Limón&Vinagre

Kaja Kallas: Mírame a los ojos, Putin

Kallas ha sido una de la líderes que, desde el inicio de la invasión, ha animado fervientemente a plantar cara a Putin. El sobrenombre de la «nueva dama de hierro europea» ya planea sobre los titulares

Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich

Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich / MSC / Kuhlmann

Emma Riverola

Emma Riverola

Mírame y aprende. No necesito pasearme a caballo con el torso desnudo para exhibir mi fortaleza. Tampoco bombardear, torturar y violar inocentes para apuntalar mi poder. Menos aún, vomitar órdenes de búsqueda y captura contra líderes de otros países para sembrar miedo. No, Putin, yo ya nací con la resistencia en los genes y no voy a callar ni dejar de exhortar a acabar contigo».

Estas palabras nunca las ha pronunciado Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, pero con cada declaración, con cada gesto y con cada decisión que toma su Gobierno está plantando cara al todopoderoso señor del Kremlin. Ahora, el nombre de Kallas aparece en la lista negra que Rusia comunicó el pasado martes. Aunque, en un principio, no se anunciaron los méritos para figurar en ella, la agencia de noticias rusa TASS informó que la orden señalaba a los acusados de la destrucción o daños causados a monumentos de soldados soviéticos en Estonia. Y el busto caído de Stalin -Padre de los Pueblos, Titán de la Revolución Mundial, Brillante Genio de la Humanidad, Sabio Timonel y otros tantos venerables sobrenombres- sigue susurrando al oído de sus hijos adoptivos. 

Estonia comparte unos 300 kilómetros de frontera con Rusia y, efectivamente, al inicio de la invasión de Ucrania, Kallas anunció: «No daremos a Rusia la oportunidad de utilizar el pasado para perturbar la paz en Estonia. Y por eso hay que retirar urgentemente estos monumentos utilizados para la guerra informativa, en aras de la paz nacional». El primero que cayó en la batalla de los símbolos fue un tanque soviético de la pequeña ciudad de Narva, cerca de la frontera rusa. Estonia no fue el único país en adoptar esa medida. De hecho, en la lista de Putin, entre los más de 700 extranjeros buscados por el Ministerio de Exteriores ruso, también se encuentran altos funcionarios y diputados de Letonia y Lituania. Pero Kallas, la única mujer, es la que ostenta el mayor rango. 

Parece evidente que los argumentos esgrimidos por el Kremlin no son más que excusas. Kallas ha sido una de la líderes que, desde el inicio de la invasión, ha animado fervientemente a plantar cara a Putin. El sobrenombre de la «nueva dama de hierro europea» ya planea sobre los titulares. Actualmente, está abogando por que los bienes rusos congelados se utilicen para pagar los gastos de la guerra, y su campaña está calando en la UE.

Del mismo modo que la acusación de Putin apela a los símbolos del pasado, Kallas también tiene muy presente su herencia. Un legado de memoria familiar. Su madre, cuando solo era un bebé de seis meses, fue enviada a Siberia junto a su madre y su abuela en un vagón de ganado. Allí vivió hasta los 10 años. Su abuelo fue enviado a un campo de prisioneros siberianos. Todos sobrevivieron. Su padre, Siim Kallas, fue el decimocuarto primer ministro de Estonia. Su bisabuelo, Eduard Alver, uno de los fundadores de la República de Estonia, en 1918. 

Abogada y exeurodiputada

Kallas (Tallin, 1977) nació en una república de la Unión Soviética y, a los 13 años, vivió cómo su país alcanzaba la independencia del Kremlin. Es abogada y, en 2011, se unió al Partido Reformista de centroderecha, el cual pasó a presidir en 2018. Ha sido eurodiputada y miembro del Parlamento de Estonia. Un pacto entre su formación y el Partido del Centro, de tendencia progresista, la aupó a la presidencia de la república en 2021. La primera mujer que ostenta el cargo en la historia de este país báltico

Desde que se inició la invasión rusa a Ucrania, Kallas ha sido contundente. Un mes después de que se iniciara la agresión, publicó un ensayo en el diario The New York Times en el que animaba al «mundo libre» a redoblar la ayuda al pueblo ucraniano con armas, alimentos y productos básicos. A preparar la defensa por tierra, mar y aire. A desarmar económicamente a Putin y a acoger a los refugiados: «Moscú quizá piense que obligar a millones de ucranianos a marcharse y buscar refugio en toda Europa desestabilizará nuestras sociedades. Esto también es parte de los objetivos bélicos de Putin, y una de las herramientas de su guerra híbrida. Debemos demostrarle que se equivoca».

Mírame a los ojos, Putin, no me achicaré ante tus amenazas, nos dice la firmeza de Kallas. Y su desafío es el de muchos. Como el de la viuda de Navalni, que se ofrece como opositora a Putin. Al fin, la defensa de los derechos humanos frente al autoritarismo. Un combate con demasiados frentes en el mundo.

Suscríbete para seguir leyendo