El que avisa no es traidor

Los tres 11-S

Se cumplen 50 años del golpe de Estado del general Augusto Pinochet contra el gobierno del presidente chileno Salvador Allende, dejando 3.200 muertos y una dictadura que duró 17 años

Soldados del ejército chileno observan el  bombardeo del Palacio de La Moneda, el 11 de  septiembre de 1973

Soldados del ejército chileno observan el bombardeo del Palacio de La Moneda, el 11 de septiembre de 1973

J. L. Vidal Coy

J. L. Vidal Coy

Se puede decir que el 11 de septiembre no es uno, sino trino. En el de 1714, Barcelona fue tomada por las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión y de ahí, creen algunos, vienen todos sus males. En el de 2001, la salvaje destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York, con alrededor de 3.000 muertos, dio paso a la era de turbulencias que el mundo viene sufriendo a raíz de ese suceso que inauguró una etapa inédita en todo lo relacionado con el terrorismo islámico. De alguna manera, esa segunda fecha está conectada a través de Estados Unidos con la tercera, que es la que verdaderamente interesa: el 11 de septiembre de 1973, del que el lunes se cumplen 50 años.

El 11-S catalán se convirtió en la Diada, o día nacional –póngale comillas quien guste– de Cataluña, una palanca de exaltación nacionalista que no se pudo desarrollar en libertad en los 40 años de dictadura franquista. El lunes sabremos aproximadamente qué pujanza guarda aún el independentismo «procesista», de capa caída últimamente, según muestran sus recientes derrotas electorales.

Un asunto nada comparable, en todo caso, a la sucesión de guerras, desastres y catástrofes políticas y sociales que desencadenaron los atentados perpetrados ese mismo día de septiembre en Estados Unidos. Consecuencia, en buena parte, de la incapacidad de Washington para comprender y lidiar adecuadamente con cualquier imprevisto en el mundo árabo-musulmán.

Pero la fecha recuerda también que Washington tiene una larga tradición de intervencionismo burdo o sutil no solo en África y Asia, sino también en su llamado patio trasero: Latinoamérica. Ahí se registran históricamente las interferencias de la Casa Blanca más duras y menos disimuladas. Como la que provocó el golpe de Estado del general Pinochet contra el presidente constitucional chileno Salvador Allende otro 11 de septiembre cuyo quincuagésimo aniversario es el lunes.

Primero, el presidente Richard Nixon, asesorado por Henry Kissinger, intentó impedir que el socialista Allende tomara posesión de su cargo en 1970 tras ser elegido democráticamente. Ese fue el sentido del intento de secuestro, pagado por Washington, acabado en asesinato del jefe supremo del ejército chileno, general René Schneider. En primera instancia se trataba de crear un clima de inseguridad suficiente para impedir que Allende asumiera la presidencia.

En segunda, lo que perseguían Nixon y Kissinger era evitar por todos los medios que el caso chileno pudiera ser tomado como ejemplo en Occidente, especialmente en América Latina, de la ascensión al poder por la vía electoral de un partido más decididamente socialista que la socialdemocracia europea. En plena Guerra Fría el mensaje iba dirigido también al sur de Europa, donde el Partido Comunista Italiano (PCI) de Enrico Berlinguer se estaba convirtiendo en la mayor fuerza electoral transalpina, después de desvincularse de la URSS tras la invasión de Checolosvaquia en 1968, y presumía de independencia con la enunciación del ‘eurocomunismo’ y su propuesta de ‘compromiso histórico’.

Se trataba, pues, de impedir la consolidación en Chile de un socialismo democrático elegido en las urnas que sirviera de ejemplo a otros estados y, paralelamente, advertir seriamente de la ‘peligrosidad’ del experimento italiano.

Para lo primero, Washington no dudó en utilizar todo tipo de resortes a través de la CIA y de la multinacional ITT para sumir al país andino en el caos económicosocial, hasta que Pinochet traicionó la lealtad que debía a Allende y hundió el país en una ciénaga de asesinatos, torturas, desapariciones y represión. De esto último pronto cundió el ejemplo, con el mismo apoyo, en Argentina y Uruguay. Para lo segundo, el secuestro y asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas acabó con el incipiente compromiso histórico, al que se oponían Washington y Moscú.

Sin restar importancia a las conmemoraciones en la Zona Cero neoyorkina ni a las lecturas que tendrá la Diada en plenas negociaciones para formar gobierno en España, conviene no olvidar que hace 50 años el bombardeo del Palacio de la Moneda en Santiago de Chile inició un negro periodo dictatorial copiado de otros anteriores y repetido hasta la saciedad desde entonces.

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