Opinión | Noticias del Antropoceno

El día en que casi me secuestran

Hace mucho tiempo que no tengo contacto con mi amigo Jesús Galindo, uno de los mayores expertos en gestión pública del Turismo que ha dado nuestra Región e impulsor principal del Centro de Cualificación Turística. 

En la época en que tenía más contacto con él por asuntos profesionales, surgió por parte de una empresa de mi familia con oficinas en el sur de Colombia una invitación oficial a algún experto en turismo español para ayudar a enfocar la promoción turística de la región del Cauca, cuya capital es una preciosa ciudad repleta de blancos edificios de estilo colonial llamada Popayán. 

Se lo comenté a Jesús Galindo y se prestó encantado a proporcionar su experiencia y consejo al Gobernador regional y a sus propios expertos en turismo, gente falta de medios pero sobrada de entusiasmo. 

Yo mismo no me quise perder la oportunidad de conocer aquella parte del punto y me decidí a acompañarlo en su encomienda, pertrechado, eso sí, con una acreditación periodística de este mismo diario en el que escribo, concedida por la directora del medio en aquellos tiempos, Paloma Reverte. La moneda de cambio fue asegurarle una crónica periodística sobre el destino. Total, mi trabajo y mi viaje le iba a salir gratis a todo el mundo y no quería perderme la aventura. Yo creía que tenía cierto mundo, pero no estaba preparado en absoluto para la recepción que nos esperaba en Colombia por parte del Gobernador del Cauca y las autoridades municipales de Popayán.

Cuando días después tuvimos la oportunidad de visitar Tierra Adentro, la joya turística de la Región, junto con la propia capital, nos vimos sorprendidos por un ‘paro’, como allí llaman a un bloqueo territorial por elementos afines a las FARC. Había una barricada bien establecida que nos impedía avanzar. Afortunadamente el discurso persuasivo de mi amigo Jesús Galindo, un auténtico pico de oro, convenció a los insurgentes de que éramos meros turistas españoles y nos dejaron sortear el paro caminando por un sinuoso sendero montañoso que lo rodeaba. A punto estuvimos de perder el avión de vuelta a España. 

Excuso decir lo aliviados que nos sentimos al aterrizar en el aeropuerto de San Javier. Y es que no hay tan tranquilizador como el propio terruño. A partir de ahí, devolví mi acreditación turística a Paloma Reverte y di por terminada mi corta carrera de cronista de viajes.

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