Limón&Vinagre

Ximo Puig: París bien vale un pasaporte

Para unos, la retirada de Puig es un alivio y una invitación al viento fresco para que pase y ventile las estancias del socialismo valenciano, que en ocasiones ha estado azotado por escándalos protagonizados por Puig, como los contratos a la empresa de su hermano

Ximo Puig saluda tras entregar su acta de diputado de las Cortes valencianas

Ximo Puig saluda tras entregar su acta de diputado de las Cortes valencianas / Rober Solsona / Europa Press

José María de Loma

José María de Loma

«Yo fui una vez el futuro», dijo David Cameron en 2016 al despedirse del cargo de primer ministro. Bien podría haberle dicho esto mismo Ximo Puig a sus correligionarios del socialismo valenciano. Puig anuncia retirada y congreso del PSPV, donde podría intentar una transición tutelada, pero, principalmente y sobre todo, intentará no convertirse en pasado.

Ximo Puig. La oferta de Pedro Sánchez está ahí: embajador ante la OCDE. Yo también he tenido que mirar en Google para refrescar la memoria sobre qué significan esas siglas. Pero lo que sí sé es que la sede de tal embajada está en París. París de la Francia. Ah, París, qué difícil escribir nada nuevo ni original sobre tus restaurantes gozosos, tus noches encendidas, tus avenidas paseables inundado de euforia o melancolía. Tu cielo y tus razones. París no bien vale una misa, que son aburridas, vale una carrera, una trayectoria, una retirada. No sabemos qué diantres tiene que pensarse Puig para aceptar la misión, estando en la edad justa para los homenajes: 65 años. Puede marchar a París y llevar esa vida regalada que imaginamos haciendo de cuando en cuando, eso sí, una inolvidable aportación diplomática al orden y la economía mundial que la posteridad recuerde añorante.

Hay a quien al cumplir los 65 le dan una placa pagada a escote, una comida homenaje, cóctel de gambas, solomillo al vino y natillas, para luego mandarlo a casa, olvidarlo y si acaso enviarle un wasap -y un meme- en Navidad y hay quien cumple 65 años y espera ser ministro. O embajador. Lo de ministro no ha podido ser. A mí Transportes o Administraciones Públicas, o como se llame ahora, me gustaba para él. Tal vez esa cuota la han cubierto Óscar Puente y Víctor Ángel Torres, al que siempre se le añade la coletilla de ‘el canario’. Del mismo corte, hombres maduros socialistas de toda la vida con cargos en la periferia estaban también, entre otros, Javier Lambán o Guillermo Fernández Vara. Lo que ocurre es que si escoges a muchos socialistas fetén con experiencia en gestión y probada fidelidad al PSOE de siempre, te quedas sin sitio para nombrar tuercebotas, coaligados, promesas y cuotas de partido. Y experimentos.

Financiación autonómica

Ximo Puig, periodista, fue durante muchos años alcalde de Morella, un pequeño municipio de la provincia de Castellón, y presidió la Generalitat valenciana entre 2015 y 2023. Durante algunos años ejerció de oposición a Carlos Fabra en la Diputación de Castellón, lo que debe de curtir bastante, pero ya desde mucho antes aprovechó sus dotes para ir escalando posiciones en el PSPV-PSOE valenciano. Su llegada a la Generalitat puso fin a dos décadas de poder popular, un cambio tan histórico, por comparar, como supuso hace cinco años la llegada del PP a la Junta de Andalucía tras décadas de poder socialista. Puig puso el acento en la financiación autonómica, que ya lleva acento en las dos palabras, por cierto. Trenzó un eje, precisamente, con Juanma Moreno, andaluz, para pedir pasta y hacer ver que son estas dos comunidades las peor tratadas en cuanto a los ingresos por población y, en general, acerca de lo que les debería corresponder. Puig se plantó incluso en Sevilla para hacerse una foto con Juanma Moreno que no hizo ninguna gracia a casi nadie, aunque en esta era de selfis a diario, los fotos son todas olvidables por definición. Y olvidadas. 

Para unos, la retirada de Puig es un alivio y una invitación al viento fresco para que pase y ventile las estancias del socialismo valenciano, que en ocasiones ha estado azotado por escándalos protagonizados por Puig, como los contratos a la empresa de su hermano; para otros (¿Sánchez sobre todo?) es aún un valor si no aprovechable (ministro) sí premiable (embajadorcete sin nación, sin visados ni consulados).

A Puig le quieren sacar el pasaporte. Unos para que se vaya a su casa y otros para que se vaya a París. Con todo, los 65 son los nuevos 42. O 56. Más viejo es Feijóo y ahí está todo el día en la calle, por Dios, qué afición a zascandilear y pancartear. Feijóo y muchos otros. 

Al periodismo no le recomendamos que vuelva. Se ha puesto la cosa precaria y cibernética, la inteligencia artificial está a punto de sustituir a los redactores y hasta Vargas Llosa anuncia que pliega velas y deja el columnismo, que es una profesión de alto riesgo en estos tiempos de redes sociales, que satisface el ego pero no el bolsillo. Y para la que además se aconseja tener buena prosa. Podría escribir Cartas desde París, que es un pedazo de nombre para una sección. Para una atalaya o tribuna. Para tomar distancias. La leeríamos con envidia.

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