Opinión | De vuelta

Santiago Delgado

Hidrocidio

Nuevamente, como es costumbre, el río Ebro deja en el mar una cantidad ingente de agua. Hace seis años, en veinte días se vertió por ese río, el agua correspondiente a todo un año del gasto y uso de dicho elemento en toda España. Pero el dogma conservacionista ha logrado que el caudal ecológico de los ríos sea intocable. Y sea intocable en unas medidas impuestas por ellos para, precisamente, hacer a los cauces algo ajeno a las necesidades humanas, incluso a las no estrictamente corporales. Para esta secta, el ser humano es el cáncer del planeta, y debe ser arrinconado por el status ‘inmanente’ de las cosas de la naturaleza. 

La naturaleza no tiene un status permanente. No lo ha tenido nunca. Y ahora tampoco. El Sáhara era húmedo, con ríos y lagos -como lo demuestran los petroglifos incisos en sus macizos centrales-. Y ningún humano o prehumano hizo nada para causar ese desastre. Toda la península escandinava debería tener un clima semejante al de Siberia. No lo tiene porque la cálida corriente del golfo baña sus costas, más arriba o más abajo, según la Corriente del Niño choque con la masa de agua cálida del Caribe más al norte o más al sur. El día que la Corriente del Golfo continúe la del Niño, y se vuelva a ir directamente a las costas saharianas, adiós, Noruega.

¿Saben por qué hay sequía en Cataluña? Porque ya tienen todos sus ríos con el cauce ecológico sobredimensionado a tope, y el agua que necesitan los catalanes está siendo vertida al mar, en aras del sacrosanto dogma de la Religión Climática, antiguo Calentamiento Global. 

 El agua es de todos (sí, de todos y para todos; y sonríanse entre dientes algunos). Y para todos debe ser repartida en las mejores condiciones. En España cae agua de lluvia suficiente para que nadie pase miedo ante ninguna sequía. Y hay embalses también suficientes, construidos en tiempos en que los cítricos de la Región de Valencia y de Murcia proporcionaban al Estado divisas para financiarlos. Los pantanos del Tajo se pudieron proyectar con esa premisa. El agua es de todos, no sólo de los que financiaron las presas; también, naturalmente de los que pusieron los territorios. Y tenemos la mejor tecnología del mundo para construir las conducciones necesarias para hace el mejor Plan Hidrológico Nacional conocido. Energía, la de las centrales nucleares, recién reconsideradas en Alemania.

No hay mayor crimen contra la humanidad, exceptuando los que todos sabemos, que los que se perpetran derribando presas. Por ejemplo, las que contienen el agua que las borrascas del Atlántico dejan en la península. En Cataluña regalan el agua al mar. Pero en Extremadura regalan el agua a Portugal, que bien sabe aprovecharla turísticamente, en macroembalses deportivos. Y hacen bien: a rocín donado, no le periscopées el objetivo, que dicen los finos.

Y qué contrasentido el de engrosar artificialmente el cauce ‘ecológico’ de los ríos, y a la vez propugnar la inmigración universal, sin traba legal alguna.

¡Basta ya de hidrocidio!

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