¿Realmente disfrutamos de las relaciones sexuales?

La experta en problemas de pareja y sexualidad, responderá el próximo miércoles 29 de noviembre a las 16:30 horas a las preguntas de los lectores sobre las dudas que tengan ¡Envía las tuyas!

Anna Gil Wittke

Placer, sexo, libertad, “déjate llevar”, “disfruta” y un largo etcétera son los mensajes que recibimos de forma constante en nuestra sociedad hipersexualizada. ¿Tan importante es el sexo?

Un interesante estudio de la universidad de Toronto-Mississauga concluye que: el sexo aporta más felicidad que el dinero…hasta cierto punto. En su investigación observaron que las relaciones sexuales una vez a la semana correlacionaba con un aumento en la felicidad personal, sin embargo, más relaciones no producían cambios significativos. Por lo tanto, más no siempre es mejor. Lo que el estudio sugiere es que es importante mantener una relación íntima con la pareja, pero sin necesidad de tener relaciones sexuales todos los días.

Aparentemente, deberíamos de ser la generación que más disfruta de su vida sexual, la sociedad más satisfecha. Tenemos la libertad de escoger con quien tenemos relaciones, si queremos o no realizar una determinada práctica sexual, la frecuencia, etc. Sin embargo, los “milenials” Tienen menos sexo del que tuvieron sus padres con su edad e incluso sus abuelos. En este estudio se analiza la frecuencia sexual de diferentes generaciones y se observa un descenso en las generaciones más jóvenes.

Por otro lado, con más o menos frecuencia sexual, esta generación podría vivir una sexualidad altamente satisfactoria y sin embargo, se observa que hay una queja generalizada en muchas personas respecto a la dificultad para poder “dejarse llevar” y poder disfrutar.

El sexo se rebaja a un contacto genital. Los genitales están conectados. No llevamos los genitales en el bolso y los juntamos con otros para disfrutar un momento y luego nos los volvemos a llevar sin más. Somos seres integrales y la sexualidad es una expresión de nuestro ser que va mucho más allá de lo genital. Cada acto sexual está conectado a nuestro cerebro, a nivel químico podemos observar como se produce oxitocina, dopamina, endorfinas, etc. Todo ello relacionado con la vinculación, la motivación y la satisfacción.

Para poder entender los recovecos que hay en la insatisfacción sexual, hay algunas preguntas que nos podemos hacer de forma que tengamos claro de qué estamos hablando ¿Son las relaciones sexuales una conducta? ¿Qué ocurre detrás de una conducta? Detrás de una conducta podemos decir que hay una emoción que se activa y un pensamiento integrado. Es decir la conducta no ocurre de forma aislada, ocurre como consecuencia de pensamientos y emociones. Y, a su vez, la conducta vuelve a generar emociones y pensamientos. Es decir, que cuando hablamos de satisfacción sexual o insatisfacción, hablamos de interpretación.

Nos desnudamos más allá de la piel. El empeño por desvincular las emociones del sexo nos reduce a una condición deshumanizada. Nuestra biología nos predispone y la experiencia nos define. La relación sexual en sí no es lo que determina cómo nos sentimos, es nuestra interpretación lo que más nos influye. Al final, ¿qué necesitamos? Necesitamos un sentido, necesitamos sabernos valiosos al exponernos sexualmente. Esto parece fácil cuando todo va bien, pero ¿qué hacemos si el sexo falla? La interpretación nos llevará a una determinada reacción. Esa reacción será una solución en el mejor de los casos y un factor de mantenimiento del problema en el peor de ellos. Es aquí donde la figura del sexólgo/a desde los diferentes campos profesionales de intervención tiene sentido.

La sobreestimación sexual a la que estamos expuestos acaba generando unas expectativas cada vez más altas: “ser el/la mejor amante”, “tener multiorgasmos”, “hacerlo en una determinada postura”, “estar siempre dispuesto”, “que el sexo surja”, etc. Estas expectativas se suelen alejar de la realidad y tienden a relacionarse con un aumento del nivel de exigencia. Paradójicamente, poniendo tanto empeño por “hacerlo bien” ocurre que hay más problemas sexuales y más dificultades para poder resolver con éxito situaciones cotidianas que podrían quedarse en un simple desajuste y se acaban convirtiendo en un gran problema. Es decir, al final todo esto conlleva una mayor frustración sexual. Esta frustración suele ir asociada con una activación ansiosa y así mantenemos el bucle.

Para poder vivir una sexualidad más satisfactoria necesitamos poder conectar con lo que sentimos y lo que queremos y alejarnos de lo que deberíamos de sentir o lo que nos debería de gustar. La exigencia es opuesta a la apetencia y es el campo de cultivo de las disfunciones sexuales. En este sentido, si se pierde la erección, se puede seguir disfrutando si no hay una exigencia de tener que estar erecto. Si no se alcanza el orgasmo, se puede seguir disfrutando si se saborea todo el camino. Comenzar por disfrutar de lo que se puede es el primer paso del camino del placer.