Erre que erre (rock 'n' roll)

Mañana es tu día, mujer

El mundo y su avance es el cambio de la mujer necesaria, la valiente, altiva, la que lucha cada día por mejorar una denostada sociedad que, a veces, parece no ponerlo fácil

Foto de archivo de una manifestación por el 8M, Día Internacional de la Mujer.

Foto de archivo de una manifestación por el 8M, Día Internacional de la Mujer. / Jesús Hellín / Europa Press

Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

No resulta sencillo escribir sobre la necesidad imperante de un feminismo justo y certero desde mi posición, digamos, acomodada.

Los hombres que diariamente acompañan mi bagaje son compañeros de trabajo sin incrementos o mejoras por el hecho de ser varones, amigos que no preguntan si ayudan, simplemente lo hacen a la vez, un espejo que es padre y madre cuándo toca, a quien jamás le he notado el mínimo atisbo de conducta masculinista, y un hijo educado estrictamente bajo el valor del compromiso con la igualdad. Esos son, a día de hoy, los hombres de mi vida, hombres feministas de pensamiento, alma y actos.

Soy, somos, tan solo eso, ni más ni menos que eso, una mujer, mujeres. Simone de Beauvoir dejó plasmada en una frase que pasaría a la historia unas palabras indelebles aún con el paso de los años: «No se nace mujer, se llega a serlo». Ni que decir tiene que sembró la semilla del principio de un movimiento revolucionario que, para muchas, desencadenó una nueva forma de vida en el mundo contemporáneo: la aparición real del movimiento feminista.

El mundo y su avance es el cambio de la mujer necesaria, la valiente, altiva, la que lucha cada día por mejorar una denostada sociedad que, a veces, parece no ponerlo fácil. El feminismo en el que yo creo está alejado del «divide y vencerás». No enfrenta a manifestantes que, de vivir en igualdad, no necesitarían salir a reivindicar respeto. En un país coherente todos alzarían la voz por la equidad.

Resulta casi denigrante tener que seguir en la lucha para vencer a los verdugos que continúan apretando los grilletes de la peor intención, los que censuran y no permiten la imposición de la tan necesaria liberación, cómo es vivir en la independencia con la propia vida, historias comunes al margen de lo que se necesita. La condición femenina, pese a todo, aún no ha encontrado su sitio y no lo hará hasta ser consciente de haber hallado la absoluta libertad. Ese día será el encendido del alumbrado que marque el camino de la liberación, en el que los senderos a elegir sean la decisión de procrear o no libremente... Bravo por la Constitución francesa. Ese día será cuando habremos abolido la fuente inagotable de desigualdad y subordinación (tal como se da en el denostado oficio de prostitución), cuando ninguna de nosotras sufra violencia machista, y no hablo de palizas.

Yo misma me he visto en la situación de tener que soportar estos días un par de improperios bien abruptos por parte de quien considero un igual, obligada, por pundonor y asco, a forcejear, literalmente, con un comportamiento chovinista. Pido perdón por sentirme víctima ante las diez mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año

Aquí no se pretende demonizar al hombre por el hecho de serlo, aquí se refleja una realidad que aún muchos se niegan a ver. Como tampoco paso por alto la falta de sororidad y empatía de muchas féminas que nos dedican el rechazo más visceral, cuando sienten que le haces el menor atisbo de sombra si tu forma de vestir incluye escote o un ‘gloss’ rojo, por ahí no vas bien, hermana. Son mujeres que invalidan la lucha acontecida. 

De nuevo, les pido clemencia si afirmo encarecidamente ante el ‘Comité de Sabias del Feminismo Blanco’ que la primera canción reivindicativa de la historia la interpretó una rubia oxigenada, maquillada hasta las trancas y puesta de minifalda llamada Nancy Sinatra, una rubia con más bemoles que el Alcoyano reivindicó, en una época de auténtico conservadurismo como fueron los años 60 en EE UU, la emancipación de la mujer con la popular canción These Boots Are Made For Walking.

Perdonen si no me ven mañana agarrada a la pancarta de las discípulas de Montero, dónde años anteriores pudimos leer lindezas del tipo «hombre muerto, abono pa’ mi huerto». Prefiero el tono morado que pinta de gratitud la lucha de muchas y ejemplarizantes señoras, las que anteponen sexualidad y raza ante un feminismo que defiende la barbarie. Mujer no debería ser factor de riesgo para un igual, y viceversa.

Es de traca que un año más nuestra reivindicación sea la igualdad de derechos entre géneros, y no una gran celebración por la consecución de los mismos. Mientras llega, seguiremos en la brecha... y aunque algunos desvirtúen el significado del término para desunirnos, nuestra misión siempre será defender el feminismo.

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