Personajes del Cortejo

Ramón Mateos: “Me tocaba ser azul, pero soy el más blanco de toda la familia”

Desfila delante de la Amargura, aunque con la vista puesta siempre en ella: “Es como si la estuviera esperando”

Ramón Mateos Padilla desfilando delante del trono de la Virgen de la Amargura, el último Viernes Santo.

Ramón Mateos Padilla desfilando delante del trono de la Virgen de la Amargura, el último Viernes Santo. / JAVIER ALEDO

Su destino parecía que estaba predestinado. Siendo muy niño su padre lo llevaba a las juntas directivas del Paso Blanco. “Allí me sentaba y escuchaba todo lo que decían unos y otros en las reuniones que eran eternas”, cuenta el que es el presidente del Muy Ilustre Cabildo de Nuestra Señora la Virgen de la Amargura en la Real y Muy Ilustre Orden Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario, Paso Blanco, Ramón Mateos Padilla.

La pertenencia de su padre a la junta directiva de la cofradía blanca, en la Comisión de Caballos, le permitió encarnar muchos de los personajes que integran el cortejo del Paso Blanco. “Me apuntaba a todo, por lo que he salido desde que era muy niño en casi todas las carrozas. Cuando faltaba alguien, allí me ponían, porque antes no había tanta gente para encarnar a los personajes”.

Es blanco, aunque –curiosamente- le tocaba ser seguidor del bando contrario. “Me tocaba ser azul, pero soy el más blanco de toda la familia”, ríe. Su padre, Luis Mateos, es muy blanco, y su madre, María Padilla, muy azul. “Ellos tenían un pacto. El primer hijo sería blanco y el siguiente azul, y así sucesivamente. Nació mi hermana Antonia y la hicieron blanca y, después, cuando llegué yo, se suponía que iba a ser azul. Pues no, soy el más blanco de todos. Era normal, porque mis primos, tíos, las mujeres de mis tíos… Todos son blanquísimos”, relata.

Su padre pertenecía a la junta directiva del presidente Luis Mora. “Estaba muy metido en la Comisión de Caballos y yo siempre iba con él, por lo que me empezó a apasionar ese mundo. Comencé a montar a caballo y participé en varias ocasiones en los Desfiles Bíblico Pasionales, pero también lo hice en un carro, en una biga. Es impresionante salir en la carrera principal a caballo o en carro, es único”.

La universidad le apartó, momentáneamente, de su colaboración con la cofradía. “Ya no era ese contacto directo y continuo. Venía los fines de semana, por lo que dejé de montar a caballo y de desfilar, porque necesitas una preparación constante y no tenía tiempo suficiente para ello. En la Comisión de Caballos conocí a muchas personas, grandes amigos, con los que sigo manteniendo un contacto muy estrecho”, explica.

Terminados los estudios vuelve a la ciudad y comienza a colaborar en la Casa del Paso. “Íbamos por la iglesia y ayudábamos, sobre todo, en el vestuario de la nave. Es, entonces, cuando Litín [Agustín Aragón Villodre] me incluye en su junta directiva. Y me meto más de lleno en el Paso Blanco”, recuerda.

La última Semana Santa fue muy especial, porque precedía a la Santísima Virgen de la Amargura. “Salgo como presidente del Paso Blanco ante el trono de la Virgen. Qué mayor orgullo y privilegio para un blanco”. Reconoce que durante todo el desfile su mirada está pendiente de la Virgen. “Voy mirando más tiempo para atrás que para adelante. Es como si la estuviera esperando, viéndola llegar… la vista no puede ser más impresionante. Es un halo de luz que desfila siendo mecida por los costaleros. A veces es imposible verla por la lluvia de pétalos que la precede. El paso por la carrera principal es muy emotivo, con todos los palcos puestos en pie esperándola llegar”, rememora.

La acompaña con la banda de presidente en la que bordada en sedas está la Virgen de la Amargura. “Es una imagen poco habitual, de lateral, y muestra sus colores, distintas tonalidades de lila y rosa”. Ahora desfila ante el trono de la Amargura y hasta hace bien poco lo hacía escoltándola a su paso. “Salía en el grupo de mayordomos que escolta a la Virgen de la Amargura que se realizaron entre 2001 y 2002, y que recogen en sus medallones escenas de la Pasión. Están inspiradas en cuatro estilos artísticos diferentes, románico, gótico, mudéjar y barroco. La mía es de estilo románico”, detalla.

Pero también es costalero del Santísimo Cristo del Rescate. “Desfilo con él a hombros el Jueves Santo. Lo hago desde el comienzo, aunque ahora como presidente voy detrás. Y el año que se estrenó el trono de la Virgen de la Amargura también procesioné debajo de uno de los varales”, aunque la primera participación dentro del cortejo la hizo con apenas tres años de hebreo. “Es quizás el primer recuerdo que tengo. Íbamos todos vestidos de hebreo a la procesión de Domingo de Ramos”.

En el estreno del grupo de Santa Elena también fue partícipe. La que fuera emperatriz de Roma, madre del emperador Constantino y nombrada por sus virtudes cristianas y su búsqueda del Santo Sepulcro y de la Cruz de Cristo en el siglo IV a. C., procesionaba con un sillón imperial y diez portaestandartes. “Es verdad que se llevó con el mayor de los secretos. El Paso Blanco, el presidente Lázaro Soto, quería que fuera una sorpresa y lo consiguió. Expresamente pidió que pocos estuvieran al corriente. Reconozco que yo era uno de ellos, aunque no de la totalidad del proyecto, porque Lázaro lo llevó muy en secreto. Fui uno de los que llamaron para portarla. La verdad es que fue un día muy bonito. Nos lo pasamos muy bien”.

La mayoría de los que acudían era costaleros. “Cuando llegamos todos nos dimos cuenta que éramos del Rescate, del San Juan… era el denominador común, por lo que se podía intuir para lo que estábamos allí”. Entre los ‘llamados’ estaba el presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Fernando López Miras; el entonces edil de Cultura, Agustín Llamas; el decano del Colegio de Abogados de Lorca, Ángel García Aragón… “El estreno fue impresionante. Cuando entramos en la carrera fue una sorpresa para todos los que estaban en el palco, de un lado y de otro”, reconoce.

De la infantería romana, estrenada durante la presidencia de José María Fernández Pallarés, también fue partícipe. “Yo creo que he desfilado con casi todos los grupos. Donde faltaba alguien, allí estaba yo”, admite. Volver a desfilar a caballo lo ve un tanto complicado, porque hace falta entrenar mucho y no dispone de tiempo suficiente, pero salir en un carro no lo descartaría. “Lo que ocurre es que valoras mucho el riesgo y, sobre todo, la responsabilidad. Pero sí que me gustaría salir en un carro, aunque es un gran esfuerzo llevar una siga o una cuadriga”.

Este año es especial, señala, porque la pandemia parece más lejana. “La pasada Semana Santa aún teníamos restricciones. Creo que este año va a ser diferente. La venta por separado de Jueves y Viernes Santo da más oportunidad a todos a presenciar los desfiles, pero también permite que el precio sea más llevadero”. Y contradice, en cierto modo, a los que aseguran que la participación en el cortejo y bajo los tronos ha sacado a muchos procesionistas del graderío. “Efectivamente muchos abandonaron los palcos, pero esos costaleros han vuelto a las gradas. Ahora, son sus hijos y hasta sus nietos los que meten el hombro. Eso es hacer procesionistas, cantera. El ejemplo puede verse en el Cristo del Rescate. Los primeros que salieron han dejado ya paso a sus hijos y hasta a sus nietos. Eso es hacer Paso, hacer Semana Santa, tradición, costumbre…”.

El palco lo abandonó hace años. “Ni recuerdo cuándo fue la última vez que vi las procesiones desde las gradas. Hace años, cuando ayudaba a vestir en la nave y terminábamos salíamos corriendo para ver los desfiles desde el palco y luego los abandonábamos para seguir con nuestra tarea, pero ahora no puedo hacerlo”.

La salida de la Virgen de la Amargura es para Ramón Mateos el momento más emotivo de la Semana Santa lorquina. “Es el encuentro de la Virgen con los blancos. Es impresionante verla cruzar, en brazos de los costaleros, el umbral de la capilla del Rosario. Y cómo la acompañan los blancos en su camino hasta entrar en la carrera principal. La recogida es aún más emocionante. Cientos de personas la escoltan hasta su templo y la despedida es un continuo grito de vivas. Son instantes llenos de sentimiento, afecto, pasión… en una despedida que todos intentan alargar lo máximo posible”, concluye.