Personajes del Cortejo

Pedro Sosa: “Emociona ver llorar a los costaleros mientras sacan al Cristo de la Sangre”

El edil de Izquierda Unida es el cornetín de órdenes del trono de la imagen titular del Paso Encarnado

El edil de Izquierda Unida Verdes, Pedro Sosa, a las puertas de la iglesia de San Cristóbal tras dar la orden con su cornetín a los costaleros para sacar en procesión al Cristo de la Sangre.

El edil de Izquierda Unida Verdes, Pedro Sosa, a las puertas de la iglesia de San Cristóbal tras dar la orden con su cornetín a los costaleros para sacar en procesión al Cristo de la Sangre. / Manuel Martínez

Se hace el silencio en el atrio de la iglesia de San Cristóbal. Las ‘manolas’, costaleros y mayordomos, rezagados, a duras penas pueden avanzar lo suficiente para ocupar su lugar. No cabe ni un alfiler. Está repleto hasta las palmeras, a donde algunos se encaraman peligrosamente para ser testigos de primera fila de lo que va a suceder.

Las manecillas del reloj de la torre campanario del templo avanzan lentamente. Al filo de la madrugada, mientras las campanas tocan la hora marcada, el silencio se hace más intenso. Tras un susurro, el cornetín de órdenes anuncia la salida del Cristo de la Sangre. Y todos, contienen la respiración. “Al brazo, al suelo…” y llega el sonido de los costaleros mientras avanzan en cuclillas arrastrando sus pies para lograr salvar el umbral del templo. Y mientras suena el Himno de España lo llevan hasta lo más alto.

¡Viva el Cristo de la Sangre!”, gritan unos y otros, mientras una nueva orden lleva a los que lo portaban a dejar paso al relevo. El trono no se mueve mientras las manos, en alto, de los que lo llevaban, van dejando paso a las de los que recogen el testigo. Una mano abandona el varal y otra toma su lugar y así una y otra vez a una velocidad que impresiona. Y atento a todo, el cornetín de órdenes del trono del Cristo de la Sangre, Pedro Sosa Martínez, que emocionado lo presencia todo.

Es el único situado ante el Cristo de la Sangre cuando enfila desde el interior del templo la puerta para hacerse hueco en un atrio cada año más repleto de fieles. “Emociona ver llorar a los costaleros mientras sacan al Cristo de la Sangre. El trono apenas dista unos centímetros del arco de la puerta. Hay que llevarlo casi hasta el suelo para permitir su salida. Y, todo, con la emoción que conlleva de levantar la vista y tener a solo un palmo al Cristo de la Sangre. Es un momento único y que no por haberlo vivido muchas veces no está repleto de emoción, de intensidad”, relataba Sosa.

Cada año es diferente, asegura quien lleva cinco años en esas tareas de hacer sonar las órdenes a los costaleros del Cristo de la Sangre. No recuerda desde cuando es encarnado. “De toda la vida. Mi madre me bajaba en brazos poco más arriba del Perla para ver la procesión”. Ese niño sentía emoción cuando veía al Cristo de la Sangre, pero también cuando oía sonar las cornetas y los tambores. Entonces, sin saber por qué, sus pies ya marcaban el paso. “Éramos críos y soñábamos con formar parte del Paso Encarnado. Con siete años logré meterme en la ‘banda chica’. Tocábamos por las calles y recogíamos en un ‘latilla’ de anchoas las monedas que nos daban a modo de donativo. Así, fuimos comprando instrumentos y vestimentas, hasta que formamos una banda de veinte músicos”, recordaba.

Por aquel entonces, el presidente de la Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre era Jerónimo Gil Arcas, quien descubrió que aquellos pequeños podían ser el germen de lo que hoy es la banda de cornetas y tambores del Cristo de la Sangre. Llamado al servicio militar le habían dicho que cuando preguntaran qué sabía hacer dijera que era músico. Y ahí terminó, en la banda del cuartel, que acompañaba al Cristo de la Sangre.

De vuelta, integró como corneta la banda del Paso Encarnado, que abandonaba hace algún tiempo para formar parte de la Hermandad de Costaleros. Y si emotiva es la salida del Cristo de la Sangre, no lo es menos su recorrido. A media luz, entre penumbras, va procesionando por callejuelas donde se arremolinan los rabaleros que esa noche, la del Silencio, acoge a los que llegan ‘del Puente para allá’, los de la Ciudad. Pero también a cientos de visitantes y turistas que vienen atraídos por una procesión que se vio obligada a ampliar su recorrido para poder recibir a todos los que querían disfrutar de ella.

Los ensayos para la próxima Semana Santa se iniciaron hace días. Ya falta menos para la noche del Martes Santo. Las tres imágenes titulares del Paso Encarnado, el Señor de la Penitencia, la Virgen de la Soledad y el Cristo de la Sangre, volverán a protagonizar el ‘encuentro’ en la Plaza de la Estrella. “Esa noche es la primera vez que procesionamos llevando al Cristo de la Sangre en el trono. En el ‘encuentro’ tengo un lugar privilegiado. En un momento de la procesión estoy en el centro, rodeado por las tres imágenes”, rememoraba.

Y recuerda que no hace tanto la que es casi una procesión en toda regla era un mero ensayo. Dos días después llega la Procesión del Silencio. A la salida procesional le sigue un recorrido por la calle Portijico, Escalante –la más alfarera de todas las del Barrio-, Abellaneda, Mayor y Plaza de la Estrella. La recogida se hace casi imposible. “Cuando llegamos al atrio se hace difícil avanzar, que podamos adentrarnos con el trono. Sin embargo, se va haciendo el hueco hasta que llegamos a la portada de la iglesia. Es el momento de la despedida”, relataba.

Con el cornetín llegan las órdenes. Es la única cofradía que no hace uso del toque de campana en los desplazamientos de su imagen titular, una tradición, contaba, que viene del antiguo acuartelamiento Sancho Dávila, que tras su marcha acoge el Campus Universitario de Lorca. Ya en el interior de la iglesia de San Cristóbal los costaleros se abrazan y se desbordan las emociones con vivas al Cristo de la Sangre. “A esa hora, en torno a las dos de la madrugada, nos despedimos, porque al día siguiente, a las cinco de la tarde, hay que emprender camino hacia la Ciudad”.

Es una imagen única, los rabaleros, con el Cristo de la Sangre a hombros, cruzando el Puente Viejo del Barrio camino de la Ciudad. Antes de adentrarse en la carrera principal protagonizará dos encuentros. “Son dos instantes que me emocionan cada Viernes Santo. El momento en que el Cristo de la Sangre cruza su mirada con la Virgen de la Amargura y con la Virgen de los Dolores. Miles de personas asisten a estos encuentros. Apenas puedes moverte. No hay espacio suficiente y las dificultades llevan a que los vivas con más pasión”, detallaba.

Y la entrada por la Plaza del Óvalo, bajo el Monumento al Procesionista, con la carrera repleta de público es una “locura”. Los del Barrio son recibidos con todos los honores. El público se pone en pie mientras pisan la arena con su característico paso. “Ese tramo que parece tan largo, se hace muy corto. Disfrutas viendo el cariño que la gente le tiene al Cristo de la Sangre. Y entre tanto pañuelo azul y blanco, se dejan ver muchos, cada vez más, encarnados. Estamos en la Ciudad un año más, con nuestro Cristo de la Sangre, un momento repleto de emoción”.

Es encarnado, pero también azul, aunque su madre es blanca. “No llegué a conocer a mi padre porque murió muy pronto. Siempre andaba preguntando a todos de qué color era, cuando todavía era muy niño. Me decían que tenía que ser blanco, como mi madre, como mi abuela… pero yo quería tener algo en común con él. Cuando supe que mi padre era azul, tuve claro que ese sería mi color. Es una forma de recordarlo, de sentirme cerca de él, en unos días que para mí tienen un especial significado y que a buen seguro también los tuvieron para mi padre”, se sinceraba.

Antes de la despedida no quiere dejar pasar la oportunidad de recordar a lorquinos, visitantes y turistas que para vivir la Semana Santa de Lorca no basta con acudir a los Desfiles Bíblico Pasionales de Jueves y Viernes Santo. “La ‘Semana de Pasión’ es mucho más. Es el Viernes de Dolores, el Sábado de Pasión, el Domingo de Ramos, el de Resurrección, pero también recorrer las cuadras de las cofradías ‘grandes’, adentrarse en las casas de los pasos para ver cómo se visten los personajes, disfrutar de los ensayosParticipar de los Vía Crucis… Nuestra Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional, tiene todavía mucho que ofrecer y en esa labor, los lorquinos, tenemos una gran responsabilidad, sobre todo, en el proceso de desestacionalizarla”.