Opinión | El retrovisor

Raimundo y una época de Murcia

Hablar con don Raimundo, el revolucionario de la cocina murciana, era comer un poco aunque no se comiera: las tripas se convertían en concierto y los jugos gástricos se jaleaban eufóricos

Raimundo González (de pie) en 'El Cornijal' de La Fica con Perico Chicote, el jumillano Andrés Bleda, Juan Antonio Escribano y Miguel López Guzmán, 1962.

Raimundo González (de pie) en 'El Cornijal' de La Fica con Perico Chicote, el jumillano Andrés Bleda, Juan Antonio Escribano y Miguel López Guzmán, 1962. / Archivo TLM

Se preguntaba el periodista y gastrónomo Ismael Galiana al inicio de su brillante prólogo para el incunable Murcia entre bocado y trago, de Juan García Abellán: «Extraño, extrañísimo, inexplicable. La cocina murciana no aparece en letras de molde por ningún lado de una manera integral y apologética. Ni en letras de molde ni apenas en marmitas que no sean las vernáculas…»

Raimundo González Frutos se crio a los pechos de su tío Pepe, el que hizo de una taberna un restaurante conocido en todo el mundo. Al retirarse este, Raimundo, sobrino y discípulo aventajado, junto a su mujer, Encarna, se hicieron cargo del negocio, alcanzando cotas nunca imaginadas en la Murcia de entonces. Personalidades de fama internacional, desde Franco a Juan Carlos y Sofía y el entonces príncipe Felipe, hasta actores de la talla de Anthony Quinn, Stewart Granger, Xavier Cugat, Alec Guinness y tantos otros ilustres encontraron cobijo, mesa y mantel en el ‘Rincón de Pepe’ de Raimundo. Desde su presencia ante los fogones, la cocina murciana dejó de ser una desconocida, así como los productos de esta tierra y de su mar.

Si los dietarios de Ana María Herrera para la Sección Femenina, editados en 1950, ocuparon las cocinas españolas de entonces, los recetarios tamaño octavilla editados por el Rincón de Pepe, salidos de la mano de Raimundo, llegaron a todo el mundo y, mucho más, a los hogares murcianos, hecho que hizo evolucionar nuestra cocina de forma radical.

En los últimos tiempos, la figura de Raimundo adquiere gran relevancia. Inolvidables fueron sus años al frente de ‘El Cornijal’ de La Fica. Con el paso de los años, Raimundo mostraba cierto aspecto de senador romano, con el empaque que otorga el tiempo. Su porte revelaba una inteligencia condescendiente, una natural aptitud para saber sonreír, guisar y tentar a los desmayados con amenas charlas sobre sabrosos platos. Hablar con don Raimundo, el revolucionario de la cocina murciana, era comer un poco aunque no se comiera: las tripas se convertían en concierto y los jugos gástricos se jaleaban eufóricos. Personaje para hablar con él en cualquier lugar, capaz de convertir cualquier esquina en un fogón.

Conoció y llenó el estómago a la esencia de los ilustres de aquí y de allá durante más de medio siglo. Su personalidad era limpia, conservando en la memoria los más nimios detalles acaecidos hace cincuenta años, dando la sensación de que hubieran ocurrido hace unos minutos. Cuando se hablaba de vinos, parecía olfatearlos, y si lo hacía de corderos, parecía contagiar el giro del manubrio dónde se doraba el manso animal. Raimundo González Frutos reinó en los fogones en tiempos de opulencia y de carestía, reinó con la luz, los sabores y la historia propia de un genio de la cocina universal.

En 2012 le pregunté en una sabrosa entrevista, «¿Don Raimundo, qué comía Franco?, «De todo, aunque su médico no lo dejaba comer de nada».

–¿Y don Juan Carlos?

«De todo, a pesar de que la reina era como el médico de Franco».

–Don Felipe, de soltero se pirraba por los bocadillos ¿de qué?

«Bocadillos de ñoras verdes fritas con tomate y huevos revueltos».

–¿Es cierto que el divino César González Ruano se llevaba los panecillos y las almendras en el bolsillo?

«Es cierto».

–¿En el caldero nos comemos antes el pescado, o empezamos por el arroz?

«Todo junto, según mi forma de elaborarlo».

–¿A los obispos les daba chocolate con picatostes, o leche frita con helado de turrón?

«Leche frita con helado de turrón, sobre todo a don Ramón Sanahuja y Marcé.

–¿El comensal más exigente fue...?

«Álvaro Cunqueiro».

–¿Las sepulturas están llenas de grandes cenas?

«De grandes cenas y de los que no cenan».

Descanse en paz el amigo que tanto nos enseñó y, sobre todo, al que tan bien supo alimentarnos.

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