Pintando al fresco

Tranquilidad, porfa

Enrique Nieto

Enrique Nieto

¿Habrá llegado ya el momento de serenarnos?, me pregunto yo, desde mi ignorancia. ¿Será ya hora de que cada uno, cada político, cada partido se dedique a lo suyo, unos a gobernar y otros a oponerse, a sacar faltas, a subirse a los estrados habilitados para ello en parlamentos y asambleas regionales, en ayuntamientos incluso, dispuestos los unos a gobernar, solos o haciendo jugosos y bonitos pactos, casi turgentes, entre el PP y Vox, entre el PSOE y Sumar, etc. etc? ¿Se pondrán ahora los de la izquierda en el Ayuntamiento de Matalaperra de Encima a armar escándalo en la sedes de los partidos de derechas que gobiernan este ilustre pueblo? ¿Nos van a dejar vivir en paz en un estado democrático y no nos van a revolver más las tripas, los unos con sus amnistías y los otros con sus gritos sus empujones, sus lanzamientos de piedras a la policía y esos cánticos y banderas de cuando se cantaba La Madelón mientras se fregaba la escalera, eso sí, con bayeta y arrodilladas en el suelo, como mi pobre madre que en gloria esté?

Porque, como decíamos la semana pasada, una buena manifestación es una gloria que nos costó mucho alcanzar sin ser disueltos (¿recuerdan los mayores del lugar aquellos altavoces portátiles y la voz cavernosa de un gris gritando ‘disuélvanse inmediatamente’) pero se han visto cosas en estos días pasados que conviene escribir aquí para que quede constancia en la historia de nuestra nación, pobre pero gloriosa, digo yo. Sin ánimo a provocar que haya represalias, llamo la atención de los dirigentes de los partidos convocantes a los escraches en la sede del PSOE en Madrid sobre el tema de las muñecas hinchables. Hay que averiguar de inmediato a quién se le ocurrió irse a un sex-shop y adquirir unas veinte de ellas, provistas de sus tres agujeros, y repartirlas entre los militantes para que soplaran hasta inflarlas y llevarlas a la ya citada sede de Ferraz gritando que aquello era una casa de putas. Yo, al responsable, le ponía una sanción económica y le daría la patada en el talle, sin dejarlo pisar nunca más los suelos de mi partido.

Quiero establecer a continuación una serie de consideraciones al respecto del párrafo anterior. En primer lugar, sé, de referencias, eso sí, que en las casas de putas no hay muñecas hinchables, el negocio se dedica a otra cosa. Ese artículo supongo yo que lo compran seres solitarios de edad avanzada y más bien tirando a pobres como ratas y llevar esos trastos en procesión por la calle dice muy poco de lo que querían realmente expresar los porteadores. Me temo, además, que las trabajadoras del sexo en particular y todas las mujeres en general se sentirían maltratadas por esta visión de lo femenino que enarbolaban los manifestantes, pues parecía que eso de «tengo a mi mujer en un pedestal» no se daba en este caso.

Luego está lo de pintar las puertas de las sedes en los pueblos y ciudades, o sacar pasquines con las fotos de los diputados de izquierda de esta Región como si no hubiesen sido votados por el personal, igualico que los de derechas. Imagínense que los de izquierdas sacaran ahora un pasquín con los militantes de derechas procesionando con las muñecas hinchables. Qué locura, ¿no?

Y quiero terminar este artículo con una llamada a la vigilancia hacia el recién investido presidente Pedro Sánchez (por cierto, que la señora Ayuso lo llamó «hijo de puta» en el Congreso. Qué manía con las putas, ¿verdad?) Se trata de que estemos muy atentos todos no vaya a ser que lo de la amnistía se quede luego en nada.

Está muy demostrado la tendencia de este señor a contarnos una cosa hoy y otra distinta mañana hablando sobre lo mismo. Eso que suele decir: «Yo no miento, es que he cambiado de opinión», es una tomadura de pelo de mucho cuidado, pero lo cierto es que si reseñáramos las mentiras que nos han dicho los políticos de derechas y de izquierdas desde que disfrutamos de democracia no hay papel en el mundo para tanta trola. ¿Recuerdan lo de las armas de destrucción masiva? Pues eso, que no había.

Un poco de tranquilidad, ¿sería mucho pedir?

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