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La década perdida del Reino Unido

La pasada semana, el primer ministro del Reino Unido salió a la puerta de Downing Street para anunciar, sin paraguas y bajo una intensa lluvia, la disolución del Parlamento y la celebración de Elecciones Generales para el día 4 de julio. La prensa británica, con su sentido de la ironía siempre a punto, inmediatamente habló de ‘drowning street’, por la lluvia y por los síntomas de ahogamiento bajo las procelosas aguas de la derrota que esperan al Partido Conservador del actual Primer Ministro, si se cumplen las encuestas.

Según éstas, el Partido Laborista aventaja en 20 puntos porcentuales en intención de voto al Partido Conservador. Muchos diputados tories eran partidarios de convocar las elecciones en el otoño, acercándose más al límite de cinco años desde los comicios últimos que se celebraron en el mes de diciembre de 2019. Con eso hubieran otorgado dos años completos al último primer ministro de esta legislatura (de los tres que han ocupado el cargo) para mostrar su competencia y recuperar al electorado desencantado. Rishi Sunak, que no espera muchas mejoras en la situación del país en estos meses, ha decidido jugar la única carta que le quedaba en la manga: el factor sorpresa. Tampoco tiene de mucho de qué preocuparse personalmente, siendo como es la mayor fortuna de Reino Unido, doblando casi a la muy considerable riqueza del rey Carlos III. 

Los tories llevan gobernando ininterrumpidamente Reino Unido desde hace 14 años, y en concreto desde la victoria insuficiente con David Cameron en 2010, que necesitó de los LibDem (Demócrata Liberales) para gobernar hasta 2015, cuando sí obtuvo mayoría absoluta en unas nuevas elecciones adelantadas. Ese éxito, y el que obtuvo en 2014 al ganar el referéndum de independencia en Escocia, nubló su juicio político y se embarcó en 2016 en la inusitada aventura de convocar un reférendum sobre la pertenencia de Gran Bretaña a la Unión Europea, el famoso Brexit. Su estrepitoso fracaso le indujo a dimitir, en coherencia con sus principios. 

Entre tanto referéndum, recortes de servicios públicos y cambios de liderazgo, los conservadores han llevado a la ciudadanía británica a un callejón sin salida, alejados de la casa común europea y todavía desacoplados de sus antiguos territorios coloniales. 

Solo esperan el momento de elegir sin ningún entusiasmo a los laboristas, cuyo líder Keir Starmer, no levanta ninguna pasión y que tendrá escaso o nulo margen para mejorar la situación de declive actual del Reino.

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