Con la venia

Divorciarse en la jubilación

Me he visto en procedimientos judiciales que se han dilatado tanto en el tiempo que ha acontecido que uno de los cónyuges ha muerto sin haber visto resuelto el pleito

Matt Bennett / Unsplash

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José Manuel Hernández Benavente

José Manuel Hernández Benavente

Varón, 75 años, con mucho tiempo libre, el cual no tiene intención de compartir con su esposa. Quiere el divorcio. Afirma que su propósito vital es «disfrutar los últimos años que le quedan» de un modo más grato que junto a la que lleva décadas siendo su mujer. Le tramité el divorcio, claro, y al poco me enteré de que este hombre había encontrado de nuevo el amor: en concreto, por Internet, con una señora residente en Molina de Segura. Por ella lo dejaba todo.

Lo dicen las estadísticas: los divorcios entre jubilados están en alza. España es el tercer país de la Unión Europea en el que más mayores de 65 años deciden tomar caminos separados, tras toda una vida juntos. Por delante solo están nuestros vecinos portugueses y los oriundos de Luxemburgo.

Más cifras: dice el Instituto Nacional de Estadística (INE) que de media en un año se divorcian más de 7.500 personas con edades comprendidas entre 60 y 69 años. Y más de 2.000 mayores de 70. Eso sin contar las separaciones: cerca de mil también.

Como su abogado, los clientes me cuentan sus razones. Sin dar detalles concretos que puedan identificar a nadie, lo que a grandes rasgos relatan es que, una vez se ha quedado el nido vacío (esto es, los hijos han volado), junto a la realidad de que llega una edad en la que no trabajan y hay demasiado tiempo libre, se hace más cuesta arriba. La persona con la que juraron ante un sacerdote (o ante un juez) que deseaban estar hasta que la muerte los separase había cambiado. Y ese chip de «me queda poco tiempo, voy a exprimirlo». Un cóctel que sabe a desamor.

En este tipo de rupturas no hay que establecer pensiones de alimentos ni régimen de visitas (salvo que alguno de los hijos no pueda valerse por sí mismo por tener minusvalía). Lo normal en estos casos, por mi experiencia, es que la mujer pida una especie de pensión compensatoria, por los años dedicados al cuidado familiar: ser ama de casa nunca está pagado. Y lo que es más complejo, hay que liquidar la sociedad de gananciales, donde suele haber bienes muebles e inmuebles. Me he visto en procedimientos judiciales que se han dilatado tanto en el tiempo que ha acontecido que uno de los cónyuges ha muerto sin haber visto resuelto el pleito.

¿Y cómo se ahorra tiempo y dinero? Divorciándose ante notario. Eso sí, para hacerlo, ha de ser de mutuo acuerdo y no tener hijos menores. Los miembros de la inmediata expareja han de ir a la notaría acompañados de un abogado que haya redactado el previo acuerdo, igualmente se puede acordar la liquidación de sociedad de gananciales. Elevado el acuerdo a escritura pública, el notario comunicará al Registro Civil que ya no hay matrimonio. Si desean, anhelan o ansían empezar de cero una vez peinan canas, sepan que no son un caso único. Y que la edad se lleva en el cerebro. Y en el corazón.

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