Opinión | Nos queda la palabra

Sandía

Los energúmenos se jactan de reducir derechos tras una legislatura en la que han ido de la mano de personajes como el húngaro Viktor Orban, y que en plena campaña estrechan la mano de Netanyahu o anhelan pactar con la fascista Meloni

Santiago Abascal, líder de Vox, en el mitin en Murcia el domingo pasado.

Santiago Abascal, líder de Vox, en el mitin en Murcia el domingo pasado. / Israel Sánchez

Todo junto. Ya sé que mañana es domingo. También que algunos se juntarán a rezar aunque preconizan el odio. No será la primera vez que los más beatos enarbolen la espada. Por supuesto será una jornada decisiva, pero no llegará a San Día, porque los monstruos empañarán la fiesta de la democracia.

No. Yo quiero hablar de la sandía. Todo junto. Verde por fuera y roja por dentro. Sería un buen logotipo para Europa. Para todos.

En la sinrazón en la que se mueven algunos candidatos, ‘hijos de fruta’ porque se han unido incluso para mancillar tal manjar, combaten para ver quién es más negacionista, cuál arremete, como un toro, contra la Agenda Verde, o en el tamaño de las burradas para, en definitiva, abrazar la destrucción y la contaminación. No es extraño que los más extremos busquen destruir el planeta de una sola vez, en vez de ir eliminando, uno a uno o a vagones, a pobres, homosexuales, emigrantes, mujeres, ancianos, negros, comunistas, socialistas, etcétera.

Se encuentran en Murcia a sus anchas pregonando contra todo lo que sea preservar la tierra mientras, con grandes aspavientos, se autonombran los primeros defensores de los agricultores, ganaderos y pescadores. Todo vale. Ya preparan su foto de familia con Le Pen, la que impide a los camioneros murcianos llevar nuestras frutas y hortalizas a Europa, pero ellos siempre junto al campo. En nuestra capital, con los índices de polución más altos de toda España, se encuentran felices.

Y si les repugna el verde, qué decir del rojo. Si nuestro continente, el mismo que votará mañana por su supervivencia, se ha fundamentado en la paz y el estado de bienestar, los energúmenos se jactan de reducir derechos tras una legislatura en la que han ido de la mano de personajes como el húngaro Viktor Orban, y que en plena campaña estrechan la mano de Netanyahu o anhelan pactar con la fascista Meloni.

Con una gran tajada, que simulará una sonrisa y me recordará mi infancia, junto a mis abuelos y padres devorando una tras otra en el corral, celebraré que aún hay personas buenas, capaces de querer a su prójimo y al planeta. Vota. 

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