El cuento de los martes

Beto en... 'Vuelta al cole, ¿por fin?

L.O.

Beto se levantó el día de la vuelta al colegio especialmente nervioso. Ya antes de acostarse, mientras se lavaba los dientes, como cada noche, justo después de darse una ducha, se miró en el espejo y pensó: «Vaya, sí que han pasado rápido los meses de verano». 

Así, mientras se miraba en el espejo y se lavaba los dientes, uno a uno, dando varias pasadas con el cepillo arriba y abajo, como le había enseñado su dentista, intentó recordar qué había hecho durante el verano que ahora tocaba a su fin. «En realidad», cayó en la cuenta tras pensar un buen rato, «no he hecho nada de lo que quería hacer».

Sí: antes del verano, cuando todavía faltaban unas semanas para que acabara el curso anterior, Beto había pasado horas y horas discutiendo con sus amigos, Hugo y María, qué iban a hacer cuando el colegio acabara y por fin fueran libres, con casi tres meses de verano por delante, con la libertad absoluta ante ellos.

Como siempre, los planes habían ido surgiendo sin dificultad alguna. Hugo, cómo no, pensaba pasarse las horas muertas leyendo cómics en su habitación y dibujando todas las historias que había ido imaginando en su cabeza durante las clases en las que más le costaba prestar atención (en Mates, vamos). Por su parte, María pensaba ir a jugar al fútbol todas las tardes, pasear en bicicleta al caer el sol, con la fresca, o salir a caminar por la montaña ahora que los insectos por fin se dejaban ver.

Hugo y María son dos personas totalmente distintas, pensó Beto mientras deslizaba el cepillo suavemente contra una de las paletas que se había partido tirándose por un tobogán aquella misma semana (como siempre, impulsado por María y con la opinión en contra de Hugo, que tenía miedo a las alturas). 

Hugo era miedoso y fantasioso. Si fuera por él, todas las actividades se harían en su casa y serían básicamente imaginarias. ¿Por qué tenía él que tirarse por un tobogán de doscientos metros («no tiene ni un metro», diría María con un gesto de desesperación) cuando podía imaginarse enfundado en unas mallas de cuero y sobrevolando la ciudad de Nueva York? «Si no has salido del pueblo en tu vida», habría dicho María con un nuevo gesto de desesperación.

Al contrario que Hugo, que era el tío más casero que Beto conocía, María se aburría si pasaba más de una hora en su casa, era valiente, decidida y aventurera. Si fuera por ella, todas las actividades tendrían lugar al aire libre y volverían cada tarde a sus casas llenos de tierra y con algún que otro rasguñón.

Pero, pensó Beto, que aún seguía cepillándose los dientes, ¿cuántas veces hemos ido a jugar al fútbol este verano? Dos, tres veces como mucho. ¿Cuántas veces hemos salido a ver bichos por el monte? Una vez, que él recordara. ¿Cuántas veces he ido a casa de Hugo a leer cómics? Eso si lo había hecho más: unas seis veces. Se estaba a gusto en casa de Hugo con el aire acondicionado a plena potencia. Bueno, con el aire acondicionado a plena potencia cuando María se hartaba de estar con ellos sin hacer nada y se iba a tomar el fresco y los dejaba solos. Mientras María estaba con ellos, el aire acondicionaba estaba apagado o en modo ahorro. Porque otra de las obsesiones de María era el medio ambiente. Lo que no puede extrañar a ningún lector que haya estado atento. Como María ama la montaña, es natural que quiera cuidarla para que esté lo más sana posible. Y, como les habían explicado mil veces en clase, mantener el aire acondicionado a plena potencia no contribuía precisamente a cuidar el medio ambiente. Así que mientras María estaba con ellos se portaban como niños buenos para no tener que soportar sus regañinas, pero cuando ella se iba daban rienda suelta al aparato del aire. Luego se sentían mal y le regalaban algo a María para combatir la mala conciencia.

«Vale, pero», volvíó a pensar Beto mientras se enjuagaba la boca y hacía gárgaras, «¿qué he hecho este verano en realidad?». Nada. Había malgastado los días. No había llevado a cabo ningún proyecto digno de mención. 

Y con esa sensación de haber perdido el tiempo se acostó, esperando que al despertarse hubiera desaparecido y se sintiera algo mejor. 

Pero el sueño no fue tan reparador como esperaba y la sensación de haber perdido el tiempo le acompañó durante el desayuno y de camino al colegio. «Otra vez de vuelta a clase», pensó Beto, «después de haber malgastado el verano».

Y mascullando este pensamiento llegó a la puerta del colegio. Allí le esperaban, como le esperarían cada mañana del curso que comenzaba, Hugo y María, con una sonrisa de oreja a oreja en sus caras.

—¿Qué te pasa? —le preguntó Hugo.

Beto contó a sus amigos lo que había estado pensando aquella noche.

Hugo se rio; María le dio un suave golpecito en el hombro y dijo:

—Venga, hombre, que tampoco es para tanto. Tú mismo lo has dicho: no nos hemos visto tanto, pero a partir de ahora nos volveremos a ver todos los días. Aprenderemos cosas nuevas, jugaremos al fútbol en todos los recreos, cada día, y Hugo pintará sus cosas mientras finge que atiende en clase de Mates. Si lo piensas así, el cole es lo mejor.

«Es verdad», se dijo Beto, «en el cole podemos hacer todo lo que no hemos hecho este verano, y encima aprenderemos   cosas nuevas».

Y así, un poco más contento, comenzó el nuevo curso para Beto. Un curso que estaría repleto de aprendizaje, pero también de diversión en el cole.

Actividades

1

Escribe tu propio cuento basándote en las actividades que has llevado a cabo este verano. Cualquier cosa vale. ¿Has ido de viaje? Es un gran tema para un cuento. ¿Te has pasado el verano encerrado en casa jugando a la consola? Bueno... También te vale. Que se lo digan a Hugo.

2

Comparte tu cuento con tus compañeros y que ellos compartan el suyo contigo. ¿Se parecen o son muy diferentes? Ya ves: casi tres meses de vacaciones dan para mucho. Aunque Beto no lo crea.

3

María se preocupa muchísimo por el medio ambiente. Sabemos que el verano es una época en la que se contamina mucho. El humo de los coches de la gente que sale de vacaciones, los aires acondicionados a plena potencia, como el de Beto y Hugo... Cuenta a tus compañeros qué has hecho tú en vacaciones para contribuir al cuidado del medio ambiente.