Noticias del antropoceno

Los que le llamábamos Patxi

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

La vida da muchas vueltas. Una de ellas es que, casualmente, uno de los podcast (ese invento que permite reducir el bombardeo publicitario radiofónico a nivel tolerable, aparte de otras conveniencias) con los que más disfruto está dirigido y protagonizado por un antiguo compañero de Colegio Mayor. Y no un colegio mayor cualquiera, porque los residentes en su totalidad eran numerarios del Opus Dei, y debían su estancia precisamente a esa condición.

Ese conmilitón y ahora director del podcast Cowboys de Medianoche de Esradio, dedicado al cine clásico mayormente, es por supuesto Luis Herrero-Tejedor, que en su momento decidió modificar sus apellidos originales para incorporar los dos apellidos de su célebre padre, ministro de Franco por más señas, y muerto en un trágico accidente de tráfico poco antes de que yo coincidiera con él en el Colegio Mayor. 

Patxi (como se permitía llamar por algunos allegados) estudiaba Ciencias de la Información en un curso superior al mío en la Universidad de Navarra, lo que aumentaba nuestra cierta afinidad, aparte de la co-residencia en Aralar, sin que eso se manifestara en ningún momento en algo más allá de cierta camaradería, porque no pasaba un instante en el que la cercanía hiciera al resto perder la perspectiva de su superioridad manifiesta en términos de clase y condición personal. El aura que destilaba hacía imposible una relación en mi caso muy alejada de una simple sumisión.

Así supongo que lo consideraba él, porque hasta en un par de ocasiones me pidió (y permitió) acompañarle en momentos interesantes. La primera vez fue para ser testigo de una llamada telefónica al sucesor en el ministerio de su padre, al que este debía su meteórica carrera dentro del Régimen y que se había convertido en un padre adoptivo para él. Luis se dirigía a su interlocutor con el cariñoso apelativo de Fofo. Excuso decir que se trataba del mismísimo Adolfo Suárez. 

La segunda vez me pidió acompañarle al periódico El Pensamiento Navarro en la noche de la muerte de Franco, donde ambos pudimos contemplar las noticias de Europa Press apenas vomitadas por el télex: «Sin confirmar, Franco ha muerto». Después de esos años solo coincidí una vez con él, pero ya entonces no me reconoció, o fingió no reconocerme. 

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