Unos enigmáticos personajes del arte levantino del Alto Segura

La parte más compleja en el análisis de estas representaciones es su posible significación, ya que todo cuanto podamos decir entra de lleno en el campo de la hipótesis

1.Hornacina de la pareja. 2.Abrigo de las Bojadillas II. 3.Dibujo de los motivos.

1.Hornacina de la pareja. 2.Abrigo de las Bojadillas II. 3.Dibujo de los motivos. / Fotos de A. Carreño y dibujos de A. Alonso.

Miguel Ángel Mateo Saura

Miguel Ángel Mateo Saura

En un artículo anterior comentábamos la existencia de distintos grupos artísticos dentro del arte rupestre levantino, repartidos por la vertiente mediterránea peninsular. Aunque los procesos técnicos y la mayor parte del contenido iconográfico son comunes en todos ellos, resaltábamos que la presencia de rasgos particulares en cada uno de estos, sobre todo los referidos a determinados modelos de representación y a algunos temas concretos, marcaban ciertas diferencias territoriales. Hoy nos vamos a detener en unas curiosas y enigmáticas figuras humanas que, documentadas tan solo en unos pocos yacimientos del núcleo del Alto Segura, se erigen, de esta manera, en una de esas señas de identidad de este grupo artístico más meridional.

De entre los miles de representaciones humanas documentadas en el estilo levantino, los de este modelo apenas suponen una decena de ejemplos. Sus dimensiones varían entre los 10 y los 23 cm, y su característica distintiva es la de exhibir en la zona de la cabeza una forma geométrica, de gran tamaño, delimitada por una sucesión de líneas verticales paralelas que determinan una estructura general triangular, semicircular o, también, rectangular. La morfología del cuerpo puede mostrar un aspecto engrosado, como vemos en el abrigo del Molino de Capel de Moratalla, aunque tampoco faltan aquellos otros sujetos en los que este se marca por medio de un delgado trazo recto, lo que les da una acusada apariencia filiforme. Claros ejemplos son los pintados en el Abrigo del Concejal III, en Nerpio, y el Abrigo del Cortijo de Sorbas I de Letur. En todos los casos, las piernas suelen ser cortas y robustas, mientras que las nalgas se presentan algo salientes en varios de ellos, como ocurre en el Abrigo de las Bojadillas V de Nerpio. Los dedos de los pies se indican en unas pocas de estas figuras, siendo paradigmáticos sendos individuos de Las Bojadillas VII. Por su parte, los brazos, cuando están presentes, se insinúan por medio de unos trazos muy cortos, como vemos en las representaciones de la Hornacina de la Pareja en Nerpio y Cortijo de Sorbas I en Letur.

En cuanto al sexo, no podemos asegurar nada al respecto por la escasez de detalles anatómicos claros y porque otros rasgos que sí enseñan sabemos que son compartidos por hombres y mujeres. No obstante, si tenemos en cuenta que dos de ellos sujetan un arco y que este arma, dentro del estilo levantino, está asociada a las imágenes masculinas, podríamos proponer a estos como tales varones. De igual forma, aquellas otras en las que la zona de las nalgas se muestra ligeramente saliente, considerando que este es un detalle característico de algunas féminas del Alto Segura, también sería razonable pensar que en estos casos se tratara realmente de mujeres.

Excepto en el Abrigo de las Bojadillas III, cuyo contenido gráfico está formado únicamente por tres de estos personajes, el resto de ellos se ha pintado en paneles en los que hay otros motivos, tanto humanos como de animales. Sin embargo, la mayor parte de las representaciones transmiten cierta sensación de alejamiento de esas otras figuras con las que, en modo alguno, llegan a formar parte de escenas en las que se narre alguna actividad concreta. Ni siquiera aquellos que van armados con arco permiten estrechar lazos con alguno de los animales situados en su entorno. Es más, suelen ocupar zonas marginales dentro de los conjuntos, acentuando ese aislamiento respecto del resto de motivos. Además, es seguro también que juegue un papel importante en su intencionalidad el hecho de que la mayoría de ellos se localicen bajo la protección de un saliente rocoso de la pared. 

Sin duda alguna, la parte más compleja en el análisis de estas representaciones es la referida a su posible significación. Incidiendo en una realidad, ya comentada en otras ocasiones, de que todo cuanto podamos decir acerca de la significación de unas figuras concretas, o del propio arte prehistórico en su conjunto, entrará de lleno en el campo de la hipótesis, ya que desconocemos los códigos que regulan y explican al propio arte. 

Lo que parece claro es que estamos ante unas figuraciones cargadas de un acusado simbolismo. En verdad, se podría postular una interpretación meramente utilitaria, por ejemplo, a modo de las conocidas corozas elaboradas con junco o esparto, empleadas para protegerse de la lluvia; o también como elementos de adorno, quizás a modo de tocado, que pudiesen servir en algún tipo de ceremonia. Son posibilidades que no podemos descartar, pero si somos de la opinión de que el arte rupestre levantino es un arte profundamente alegórico, alejado de una simple intención narrativa por contar historias cotidianas, debemos convenir también que lo más probable es que se trate de la efigie de unos personajes con una especial significación entre los grupos de cazadores recolectores de la zona. Si hemos hablado de mitos, como los protagonizados por dos mujeres y el sol en La Risca I, o por una mujer y un oso en la Cañaica del Calar II, creemos que es factible pensar que se trate de individuos destacados dentro de la propia mitología de estos grupos. Su reducido número, su situación aislada en los paneles y su disposición, un tanto mayestática, les conceden un estatus destacado dentro del imaginario levantino del Alto Segura.

Suscríbete para seguir leyendo