón, Paso Morado, de la que su padre, Fulgencio Martínez Pelegrín, fue largos años presidente. “Soy azul, pero no puedo dejar atrás el morado, indudablemente. Mi madre es azul y mi padre azul y morado. Y mis hermanos también morados”. Y comparte su vida con la reina de Saba. “Sí. Cristina es blanca y, efectivamente fue la reina de Saba en el cortejo del Paso Blanco. Para mí, la mejor reina de Saba. Si digo lo contrario…”, ríe. Como muchas parejas con colores diferentes ya hay un pacto para los hijos que puedan llegar en un futuro. “Hemos hablado de ello, para qué lo voy a negar. Habrá que repartírselos, como es tradición en Lorca, pero estamos abiertos a la negociación”, destaca entre bromas.

En el Paso Azul es uno de los integrantes de la Comisión de Carros. “Era un niño cuando comencé a ir a la nave. Nos encargábamos, sobre todo, de limpiar los carros y carrozas y prepararlos para el desfile. Luego, había que envolverlo todo para evitar que se deteriorase hasta el año siguiente. La nave es casi una filosofía de vida. Allí estás con los amigos de toda la vida. Te lo pasas muy bien. Tenemos un grupo muy compacto. Nunca he dejado de ir, porque me sirve para despejarme, aunque es verdad que en los últimos años le he podido dedicar menos tiempo del que quisiera”. Su faceta gastronómica le lleva a estar pendiente “de los arroces y asados que hacemos, porque no todo va a ser trabajar, en todos los trabajos se fuma, como se suele decir”.

Y siendo integrante de la Comisión de Carros le llegó uno de los papeles cruciales que ha interpretado dentro del cortejo azul. “Me propusieron ser Julio César. Es increíble, porque el personaje en sí me parece apasionante. Pero, además, es quizás uno de los más cotizados de nuestra procesión. Cualquier azul aspira a ser Julio César y que te toque es casi una lotería. Fue Miguel Comas, vicepresidente de Carros, el que me lo propuso. Es verdad, que de nuestra comisión ya habían salido muchos otros y que, en cierto modo, me tocaba. Agradeceré siempre que pensaran en mí”.

Cayo Julio César fue un político y militar romano del siglo I a. C. miembro de los patricios Julios Césares. “Es un personaje emblemático. Dictador perpetuo de Roma. Lo conocía mucho porque soy un apasionado del Imperio Romano, de Roma. He leído mucho de Trajano y de Julio César. Procuré adaptarme lo máximo posible al personaje. Su actitud es fundamental para darle vida mientras desfila por la carrera principal”, relata.

El carro de Julio César es un formato clásico de la Semana Santa lorquina. “Va tirado por caballos como antiguamente lo hacían todos. Y, entonces, su protagonista iba tumbado, en posición de reposo, que era como entonces se recibía a la gente. Creo que fui uno de los últimos que desfiló en la ‘litera’ antes de que se adaptara el carro y se colocara un asiento. Llevaba un cofre y una copa de vino de la que bebía de vez en cuando y un gran racimo de uvas que, tengo que decirlo, me comí durante el trayecto, no sé si por hambre, o por los nervios”. De aquel día conserva la corona de laurel. “Quería que fuera natural. Me la regaló Pepe Mulero, de su casa, y me la adaptó como corona Andrés Sánchez Manzanera”.

Antes del desfile se vestía en la Casa de las Cariátides, donde se caracteriza a los personajes principales del cortejo. Por la mañana, había cumplido con su obligación como miembro de la Comisión de Carros, llevando las carrozas a la Plaza del Óvalo. “Es costumbre que el personaje invité a un pequeño aperitivo a los miembros de la Comisión de Carros y así lo hice. Después de llevar los carros que salían esa noche hasta el Óvalo nos reunimos un rato”.

Salir en el carro de Julio César le hacía una especial ilusión. “En la carrera voy al cargo de ese carro. Siempre veía al personaje desde mi posición de mayordomo. Y verme ahí arriba, me parecía algo imposible”. La carrera, admite, se le hizo muy corta. “Fue como un flash. Se me pasó como un chasquido. Lo que no podré olvidar es cuando entras en el ‘tubo’. Es impresionante. El graderío enfervorecido, con los pañuelos en alto al ritmo de las ‘Caretas’… Pone los pelos de punta, porque el visionado desde esa altura es espectacular”.

Y aunque le gustaría repetir, es tajante, a la hora de asegurar que hay que permitir a los demás que tengan esa vivencia. “A quién no le gustaría volver a ser Julio César, pero hay que dar la oportunidad a otros a vivir ese momento”. No es el primer personaje que recrea. “He salido de ‘armao’, de Julio César, de esclavo egipcio… solo me queda montarme en un caballo”. Algo que casi descarta. “No me veo, como tampoco en un carro al galope. Otra cosa sería al paso”.

El año pasado se ‘doctoraba’ como mayordomo. “Dicen que hasta que no sales de mayordomo con los caballos no eres mayordomo. Eso es lo que dicen los de la Comisión de Caballos, así que yo ya lo soy, porque salí al cargo de los Exploradores de la Tierra de Promisión”. Otro personaje que le atrae es Nerón. “Me gusta, pero no me veo en el papel”. El calendario para la próxima Semana Santa está a tope. Estará en la procesión de Viernes de Dolores, Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santo. “Unos días como mayordomo y otros ayudando con los carros”. Y otro de los papeles con los que más se ha divertido es cuando encarnó al teniente de la Infantería Romana que en el Paso Azul es conocida como los ‘armaos’. “Es divertido porque sales con los amigos y te lo pasa muy bien. La indumentaria es impresionante. Están cuidados todos los detalles, pero vestirte lleva su tiempo. Recuerdo aquel día cuando bajábamos por la Cuesta de San Francisco camino de la carrera secundaria para meternos en la principal. En ese momento, se viven escenas curiosas en las que se entremezclan personajes. Están los ‘armaos’ pero también mayordomos, estandartes… Es divertido”, reconoce.

Es habitual en el Vía Crucis desde que se inicia la Cuaresma y mantiene la tradición de la vigilia. “Para no olvidarme de no comer carne me pongo un aviso en el móvil”. Y aunque aseguran que existe una bula que permite comer carne a lorquinos y visitantes el Viernes Santo, él no lo hace. “El viernes, durante la Cuaresma y la Semana Santa, me gusta cumplir con la tradición de no comer carne”.

Cuenta los días que faltan para la Serenata a la Virgen de los Dolores. “Esa noche, como buen azul, estaré a las puertas de San Francisco en la ‘Noche más azul del año’, en la ‘Madrugada azul’. Y al día siguiente iré a la misa y a la procesión”. Entre los instantes que no deben perderse de la Semana Santa lorquina señala “la salida de la Virgen de los Dolores. El azul del trono, de la Virgen, destacan sobre la piedra de los viejos muros de San Francisco. La luz es impresionante en ese momento. Se respira a primavera con todos los naranjos en flor de la calle Nogalte. Los costaleros mecen a la Virgen mientras inicia su periplo hacia la Cuesta de San Francisco. Es emocionante el silencio y cómo se rompe con vivas que no la abandonan durante todo su recorrido”, concluye.