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'El buda de Murcia': maestros espirituales

El buda que se encuentra en la actualidad en el complejo de Abanilla

El buda que se encuentra en la actualidad en el complejo de Abanilla / Efe

Gema Panalés Lorca

Gema Panalés Lorca

Antes buscábamos consejo en los curas, los rabinos o los imanes; ahora contratamos los servicios de un coach, vamos a terapia o nos encomendamos a un guía espiritual, como el gurú de la secta de Abanilla, que ha sido detenido por ‘sanar’ a sus adeptos con mercurio y otros venenos ‘milagrosos’. Este maestro en el arte de la alquimia y el de hacer billetes se hacía llamar a sí mismo ‘Trascendencia Total’, aunque todo el mundo lo conocía como ‘el Buda de Murcia’. Ahí es nada.

Los retiros espirituales están de moda. Uno de los libros más famosos de Emmanuel Carrère, Yoga, narra la historia real del escritor y su retiro de meditación intensiva de diez días en el centro Vipassana de Francia, una exigente experiencia mental y física con la que el autor espera aplacar su egocentrismo y encontrar la paz interior. Solo voy por la mitad del libro (que es adictivo), pero al parecer las cosas no salen como él espera y el pobre Carrère termina ingresado en un psiquiátrico y fantaseando con el suicidio. 

El egocentrismo, la inflación del ‘yo’, es quizá la principal causa de nuestros problemas. Los chinos llaman a su nación Zhōngguó, que significa «el país del centro del mundo». En sus mapasmundi China ocupa el lugar central, de la misma manera que nosotros ponemos a Europa en el centro y los americanos hacen lo propio con su continente. Cada uno ve el mundo desde su posición y piensa que es la más importante. 

Vivimos ensimismados y es inevitable caer en la autocompasión cuando nos sentimos desgraciados. Sin embargo, hablar todo el rato de nuestras penas, mirarnos las pelusas del ombligo demasiado tiempo, ¿no es hurgar en la herida? Yo admiro a esas personas que, en plena crisis existencial, son capaces de canalizar su energía autocompasiva hacia actividades constructivas y saludables, como hacer bizcochos u ordenar los cajones. A mí no me sale.

Uno de mis maestros de la autoayuda favoritos, Alejandro Jodorowsky, cuenta el caso de un hombre que acudió a su consulta porque se sentía poca cosa. El señor no paraba de lloriquear y lamentarse porque, según él, su mujer lo menospreciaba. Jodorowsky no lo dudó y decidió aplicar una terapia ‘psicomágica’ de choque a su paciente: le agarró con fuerza de las pelotas y le gritó con vehemencia «¡¡¡Eres un HOOOMMMBREEE!!!». Y así se curó. 

Hay días en los que todos necesitamos que alguien nos agarre con fuerza de donde sea y nos grite esa obviedad que hemos olvidado, por estar demasiado reconcentrados en nosotros mismos. Pero no hace falta que sea un maestro espiritual. 

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