El cuento de los martes

BETO en... ‘El nuevo compañero. Primera parte’

L.O.

Hugo se sintió poco menos que un héroe con su victoria en el certamen literario del colegio. Pero, como suele ser habitual, la alegría que sentía se fue desvaneciendo a medida que pasaron los días, y en apenas una semana se volvió a sentir como lo que era: un niño normal. Se dio cuenta, como se dieron cuenta sus compañeros, que lo conocían bien, de que ganar un certamen literario no era lo mismo que ganar un torneo de fútbol: la popularidad del campeón del torneo de fútbol en el colegio aumentaba significativamente, mientras que la del ganador del certamen seguía siendo prácticamente la misma. Sencillamente, la literatura no tenía el mismo alcance que el fútbol u otros deportes. Pero tampoco le molestó: él solo quería escribir y disfrutar escribiendo, no pretendía utilizar la escritura como un medio para aumentar su popularidad. Así que incluso agradeció volver a sentirse otro alumno más, volver a poner los pies en el suelo y poder comenzar otros proyectos que tenía en mente.

Como decíamos, los compañeros de Hugo —es decir, Beto, Juanfra y María— se dieron cuenta de que la euforia que sentía su amigo se iba desvaneciendo con el paso de los días. Pero Hugo nunca se mostró vanidoso por haber ganado el certamen literario, así que no notaron un gran cambio cuando finalmente acabó de poner los pies en el suelo.

Que no notaran el cambio se debió, tal vez, en parte a que en aquellos momentos la atención del grupo no se centraba en Hugo, sino en un nuevo compañero que había llegado a clase, ahora, a estas alturas del curso.

Había llegado el lunes, sin aviso previo, y había pillado a toda la clase por sorpresa. Cuando la tutora de la clase entró al aula, se subió a la tarima y, sin más preámbulos, anunció en voz alta, tras desear que todos hubieran pasado un buen fin de semana: "Bueno, niños, hoy os traigo una sorpresa. ¡Tenemos un compañero nuevo!", y el compañero nuevo entró, sin mirar hacia los lados, con la mirada fija en la maestra, se había convertido en la comidilla no solo de la clase de Beto, Hugo, Juanfra y María, sino también del resto del colegio.

Y es que no era en absoluto habitual que a estas alturas del curso apareciera un nuevo compañero en la clase. Normalmente, los nuevos alumnos se solían incorporar a principios de curso, como había sido el caso de Juanfra, que había aparecido en septiembre, al inicio del presente curso. Y tampoco era habitual encontrar a un alumno como el nuevo: con sus gafas de culo de vaso redondas, una camisa a cuadros y unos pantalones vaqueros, se había presentado ante la clase saludando y no había dicho ni siquiera cómo se llamaba. Había sido la propia tutora de la clase la que había informado a los alumnos del nombre del nuevo compañero. Se llamaba José.

El primer día, tras ser presentado, el nuevo alumno se recluyó en un rincón del patio del colegio y no cruzó palabra con nadie. Beto y sus amigos lo observanon desde la distancia. Como siempre, la curiosidad les pudo y no pudieron centrarse en otra cosa. Querían conocer al nuevo alumno, pero a todos les había parecido un poco raro y no sabían cómo abordar la conversación, qué decirle. Así que pasó el tiempo de recreo y no se acercaron a él.

El segundo día, el grupo de Beto siguió observando al nuevo alumno. Pero esta vez, al contrario que el día anterior, el nuevo alumno no pasó solo el recreo, sino que estuvo acompañado por el grupo que solía ocupar la pista de fútbol durante el recreo. Visiblemente incómodo, el nuevo alumno fue acosado a preguntas y finalmente obligado a participar en un partido de fútbol. Fue entonces cuando se dio la ocasión perfecta para que Beto se acercara al alumno nuevo. Y es que, en pleno partido de fútbol, el nuevo alumno recibió un pelotazo en la barriga que le hizo caer al suelo y perder las gafas. Y en contra de lo que se podía esperar, el grupo que lo había invitado a participar en el partido no se preocupó por él, sino que simplemente se rio. Al ver esto, Beto entró corriendo a la pista, agarró las gafas del nuevo, se las dio y lo ayudó a levantarse. Acto seguido, lo acompañó fuera de la pista y, cuando se encontraron fuera de los balonazos, le tendió la mano y le dijo: "Hola, yo soy Beto. Encantado".