Opinión | Noticias del Antropoceno

Todos contra el alquiler turístico

Edificio de apartamentos turísticos en Cartagena.

Edificio de apartamentos turísticos en Cartagena. / Iván Urquízar

El alquiler turístico se ha convertido en nuestro país en el principal chivo expiatorio que reúne a políticos, lobby turístico y a vecinos residentes en zonas turísticas en la denuncia de esta modalidad de explotación de una propiedad. Igual que la gilipollez de terminar con las Golden Visa, parece que el Gobierno encara como solución al alquiler residencial, convertir en normativa nacional la prohibición del alquiler turístico. Lo tiene francamente complicado, dado que la ordenación sobre vivienda y turismo está transferida a Gobiernos autonómicos y locales, y no es fácil que sus socios independentistas le facilten la recentralización de un área tan jugosa desde el punto de vista político.

Y existe otro problema añadido, y es la línea fina que diferencia el alquiler turístico del alquiler temporal. Esta línea no es cualitativa, sino cuantitativa, por lo que no es fácil controlar el período que separa a un alquiler por unos días con fines turísticos, de la semana de alquiler de una vivienda de veraneo o rural, dado de que los alquileres vacacionales son cada vez más cortos. O les ponemos un gorro a los turistas que los identifique como tales, o es muy difícil diferenciarlos de los veraneantes tradicionales. De hecho, hay empresas de gestión de alquiler turístico que hacen contratos de alquiler temporal (perfectamente legales), en los que se pacta la renuncia por anticipado del arrendatario. Esa práctica ha motivado en parte el inusitado auge del alquiler temporal

A las legítimas protestas de los vecinos de un edificio en los que se sitúa una o varias viviendas de alquiler turístico, se suman las protestas del lobby turístico, más que nada interesado en disminuir la competencia. La gran excusa de todos, es que estos tipos de alquileres, incluido el temporal, limitan la oferta de alquiler residencial. Es el típico espantajo que agita un Gobierno que ha cambiado repetidas veces las reglas de juego en este tipo de alquiler, generando inseguridad y sembrando el pánico entre los propietarios, que buscan alternativas para protegerse de la arbitrariedad de sus medidas populistas. 

Enfrente se encuentran los comercios y la restauración que anima la vida urbana de las zonas turísticas, que en vez de contemplar su ruina vampirizados por los bares, restaurantes e incluso comercios de los hoteles, se ven beneficiados por el gasto de los residentes ocasionales que atrae este tipo de alquiler.

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