Opinión | Lo veo así

Baja y me lo dices en la cara

El Parlamento y Senado se han convertido, de un tiempo a esta parte, en una ruidosa barra de bar, donde es posible escuchar eso de «baja y me lo dices en la cara»

Ana Redondo, ministra de Igualdad, se defiende de las acusaciones de Jaime de los Santos, diputado del PP, en el Parlamento.

Ana Redondo, ministra de Igualdad, se defiende de las acusaciones de Jaime de los Santos, diputado del PP, en el Parlamento. / EFE

Siempre hemos pensado que los enfrentamientos que se producen entre políticos, en el Parlamento y Senado español, ocurrían también en otros países europeos, donde veíamos en TV a unos y a otros defender sus postulados con calor. Nos pareció igual, hasta hace un tiempo: en España se están rebasando, ahora, todos los límites de lo que debería de ser una mínima cortesía parlamentaria. 

Y hasta hace un tiempo también, suponíamos que cada partido elegía a los más preparados en sus filas. Creíamos, sí, que quienes nos representan en los bancos del Congreso y Senado son gentes preparadas, educadas también, capaces de mantener un cambio de parecer civilizado. Idóneos, sí, para argumentar con un cierto sentido común sus puntos de vista, en contraposición con los de sus adversarios. Pero, tristemente, vamos descubriendo que perdieron en el camino la buena costumbre de argumentar, por ignorancia o por ese ‘zafarrancho de combate’ al que se han apuntado todos, para hacer de la política un auténtico lodazal donde cada uno parece sacar lo peor de si mismo, jaleados por su bancada. Cuanto más ‘broncas’ son, más seguidores y seguidoras tienen en sus filas. Y en ese «a ver quien dice más barbaridades en menos tiempo», se han perdido todas las formas de un adecuado uso parlamentario.

Una perdida de buen gusto que se agudizó, de manera especial, en la sesión de control al Gobierno en el Parlamento, la semana pasada, con la intervención del diputado del PP, Jaime de los Santos (en sus intervenciones en tertulias da el ‘nivel’), que preguntaba a la ministra de Igualdad, Ana Redondo, «por la antipatía o indiferencia que muestran muchos jóvenes hacia el movimiento feminista, según han detectado las encuestas», para saltarse su propia pregunta y terminar desviándose del tema, lanzando todo tipo de acusaciones de corrupción contra la esposa del presidente del Gobierno, entre otras. Intervención con marcado tinte machista y reaccionario que hizo perder los nervios a la ministra de Igualdad, que estallaba a gritos de «vergüenza» contra la intervención de este diputado del PP. Es cierto que Ana Redondo llevaba razón al acusar el discurso del diputado del PP de «machismo reaccionario y negacionista», pero es cierto también que perdió parte de la razón que podrían tener sus argumentos (se disculpó después) por las formas empleadas en rebatir a su adversario 

Pero no todo fue negativo. El PNV siempre supo estar bien representado, tanto en el Congreso como en el Senado. Sus portavoces dicen lo que piensan, exponen claramente lo que pretenden y puedes estar de acuerdo o no con el fondo, pero jamás podrás reprocharles las formas. Y las formas son muy importantes en democracia. Porque las formas muestran lo mejor, y lo peor de la persona también. Y Aitor Esteban, el portavoz del PNV en el Parlamento, fue como un soplo de aire fresco en un hemiciclo muy cargado de expresiones negativas y, en la mayoría de los casos, ofensivas para unos y otros. Y oyéndole, comprendemos perfectamente la decisión que tomó la Asociación de Periodistas Parlamentarios nombrándole mejor orador. Que según la RAE es «la persona que habla en público, pronuncia discursos o imparte conferencias de forma elocuente y con estilo elevado». 

Justo, «con estilo elevado», que es lo que echamos en falta, ahora, en este Parlamento y Senado que se han convertido, de un tiempo a esta parte, en una ruidosa barra de bar, donde es posible escuchar eso de «baja y me lo dices en la cara».

Sí, ese «baja y me lo dices en la cara», en el más puro estilo pendenciero y tabernario, lo profirió el senador del PP, Raúl Valero, enfrentándose a la bancada de la oposición. Porque «para chulo, él». 

¡Hasta donde hemos llegado!

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