Espacio Abierto

Hechos, no opiniones

Las cifras de víctimas por violencia de género siguen creciendo, pero existe el peligro de que las cifras, cuanto más altas, menos nos conmueven. Porque poco a poco nos saturan y tendemos a alejarnos del horror

Leonard Beard

Leonard Beard

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

El año que termina ha sido un año caracterizado por un avance generalizado de la violencia contra las mujeres en nuestro país. Una violencia que está siendo alentada por el negacionismo de la ultraderecha que ha encontrado entre los hombres temerosos de perder el control sobre las mujeres un caladero de votos. Hombres que sienten que está en peligro su estatus dentro de la sociedad a causa de los avances conseguidos por el movimiento feminista. Este sentimiento de pérdida de poder sobre las mujeres genera violencia hacia ellas: la violencia es siempre una cuestión de poder.

Lo más grave de esta violencia es el aumento de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas que este año se elevan ya a 55. Estos asesinatos han dejado 48 niños y niñas huérfanas, y tres han sido asesinados por sus padres en un ejercicio de violencia vicaria.

Pero la violencia, que aparece en todos los ámbitos de la vida de las mujeres, es en nuestros cuerpos donde se ejerce de manera más explícita y brutal. La mercantilización del cuerpo de las mujeres es su arma más eficaz. El neoliberalismo contribuye al desarrollo de estos comportamientos. El discurso de que todo se puede comprar con dinero, su defensa del deseo por encima de los derechos y su idea de libertad, desconectada de cualquier consideración de igualdad, se ha implantado con éxito en una gran parte de la sociedad. 

Su exponente más grave es la prostitución, a la que se quiere naturalizar: se ha convertido al putero en cliente, y se defiende que las mujeres son libres de vender sus cuerpos. Estos postulados también los defienden algunos sectores de la izquierda herederos de la revolución sexual de los años sesenta. Estos mismos sectores, contrarios a la mercantilización de la educación y la sanidad -por poner algunos ejemplos- hacen una excepción con la prostitución en nombre de la libertad de elección de las mujeres, y con la pornografía en nombre de la libertad de expresión. 

España es el primer país consumidor de prostitución en Europa y el tercero del mundo. Esto conlleva una banalización del sufrimiento de las mujeres prostituidas. ¿Qué lleva a los hombres a tener sexo con mujeres que no los desean? El placer que provoca ejercer el dominio sobre sus cuerpos. Porque para ellos solo son cuerpos. El camino hacia la violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres se labra también en el consumo de pornografía. Cada vez consumida desde edades más tempranas, se habla ya de un consumo a partir de los ocho años, tiene una gran influencia entre los menores y está detrás de los comportamientos agresivos y de las violaciones grupales de menores a jóvenes y niñas. En la pornografía, los más jóvenes aprenden que la sexualidad es humillación y dominio sobre las mujeres y una distorsión de la violencia. Los sentimientos y el respeto no son importantes entre la pareja. La pornografía altera el imaginario sexual de estos menores en un momento en que se está construyendo.

Los vientres de alquiler y la venta de óvulos completan estas formas de violencia, que se ejerce sobre todo sobre mujeres pobres (a excepción de la pornografía, que afecta a todas las mujeres, a las que se quiere hacer creer que esos métodos violentos es lo que ellas desean). La pornografía ha ido aumentando el uso de adjetivos degradantes para las mujeres, ha ido creciendo en brutalidad y poco a poco ha ido incluyendo la tortura, erotizándola. Solo el 15% de los padres cree que sus hijos menores consumen pornografía. Sin embargo, el 90% de los jóvenes confiesa consumirla.

Todas estas prácticas se difunden en el ciberespacio, con sus múltiples formas, entre las que destaca el ciberacoso, uno de los principales peligros entre la población joven.

Estamos ante un grave conflicto social. Falta conciencia colectiva. Los hombres que cuestionan la masculinidad hegemónica, basada en el control sobre las mujeres para conservar su poder, los que no quieren asumir las consecuencias negativas del machismo en sus relaciones interpersonales, con frecuencia son objeto de burla cuando plantean unas relaciones basadas en el consenso y en la equivalencia.

La violencia de género es una violación de los derechos humanos y es una responsabilidad de todas las personas detectarla y no permitirla. La educación es importante, pero no es el único instrumento. También se puede ejercer un mayor control sobre el acceso de menores a la pornografía en la red. Sabemos que cuando interesa, se establecen barreras para la difusión de contenidos. Las instituciones deben seguir evaluando y mejorando las políticas públicas. Ha habido mujeres asesinadas por maltratadores absueltos y no se conoce ni una sola sanción a quienes tuvieron responsabilidad en los hechos. De los juzgados previstos en la Ley Orgánica de 2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género solo se han creado una cuarta parte. 

Las cifras de víctimas siguen creciendo, pero existe el peligro de que las cifras, cuanto más altas, menos nos conmueven. Porque poco a poco nos saturan y tendemos a alejarnos del horror. Pero es importante no olvidar que cada agresión y cada asesinato de mujeres a causa de la violencia machista es único.

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